Translate

La noche americana de François Truffaut


Ficha técnica y sinopsis. Portada del programa de mano.

«Un rodaje es como viajar en una diligencia por el Lejano Oeste: al principio todos esperan hacer un viaje estupendo, pero pronto empiezan a preguntarse si llegaran algún día a su destino.»

El director Ferrand en La noche americana.


El particular subgénero del cine dentro del cine —también llamado metacine— floreció ya en los inicios del cine americano con películas tan excepcionales en su etapa silente como, por ejemplo, Espejismos (King Vidor; Show People, 1928). Más tarde, películas como El crepúsculo de los dioses (Billy Wilder; Sunset Boulevard, 1950), En un lugar solitario (Nicholas Ray; In a Lonely Place, 1950) o Cautivos del mal (Vincente Minnelli; The Bad and the Beautiful, 1952) mostrarían esa necesidad de la industria cinematográfica americana por describir al mundo el proceso de producción de una película de Hollywood, en muchos casos para mitificar —aún más si cabía— a su star system y en otros —generalmente, los mejores del género— para todo lo contrario, a pesar de significar, paradójicamente, la consolidación de algo que ya conocido por todos y sacar provecho de cierto sensacionalismo anexo a dicha industria.

Por supuesto, el cine europeo también ha tratado el subgénero del cine dentro del cine. Sin embargo, a diferencia de la industria americana, las mejores películas del género en Europa describen su industria con otros matices, menos sensacionalistas, más experimentales y sobre todo, con mayor pasión por el oficio de hacer cine. Es el caso de las que probablemente sean las tres mejores películas europeas del súbgenero: Fellini 8½ (Federico Fellini, 1963), El desprecio (Jean-Luc Godard; Le mépris, 1963) y La noche americana (François Truffaut; La nuit américaine, 1973). Probablemente, esta última, La noche americana, sea, hasta hoy, la declaración más apasionada de un cineasta por su oficio descrita en una película.


Cartelería internacional de La noche americana.


A finales de los años 60 era sobradamente conocido por todos los que rodeaban a François Truffaut su interés por hacer una película que retratase su pasión por su oficio, sobre todo después de que su amigo y compañero de generación en la nouvelle vague Jean-Luc Godard se adelantara a dicho propósito con El desprecio en 1963. En 1971, François Truffaut declaró en una carta dirigida a Annette Insdorf —su crítica neoyorkina— que había escrito el guion de La noche americana —junto a Louis Richard— en agosto de ese mismo año, aunque llevaba tomando notas para la película desde diciembre de 1968, tras el rodaje de La sirena del Mississippi (La sirene du Mississippi, 1969). Fue, precisamente, en 1971, durante el rodaje de Las dos inglesas y el amor (Les deux anglaises et le continent) en los estudios Victorine —cerca de Niza—, cuando Truffaut encontró el lugar idóneo para llevar a cabo el ansiado proyecto que llevaba en mente desde 1968, tras observar un gran decorado abandonado de una plaza parisina en los estudios, concebido para una producción americana. El título original que Truffaut concibió para La noche americana fue Je vous présente Lucie (Os presento a Lucía), que, sin embargo, serviría para el título que da nombre a la ficticia película rodada en La noche americana, con la única modificación del nombre de la protagonista: Pamela en lugar de Lucie. Finalmente, Truffaut decidió titular a la película La noche americana, en un doble guiño a la conocida técnica cinematográfica homónima —que consiste en la aplicación de un filtro oscuro sobre la lente de la cámara para simular que se rueda de noche— y a su pasión por el cine americano.

Desde un primer momento, Truffaut parecía tener claro que el director al que daría vida en La noche americana, Ferrand, debía distanciarse en lo posible de su propia figura como cineasta y como persona. De este modo, Ferrand, a pesar de poseer la misma pasión por su oficio que el propio Truffaut y sus mismas influencias cinematográficas, es un personaje alejado de muchas características propias de Truffaut como director y, sobre todo, de su vida privada. Truffaut incluso parece ironizar con la extremada sensibilidad —incluso ingenuidad— del director al que interpreta, Ferrand, otorgándole una deficiencia física: una sordera en un oído, motivo por la necesitará portar un audífono en todo momento. Por otra parte, para Ferrand —a diferencia del propio Truffaut— lo más importante es la producción, el rodaje. Poco parece importarle el destino comercial de la misma, a sabiendas de que la producción que tiene entre manos, Os presento a Pamela, un melodrama centrado en torno a una mujer joven que decide escaparse con el padre de su marido, no será especialmente una película competente. Ferrand es un cineasta apasionado del rodaje y de todo lo que lo rodea; para bien o para mal, mientras dure el rodaje se sentirá vivo. El cine es su razón de vivir, llegando incluso a exclamar que “el cine es más importante que la vida”; una afirmación que será puesta en entredicho en alguna ocasión durante el rodaje, por parte de Alphonse, el mimado y joven actor interpretado por Jean Pierre Léaud, pero también subrayada, indirectamente, por Julie Baker, la estrella británica de Os presento a Pamela interpretada por Jacqueline Bisset.


Alphonse (Jean-Pierre Léaud), el caprichoso y enamoradizo actor, Julie Baker (Jacqueline Bisset), la sensual actriz británica y Ferrand (François Truffaut), el apasionado director de Os presento a Pamela.


Ya desde los títulos de crédito, François Truffaut introduce el motivo metafílmico y formativo sobre la creación cinematográfica al incluir en imagen la banda de sonido óptica registrada en la película fotográfica, al tiempo que se escuchan las órdenes del compositor de la banda sonora, Georges Delerue, a sus músicos, durante la grabación de la misma. Un motivo, el instructivo, que continuará durante toda la película describiendo multitud de trucajes, técnicas y elementos necesarios para rodar una película, como, por ejemplo, las múltiples repeticiones de planos, la reconstrucción del guion durante el rodaje, la dirección de un gran plano general repleto de extras, los movimientos de grúas y dollies, el rodaje con sonido directo y sin sonido directo, el control de la intensidad de la lluvia artificial en una ventana, la nieve artificial creada a partir de la espuma esparcida por un compresor, los efectos sonoros como aplausos, risas y susurros, el montaje cinematográfico o los especialistas que doblan a las estrellas en las escenas de riesgo, entre otras muchas. Unido a todas estas características propias del rodaje cinematográfico, Truffaut ofrece una película coral, con multitud de personajes que representan varios de los oficios en la creación de una película, con especial atención al elenco interpretativo protagonista de Os presento a Pamela: Alphonse, el joven actor, caprichoso y obseso del amor, interpretado por Jean-Pierre Léaud; Séverine, la otrora diva del cine italiano y ahora actriz alcohólica, venida a menos e incapaz de memorizar sus textos, interpretada por Valentina Cortese; Julie Baker, la sensual estrella británica del film, interpretada por Jacqueline Bisset; y Alexandre, el apuesto y maduro actor en el papel principal, interpretado por Jean-Pierre Aumont.

Alrededor del director, actores y actrices principales —pero también revueltos entre ellos— se sitúan el resto de profesionales del rodaje. Destaca sobre todos la interpretación de una jovencísima Nathalie Baye como Joëlle, la aventajada script de la película, que incluso ejerce de verdadera ideóloga y mano derecha del director Ferrand —otro de los detalles sobre la inseguridad de Ferrand que le alejan del propio Truffaut—, salvando los muebles del rodaje en más de una ocasión. Por otra parte, encontramos al resto del equipo: Lilliane, la meritoria de script —contratada únicamente para satisfacer al caprichoso e inestable Alphonse—, interpretada por Dani; Stacey, la embarazada actriz de reparto, interpretada por Alexandra Stewart; Bertrand, el productor del film, obsesionado con el presupuesto y por terminar el rodaje lo antes posible, interpretado por Jean Champion; Odile, la maquilladora, interpretada por Nike Arrighi; Bernard, el atrezzista algo ávido de protagonismo, interpretado por Bernard Menez; Gastón, el regidor vigilado por su mujer en todo momento, interpretado por Gastón Joly; Arthur, el iluminador, interpretado por Jean Panisse; Walter, el operador, interpretado por Walter Bal; Pierrot, el avispado foto fija, interpretado por Pierre Zucca; Damien, el decorador, interpretado por Damien Lanfranchi; Yann, el montador, interpretado por Yann Dédet; o Jean-François, el ayudante de dirección, interpretado por Jean-François Stévenin.

De este modo, François Truffaut describe en La noche americana el microcosmos particular que se desarrolla en el rodaje de una película, describiendo a cada profesional acorde a la relación entre el trabajo y su vida privada, con una vida interior única. Sin embargo, son precisamente las diferencias entre ellos, sus problemas particulares, manías y ambiciones, lo que retrata a la perfección el peculiar universo que rodea a un rodaje. Truffaut pretende destacar, ante todo, que un rodaje es como la vida misma, al mismo tiempo que describe un universo particular, alejado de cualquier otra profesión, donde los personajes que rodean el rodaje tienen unas cualidades únicas que los hacen partícipes de intervenir en él. Todos ellos parecen asumir lo efímero y volátil de un rodaje, tratando de aprovechar al máximo sus días en él.

Es, precisamente, la idea de lo efímero del rodaje de una película la que más se aproxima, a modo de metáfora, al otro gran tema de la película: el amor. La noche americana es una oda al carpe diem, a vivir el momento, a la fugacidad de las relaciones, ya sean sentimentales o profesionales, en un rodaje que es un carrusel lleno de vida, con sus bajadas y subidas anímicas. Truffaut consigue una metonimia total en La noche americana entre el amor y el cine. Todo parece indicar en el rodaje que sin cine no hay amor y sin amor no hay cine, con lo complicado que significa lidiar a la vez con ambos. Para Truffaut, y para Ferrand, ese es el secreto del cine, capaz de contagiar apasionadamente hasta la adicción a todos los que trabajan en él. Prácticamente todos los personajes tienen relaciones amorosas en el rodaje con algún otro miembro del equipo, e incluso algunos con varios a la vez. Al mismo tiempo, casi todas estas relaciones son tan efímeras como el rodaje de una sola secuencia. Y, sin embargo, para todos resulta natural que suceda; es más, parece imprescindible. Es por ello que la mayoría de los personajes alejados de este microcosmos no parecen sentirse cómodos en el rodaje. Es el caso del Dr. Michael Nelson, el marido de Julie Baker, un médico americano mucho mayor que ella, interpretado por David Markham, quien, tras asistir a varias secuencias para ver a su mujer trabajar, decide marcharse del rodaje. El caso más significativo de esta premisa es el de la mujer de Gastón, el regidor, quien, tras observar la multitud de líos sentimentales que se crean en el rodaje, desesperada, llega a exclamar lo siguiente: “Pero, ¿qué es esto del cine? ¿Qué es esta profesión? ¡Se acuestan todos juntos! ¡Se tutean! ¡Mienten! Pero, ¿qué es esto? ¿Les parece normal? ¡Su cine me asfixia! ¡Me da asco!”. Queda claro, pues, que para Truffaut el cine no es una profesión apta para todos.


Todos los miembros del equipo de rodaje parecen asumir lo efímero y volátil del mismo, tratando de aprovechar al máximo sus días en él. La noche americana es una oda al carpe diem, a vivir el momento, a la fugacidad de las relaciones, ya sean sentimentales o profesionales.


Pero La noche americana es mucho más que el retrato de un rodaje y su relación con lo efímero de las relaciones amorosas. La noche americana es, además, un homenaje apasionado de François Truffaut a la historia del cine, con multitud de muestras explicitas de ello: la dedicatoria inicial de la película a las hermanas Dorothy y Lillian Gish, las citas a películas como La regla del juego (Jean Renoir; La règle du jeu, 1939) —con un reparto coral muy similar— e incluso a El padrino (Francis Ford Coppola; The Godfather, 1972) —la película de moda en pleno rodaje—, el homenaje a Jean Vigo, que da nombre a una calle del rodaje, e incluso a su propia película La piel suave (La peau douce, 1964), al reconstruir la secuencia con el gato y la leche. Pero, sobre todas estas referencias se sitúa el homenaje más emotivo, dedicado a los directores que marcaron a Truffaut, en la secuencia en la que Ferrand recibe un paquete lleno de libros sobre cineastas y sus portadas aparecen en primer plano para mostrar los nombres de directores como Howard Hawks, Alfred Hitchcock, Luis Buñuel, Carl Theodor Dreyer, Ingmar Bergman, Roberto Rossellini, Ernst Lubitsch, Robert Bresson o Jean-Luc Godard. Precisamente, sería este último, Jean-Luc Godard, uno de los más críticos con Truffaut tras el estreno de La noche americana, acusándola de falsa y a Truffaut de vendido a los americanos. Tras estas declaraciones, Truffaut replicó a Godard duramente y la película terminó por significar el final de una amistad de muchos años, casi fraternal, desde los inicios como críticos de ambos en la revista Cahiers du Cinema. Más tarde, Godard se retractó de haber criticado tan duramente la película, sobre todo tras la temprana muerte de Truffaut en 1984, rindiéndole homenaje desde entonces, en varias ocasiones.

François Truffaut se reservó un homenaje sorpresa derivado del sueño repetitivo que Ferrand tiene cada noche —Ferrand vive y sueña con el cine—. La secuencia del sueño divide la película en sus tres actos y es mostrada en blanco y negro. En esta secuencia onírica se puede ver a Ferrand de niño, andando apresurado con un bastón, camino a algún lugar que se desvelará en el desenlace de la película.

A pesar de su larga duración —casi dos horas—, La noche americana es una película con un ritmo bastante acelerado, a diferencia de otras de las películas de Truffaut. Además, contiene multitud de secuencias divertidísimas, como, por ejemplo, la del frustrado rodaje con la diva italiana o la del gato y la leche, entre otras. Pero, sobre todo, son inolvidables muchas de las frases de la película, desde los propios pensamientos de Ferrand sobre su profesión como director hasta la insistente pregunta “¿son mágicas las mujeres?” de Alphonse a varios miembros del equipo.

Para el recuerdo queda el icónico tema compuesto por Georges Delerue —músico habitual en los films de Truffaut y del resto de componentes de la nouvelle vague—, Grand Choral, para muchos su mejor composición. A pesar de su discreto estreno europeo, finalmente, La noche americana significaría una de los mayores éxitos de Françóis Truffaut, sobre todo en Estados Unidos, tras ganar el Oscar a la mejor película extranjera en 1975 y ser nominada a tres Oscars más: a la mejor dirección, mejor guion y mejor actriz secundaria para Valeria Cortese.

En definitiva, La noche americana es una película de obligado visionado para todos aquellos jóvenes, y no tan jóvenes, con inquietudes sobre la creación cinematográfica, en la mayor declaración de amor por su profesión que un cineasta haya realizado jamás. Y es que, en palabras del propio Ferrand, a pesar de las adversidades, cuando todo funciona en un rodaje “el cine reina”.



Javier Ballesteros



Vídeo introductorio a La noche americana
por Javier Ballesteros.