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La Naranja Mecánica de Stanley Kubrick.

"Es tan inhumano ser totalmente bueno como totalmente malvado. Lo importante es la elección moral, y la maldad tiene que existir junto a la bondad para que pueda darse esa elección moral."

Anthony Burgess.


Al terminar 2001: una odisea del espacio (2001: A Space Odyssey, 1968), Stanley Kubrick decidió que su siguiente paso sería adaptar la novela de Anthony Burgess La naranja mecánica (A Clockwork Orange, 1971), una versión futurista de las bandas callejeras – como los mods - que por aquel entonces existían en Inglaterra. La novela describía una juventud hedonista y extrema cuyos principales intereses son la violencia, el sexo y las drogas y que hablaba en un argot derivado del ruso denominado nadsat (el sufijo ruso para indicar adolescencia). Un ejemplar de la obra llegó a las manos del director durante el rodaje de Teléfono rojo: volamos hacia Moscú (Dr. Strangelove or:  How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb, 1964) a través del escritor y guionista Terry Southern. Desde el principio Kubrick estuvo interesado en adaptar la novela, pero en un principió reculó de sus intenciones, puesto que veía complicado que el público pudiera entender el nadsat. Sin embargo, como todos conocemos, decidió seguir adelante y de hecho éste fue su primer guión escrito en solitario.

En el guión definitivo podemos encontrar diversos cambios respecto a la novela original. En la novela, los pandilleros son quinceañeros, mientras que para la película – por razones obvias – rondan los veinte años. También se incluyen otros elementos visuales como las referencias eróticas – principalmente fálicas – que no existen en la novela. Pero la diferencia principal – y que molestó mucho a Burgess – es el final prematuro de la película respecto al libro. La obra original de Burgess contenía 21 capítulos, pero la editorial que lanzó la novela en Estados Unidos eliminó el último capítulo por considerarlo “demasiado blando”. Hay que entender la postura de Burgess en este sentido, puesto que en el capítulo 21 de la novela, Alex – el protagonista -muestra síntomas de madurez y rechazo natural a su anterior vida, aspecto que no se nos muestra en ningún de los 20 capítulos anteriores y por lo tanto tampoco en la edición estadounidense ni en la película, porque pese a que Kubrick vivía en Inglaterra y toda la producción de la película se realizó en ese mismo país, su adaptación corresponde a la versión reducida del libro.
"De buena manera repudiaría la versión cinematográfica de Stanley Kubrick por diferentes razones, pero eso no está permitido."
Anthony Burgess.


El rodaje de la película no tuvo grandes complicaciones y fue fluido. Prueba de que las cosas estaban saliendo bien es la amistad que surgió entre Kubrick y Malcolm McDowell, el actor protagonista. McDowell dota a su personaje de gran desparpajo con muecas que caminan sobre la línea que separa la burla del patetismo y acaba haciendo de Alex una versión moderna y excéntrica de personaje de tragedia griega. Una de las marcas del personaje fue, de hecho, una idea suya, la de cantar Singin’ in the rain durante la archiconocida escena de la violación. Pese a estar muy satisfecho con su trabajo, Kubrick no volvió a contar con McDowell para siguientes proyectos, lo cual molestó al actor.

Con La naranja mecánica, Kubrick consagró el control que ejercía sobre sus producciones. Firmó un contrato con la Warner Brothers según el cual tendría potestad absoluta sobre la obra final, montaje incluido. Si películas contemporáneas como Cowboy de medianoche (Midnight Cowboy, 1969) de John Schlesinger o la recién visionada en esta filmoteca Perros de paja (Straw Dogs, 1971) de Sam Peckinpah habían sido calificadas X, lo que las relegaba a un muy posible fracaso comercial. Aunque estas dos películas fueron bien recibidas por el público, Kubrick no quiso arriesgarse y recortó 30 segundos de su película, rebajándose así su calificación de X a R. Y su control no se quedaba en lo referente a la propia producción, sino que este contrato también le permitió manejar a su antojo la distribución de su película. Ya que había firmado por un sueldo de dos millones de dólares, debía asegurarse la máxima amortización de la película, así que creó una base de datos de salas de cine y proyectó la película sólo en aquellas en las que Kubrick, estadística en mano, creyó que podían aceptarla mejor. El resultado fueron 40 millones de dólares de beneficios. Este éxito arrollador fue únicamente detenido por Kubrick: en Inglaterra comenzaron a surgir bandas de jóvenes que cometían actos vandálicos y crímenes inspirados en la película. La prensa sacó jugo y comenzó a culpar a la cinta y al director de esta violencia. Kubrick, en un principio se defendió:

"Intentar atribuir responsabilidades al arte como motor de la vida me parece dar la vuelta al problema. El arte consiste en remodelar la vida, pero no la crea ni la provoca".

Sin embargo, con el paso del tiempo los actos violentos prosiguieron, y Kubrick – muy entristecido por lo que se había provocado - aprovechó su afianzada relación con la Warner y pidió que la película se dejara de exhibir.
La obra era fácil de culpar, puesto que mostraba la violencia como pura diversión irracional y retrata la ambigüedad de su naturaleza. Cuando en este mundo se acostumbra a aplicar la lógica y se proclama que “la violencia genera violencia”, en La naranja mecánica se nos muestra a un joven que vive mimado por sus padres, que ama a su mascota y que escucha música clásica en su habitación, pero que sale de noche por la calle con sus compañeros de banda – “drugos” - y se divierte cometiendo actos violentos sin transformarse ni convertirse en otra persona. Cuando escucha la Novena sinfonía o cuando propina una paliza a un vagabundo. Alex sigue siendo el mismo. Esta es la condición sobre la que se desarrolla la historia y significa el punto álgido de debate sobre la misma. Un debate que ahora les proponemos aquí en la Filmoteca.

Existe cierta unanimidad en cuanto a la impecabilidad técnica de la obra – lo cual es un patrón en todas las producciones de Kubrick. En cuanto al valor cinematográfico de la cinta, existe amplia variedad de opiniones. Cuando algunos la consideran una obra maestra, una reflexión sobre la libertad de la conciencia humana, otros la consideran sobrevalorada y obsoleta, pues ven en ella otro instrumento de provocación del megalómano Kubrick. Durante los últimos tiempos, sobre ambas tendencias ha prevalecido – sobre todo entre la juventud - el culto por la estética retro-futurista de la película, especialmente hacia las vestimentas de Alex y sus drugos, una vertiente que radica en un interés cinematográfico relativo. Lo que está claro – y el abajo firmante sabe que lo que va a escribir es un topicazo – es que La naranja mecánica no deja indiferente a nadie. Y si eso ocurre, rompiendo una lanza a favor de Kubrick, en absoluto se puede culpar a la obra.


Antonio Ruzafa para el Ciclo "Violencia y condición humana" del 2º año de la Filmoteca (2008).
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STANLEY KUBRICK, su propio Napoleón:

Cincuenta años pueden dar para mucho, pero la filmografía de Stanley Kubrick no es el caso. Desde su primera a su última obra cinematográfica transcurren casi cincuenta años, pero únicamente tres cortos y trece largometrajes, habiendo despachado ocho de sus películas en las décadas de los 50 y 60. Al respecto se pueden decir muchas cosas: que quizás su afán por abarcar muchos géneros afectó su proliferación, que no le interesaba tanto una carrera que ya tenía afirmada o que simplemente gustaba demasiado de vivir su vida recluido en su finca inglesa. Todas las afirmaciones tienen algo de cierto, pero la correcta – que a su vez abarca todas las anteriores – es decir que fue un controlador obsesivo y absoluto de sus obras. Quizás su punto de inflexión fue el rodaje de Espartaco (Spartacus, 1960), película que no produjo ni cuyo guión escribió y – lo que más le fastidiaba – en la que no podía tener libertad de acciones. A partir de esta producción decidió que supervisaría todos sus proyectos, idea que radicó en una obsesión cada vez más pertinente por supervisar todos los aspectos de sus obras, lo que le hizo ganarse, con los años, una reputación de megalómano. Los que así afirmaban se basaron en obras posteriores de Kubrick como 2001: una odisea del espacio (A Space Odyssey, 1968) o Barry Lyndon (íd, 1975) para argumentar sus aseveraciones. Películas de alto presupuesto y mucho tiempo de metraje que técnicamente son un ejercicio de perfección estilística.
Perfección que con el tiempo acabaría perjudicándole, como con La chaqueta metálica (Full metal jacket, 1987), una película sobre la guerra de Vietnam que pasó demasiado tiempo planificando y cuyo estreno disgustó finalmente a Kubrick, puesto que para entonces ya habían aparecido otras películas parecidas – y muy bien consideradas - sobre el tema como Apocalypse now (íd, 1979) de Francis Ford Coppola o Platoon (íd, 1986) de Oliver Stone. Para no llevarse el mismo disgusto decidió no seguir adelante con The aryan papers, un proyecto sobre el Holocausto que decidió no proseguir a causa de la producción de La lista de Schindler (Schindlers's List, 1993) de Steven Spielberg. Aunque el gran proyecto fallido fue su biopic sobre Napoleón, un personaje histórico al que admiraba y sobre el que Kubrick pensaba que no se había realizado un filme que le hiciera justicia. Sin embargo, postergó su idea por razones de presupuesto y nunca pudo volver a retomarla.
Durante el susodicho rodaje de Espartaco, Kubrick sufrió otra frustración: no poder moldear al actor Kirk Douglas – que era el que realmente controlaba la producción - para conseguir su objetivo. Este aspecto hizo mella en su forma de dirigir y desde entonces en todas sus películas se esmeró en exprimir al máximo los trabajos de sus actores, a veces llevándolos a extremos de desesperación sólo para conseguir ciertos registros. De hecho, al contrario que muchos directores, no tuvo actores fetiche y con pocos trabajó en más de un proyecto.
Dicho todo esto, hagamos justicia. Kubrick ha escrito su nombre en la historia del cine. 2001 fue la piedra angular de un género entonces en ciernes, la discutiblemente denominada ciencia-ficción, además de suponer una gran innovación en el terreno de los efectos especiales (por los que Kubrick recibió su único Oscar). Senderos de gloria (Paths of Glory, 1857) es una de las películas anti-belicistas más famosas a día de hoy. Teléfono rojo: volamos hacia Moscú está considerada como una de las mejores comedias de la historia. Y es fácil reconocer en películas como Pulp fiction (íd, 1994) de Quentin Tarantino una herencia total de Atraco perfecto (The Killing, 1956). Quizás fue un megalómano y un obseso, pero siempre se aseguró de que el siguiente paso que daba no fuera en balde y es algo que se puede comprobar en su corta pero fructífera filmografía.

Ciclo "Violencia y condición humana" del 2º año de la Filmoteca (2008).


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Bonus.
Resumen con las mejores imágenes.


Bonus 2.
Cartelera e imagenes promocionales.

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