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Cautivos del mal de Vincente Minnelli


Ficha técnica y sinopsis. Portada del programa de mano.

«Para dirigir una película hay que tener humildad. ¿Es usted humilde?»

Ivan Triesault en el papel de Von Ellstein en Cautivos del mal.


A principios de los años 50, cuando el sistema de estudios se dio un respiro antes de caer en picado, Hollywood produjo una sucesión de fábulas sobre sí mismo casi continua: El crepúsculo de los dioses (Billy Wilder; Sunset Boulevard, 1950), En un lugar solitario (Nicholas Ray; In a Lonely Place, 1950), Cantando bajo la lluvia (Stanley Donen, Gene Kelly; Singin' in the Rain, 1952), La condesa descalza (Joseph L. Mankiewicz; The Barefoot Contessa, 1954), Ha nacido una estrella (George Cukor; A Star Is Born, 1954) y, justo en el medio de todas ellas, Cautivos del mal (Vincente Minnelli; The Bad and the Beautiful, 1952), basada en el relato corto Tribute to a Badman, obra del cartógrafo, impresor y publicista inglés George Bradshaw.

Cautivos del mal es, de un modo superficial, una crónica muy pasional, que muestra el brutal ascenso de un productor de Hollywood, Jonathan Shields (Kirk Douglas), cuya ambición, totalmente desmedida, se torna en una agresividad despiadada. En realidad, es una historia de cierto mal gusto, pero estéticamente muy agradable, que presenta a un productor de cine apuesto y cobarde —un personaje basado libremente en productores como Val Lewton o Jed Harris—, con un papel protagonista que deja una marca evidente de cierta omnipresencia, dentro de una historia que toma la forma de un trío de recuerdos agridulces.


Cartelería internacional de Cautivos del mal.


Para referirnos a Vincente Minnelli, el realizador elegido para la película, siempre se han de reconocer, primeramente, sus musicales, pero su lado más personal sin duda lo encontraremos entre sus poderosos melodramas de los años 50, entre los que se ubica Cautivos del mal. Con ella regresó a la gran pantalla de tal forma que fascinó como siempre, pero escoció como nunca.

A Cautivos del mal se la considera, y con razón, una de las mejores películas jamás hechas sobre el proceso de la cinematografía, la culminación de Hollywood, de sus alardes publicitarios y de sus desamores. En general, es el reflejo de todos aquellos que han convertido esta localización en un matadero de sueños que no hace concesiones.

La mirada privilegiada de Vincente Minnelli sobre la edad de oro de Hollywood es astuta y entretenida, con Kirk Douglas como productor sin escrúpulos, la caracterización ideal para darle un toque duro a lo que en principio es un melodrama bastante fino. Y a la delicadeza característica de la obra, se suma la firma del productor, papel que correspondió a John Houseman, el que fuera supervisor del guion de Ciudadano Kane (Orson Welles; Citizen Kane, 1941), y que, para este caso, aplica una estructura similar a la hora de adaptar todo lo que hubiera de realidad en la historia.


Un Kirk Douglas inconmensurable es el motor de una película que aborda las relaciones de poder en el seno de la industria cinematográfica.


Descrita en tres escenas retrospectivas que ocupan casi la totalidad de la película, se van relatando las relaciones con Shields del director Fred Amiel (Barry Sullivan), el escritor James Lee Bartlow (Dick Powell) y la bella Lana Turner, que interpreta a la actriz Georgia Lorrison. Shields les atrae con cantos de sirena, pone un barniz mágico en sus talentos florecientes, para luego, sin ningún pudor, zanjar las relaciones cuando éstas hayan dejado de serle útiles.

Un viejo jefe de estudio de Hollywood (Walter Pidgeon) será el encargado de reunir a los tres co-protagonistas para convencerles de que vuelvan a trabajar junto a Jonathan Shields, una tarea titánica teniendo en cuenta que, si bien es cierto que fue el hombre que construyó sus carreras, la imagen que se les ha quedado marcada es la de un hombre que casi destruye sus vidas.

El hombre que acompaña a las estrellas del plantel es un zalamero con talento, un Kirk Douglas obsceno, un pez gordo por naturaleza, cuya astucia es implacable. Las historias se cuentan de forma selectiva, desde el punto de vista de aquellos a los que ha despreciado: Georgia Lorrison (Lana Turner), se desenvolvía en pantalla como pez en el agua, hasta convertirse en la alcohólica que alguna vez amó a Jonathan; su amigo y director Fred Amiel (Barry Sullivan), tuvo a Shields de su lado hasta el momento en el que se elevó hasta la cima, desde donde es más duro caer; y el escritor James Lee Bartlow (Dick Powell), llevaba una vida sencilla y alegre, que fue destruida por la determinación de Jonathan. Gloria Grahame completa este molde interpretativo —y casi conquista el show— como Rosemary, la deslumbrante belleza sureña que hace de mujer de Bartlow.

Ha habido mucho debate en sobre el origen real de los mitos de Hollywood que aparecen representados en la película. En el momento del estreno, todo el mundo apuntaba hacia David O. Selznick como inspiración para el personaje de Jonathan, quizás por algunos paralelismos como "productor independiente obsesionado con su padre". En general, la conclusión final sería que se trata de una mezcla entre Selznick, Orson Welles y Val Lewton. La mujer pantera (Jacques Tourneur; Cat People, 1942), producida por Lewton, es una referencia clara de la película que planean realizar Shields y Amiel sobre unos hombres-gato.


Una estrella con mucho glamour (Lara Turner), un director talentoso (Barry Sullivan) y un reconocido guionista (Dick Powell), unidos por sus desencuentros con el déspota Shields.


El personaje de Georgia Lorrison sería un perfil similar al de la hija de un gran actor como John Barrymore —la carrera de Diana Barrymore cogió impulso el mismo año que falleció su padre—, pero también podría decirse que incluye elementos de la ex mujer de Minnelli, Judy Garland. Gaucho, el personaje de Gilbert Roland, sería una especie de autoparodia, basada en una serie en la que también aparecía por aquella época, aunque el nombre del personaje, Ribera, señala directamente hacia el famoso seductor de Hollywood Porfirio Rubirosa. El director Henry Whitfield (Leo G. Carroll), por su parte, está sacado del molde de Alfred Hitchcock, y su asistente, Miss March (Kathleen Freeman), se inspira en la mujer de Hitchcock, Alma Reville. El personaje de James Lee Bartlow podría haberse sacado de Paul Eliot Green, un académico de la Universidad de Carolina del Norte convertido a guionista de Esclavos de la tierra (Michael Curtiz; The Cabin in the Cotton, 1932).

En un análisis más trascendental, el recorrido vital del protagonista, a base de precisos flashbacks, se convierte también en un cuidado estudio sobre la relatividad del triunfo, que a las órdenes de Minnelli presenta a un hombre destruido por la ética del éxito, al que sólo le queda perder el juicio. Con Cautivos del mal, y como anticipo del homenaje a Kirk Douglas en abril de 2016, dentro de la XVI edición del Festival de Cine de Sant Joan, asistimos a uno de sus mejores papeles. Un hombre, común en apariencia, transformado progresivamente en un maníaco sediento de gloria, que llega a ensombrecer las también excelentes interpetaciones de Lana Turner o Dick Powell.

El guion de Charles Schnee es un puñal, lleno de líneas agudas y diálogos apasionados, el acompañamiento perfecto para el tono noir logrado por el director de fotografía Robert Surtees. Aparte, hay una capa interior añadida a toda la producción: sombras, escaleras singulares, escenografías extravagantes y, detrás de las escenas filmadas, demostraciones de la enorme maquinaria necesaria para el cine. Sobre las diferentes bromas a cerca de directores o actores, apreciables en algunas escenas, decir que añaden una cierta dentera sobre un Hollywood que ya de por sí parece siniestro.

A parte de que, en 2002, la United States Library of Congress considerara la película "culturalmente significativa" y la seleccionara para su preservación en el Registro Nacional de Cine, su tema musical, The Bad and the Beautiful, escrito por David Raksin, se ha convertido en un clásico de la música jazz. Originalmente llamada Love is For the Very Young, la primera impresión que causó en Minnelli y Houseman fue de rechazo, hasta que se les convenció para mantenerla como tema principal de la película. Después, la composición se convirtió en un éxito y un referente en el mundo del jazz, versionada en multitud de ocasiones.

Cada recuerdo de las experiencias de Shields, se mueve en el curso de un reparto impecable, y mostrando un retrato completo, con todas sus verrugas e imperfecciones, de un Hollywood en su cenit. Un cuento que nos recuerda que aquello que nace del mal, puede llegar a ser tremendamente brillante. Cautivos del mal se llevó a casa un quinteto de Oscars en la ceremonia de 1953, y junto a ella siempre nos llegará un mismo pensamiento, el de que se trata de la mejor descripción de Hollywood que se ha hecho nunca.



Toni Cristóbal



Vídeo introductorio a Cautivos del mal
por Toni Cristóbal.