Ficha técnica y sinopsis. Portada del programa de mano. |
«¿No le gustó mi película? Bueno, ¡la próxima será incluso mejor!»
Edward D. Wood Jr.
Tim Burton tenía en 1994 una consideración diferente a la que podemos otorgarle hoy en día. Entre sus proyectos previos ya había muestras de la temática y la estética por las que fácilmente le identificamos en la actualidad. Bitelchús (Beetlejuice, 1988), Eduardo Manostijeras (Edward Scissorhands, 1990) o Pesadilla antes de Navidad (The Nightmare Before Christmas, producida por Burton aunque dirigida por Henry Selick en 1993), productos con el sello Burton, llegaron a la iconografía cinematográfica para quedarse. Pero entonces todavía demostraba cierta versatilidad para salir airoso de encargos de la industria como La gran aventura de Pee-Wee (Pee-Wee's Big Adventure, 1985) o las dos primeras entregas de la saga Batman de finales de los 80 y principio de los 90, en las que imprimió su sello sin invadir el material original.
La implicación de Burton en la película sobre el director de serie B Edward D. Wood iba a limitarse a la producción. Sin embargo, Michael Lehmann, realizador escogido para encabezar el proyecto, ya había firmado un compromiso para dirigir Cabezas huecas (Airheads, 1994), por lo que sus labores acabaron en manos de Burton. Este dato, que no pasaría de anécdota si hablásemos de cualquier otra figura de la industria, explica por qué Ed Wood (1994) es la obra de Tim Burton en la que su estilo está menos presente. No asoma ni un rasgo de la ambientación post-gótica ni la narrativa de cuento que abundan en el pelotón de su filmografía. A cambio, Burton se centra en enseñarnos una versión desconocida de la personalidad de Ed Wood, calificado como uno de los peores directores de la historia del cine.
Cartelería internacional de Ed Wood. |
Burton construye a un protagonista ingenuo y benevolente. No extraña, dados los paralelismos que se dan entre sus trayectorias. Ambos directores crecieron como niños devoradores de películas y bien pronto comenzaron a desarrollar sus historias en celuloide con cámaras amateurs regaladas por sus padres. El deseo de retornar a la niñez es común en ambos directores y lo han plasmado en obras absolutamente influidas por el cine, la literatura, las artes gráficas y demás cultura popular de sus respectivas infancias. Tampoco temieron tratar los temas que les angustiaron durante su crecimiento. En Eduardo Manostijeras encontramos una oda a la introversión y la marginación. Glen o Glenda (Ed Wood; Glen or Glenda, 1953) es la otra cara de la moneda: una búsqueda de comprensión y aceptación del travestismo, un hábito que para Wood significaba la vuelta a la infancia —su madre le vestía de niña— y que todavía hoy es una cuestión poco y mal tratada por los cineastas.
En la caracterización de Ed Wood se hace patente la simpatía que este director le despierta a Tim Burton. Johnny Depp interpreta a un personaje optimista, que en su infinita inocencia no se amedrenta ante ningún contratiempo, ya sea la falta de financiación o la muerte de un actor principal. No se nos hace ni una mención a los problemas con el alcohol que tuvo gran parte de su vida y que le acabaron matando en 1978, ni a ningún otro episodio oscuro. Al contrario, se destacan circunstancias más favorables como la ayuda incondicional que presta al actor Bela Lugosi para superar su adicción a la morfina. Lugosi —interpretación ganadora de Oscar a cargo de Martin Landau— es el otro gran protagonista de la película. Otrora estrella del cine de terror de los años 30 y 40, aparece en esta película como un viejo decrépito alejado del cine y la sociedad hasta el momento en el que Wood da con él, iniciándose así una relación de dependencia algo desequilibrada pero que compensa la admiración que el alumno siente por el maestro. Esta relación además sella la identificación del director con su protagonista, pues Burton vería en la relación entre Wood y Lugosi un reflejo de la suya con su idolatrado Vincent Price —al que dirigió en Eduardo Manostijeras, a la postre última película del actor—.
El proceso de creación planta un brillo en la mirada de Ed Wood (Johnny Depp). |
El Ed Wood de Burton es un personaje luminoso, el ideólogo de la pandilla de personajes variopintos con la que rueda cada una de sus películas. El grupito recuerda especialmente a los “Dreamlanders”, otra banda repleta de gente peculiar liderada por el no menos distintivo John Waters —también con muchas conexiones y una admiración expresa por Wood—, pero que podría recordar igualmente al elegante “Rat Pack” encabezado por Frank Sinatra o a nuestro propio grupo de amigos. No importa en qué locura se embuta esta pandilla, ya sea el allanamiento de un plató para robar un pulpo mecánico que utilizar en un rodaje de madrugada. La unión y el respeto que se muestra entre los miembros son férreos. No hay asaltos ni egos (salvo el de Lugosi). Lo importante es el objetivo común: la película que se llevan entre manos.
Porque el gran tema de Ed Wood es la pasión por el cine como medio y fin. Una pasión que nuestro protagonista ejerce con cierta ingenuidad y con todas las dudas personales que puede sufrir cualquier mente creativa. El personaje se pregunta muchas veces si lo que hace es de calidad, incluso se compara constantemente con el genio Orson Welles. Pero su entusiasmo permanece intacto. Johnny Depp pone un brillo en los ojos de Wood cada vez que éste habla de una nueva idea o rueda otra escena. Aunque los espectadores veamos lo desastroso y —sin medias tintas— cutre de la ejecución de sus producciones, no podemos dejar de alabar y envidiar su disfrute por la cinematografía. Burton aprovecha este discurso concéntrico que reivindica la valentía de los directores descastados para dejar otras lecturas sobre la autoría cinematográfica. Al fin y al cabo, la Historia del Cine está obligada a denominar a Edward D. Wood como “autor”, un concepto que en su época ni siquiera se planteaba. La independencia financiera —los estudios pronto le repudiaron— e integridad artística de Wood son incuestionables. Aunque diesen unos resultados controvertidos.
Por último, hay una reflexión sobre el cine como fenómeno social. El mismo Lugosi dice en la película que “no existe la mala prensa”. Los tiempos actuales lo corroboran, y Ed Wood parece un claro ejemplo de que es preferible que te critiquen a que no hablen de ti. El culto que se ha generado en torno a su figura procede en su mayoría del gusto por lo grotesco y Burton defiende de todo este morbo al peor director de todos los tiempos. Lo desnuda y relaciona consigo mismo y también con nosotros, los espectadores, buscando que nos reconozcamos en la honestidad con la que trabaja. ¿Es que es una indignidad ser considerado el peor en algo en lo que has volcado hasta tu última gota de sudor?
Antonio Ruzafa
Vídeo introductorio a Ed Wood
por Antonio Ruzafa.