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El Rayo Verde de Eric Rohmer


“Tuve la idea de El rayo verde en octubre del 83 y la rodé en el verano del 84. Su génesis sólo duró, por tanto, un año, mientras que para otras películas ha podido durar hasta veinte. Mantuve una entrevista con Marie Rivière, grabándola con un magnetofón, en diciembre del 83. Es una película para la cual no he escrito nada. El estímulo vino de algo que había leído en un correo del corazón. Una mujer decía que se encontraba guapa, pero que los hombres no la miraban, aunque hacía todo lo posible para provocarlos. Esa situación me pareció trágica y divertida al mismo tiempo. Luego, en Biarritz, tomé conciencia del anonimato de la muchedumbre y me llamó la atención la cantidad de mujeres solas. (...) Podría decir que ésta es la más autobiográfica de mis películas. Todo el mundo ha experimentado la soledad. Es más fácil poner algo de uno mismo en una película en la cual estará disimulado (a mí me gusta estar disimulado). Como se sabe que la identificación no podrá ocurrir, resulta menos embarazoso. Así que, de alguna manera, podría decir: Delphine soy yo…”

Éric Rohmer, al diario “Libération”, en 1986

   No es difícil encontrar la figura de Jean-Marie Maurice Schérer, más conocido por su seudónimo como Éric Rohmer -adoptado de uno de sus variados ídolos cinematográficos, Erich Von Stroheim, y del escritor Sax Rohmer-, omnipresente como buen autor en prácticamente todas las películas, todos los relatos y cuentos de su cuidada filmografía. Desde sus orígenes más prosaicos con sus “Cuentos morales”, sus ligeras “Comedias y Proverbios" hasta los sensacionales "Cuentos de las cuatro estaciones”, junto a sus esenciales experimentos aislados, de pictóricos a históricos que completan la obra de un cineasta único.

     A la hora de abordar el turno de Rohmer en el merecido homenaje que La Filmoteca le dedica este mes -a poco más de un año de la desaparición de Rohmer fallecido el 11 de Enero de 2010-, la búsqueda de un referente solitario para una proyección única, como descripción de una filmografía tan personal, se antoja complicado e incluso pretencioso. De las tres reconocidas etapas de Rohmer, ordenadas como series de cuentos, “Cuentos morales”, “Comedias y Proverbios” y “Cuentos de las cuatro estaciones”, y del resto de obras aisladas destacadas como El signo de Leo (Le Signe du Lion, 1959), Perceval, el Galés (Perceval, le Gallois, 1978), o su última película El romance de Astrea y Celadón (Les Amours d'Astrée et de Céladon, 2007), no encontramos de manera objetiva un referente claro como balance de una carrera tan particular como de difícil clasificación. Teniendo en cuenta a Alfred Hitchcock, invitado especial a este homenaje dedicado a la memoria de Rohmer y Chabrol, y tras revisitar la excelente labor crítica de un joven y apasionado Rohmer alrededor de su admirado maestro, no encontramos, a diferencia de Chabrol, rastros formales del maestro del suspense en la obra de Rohmer. Más allá de la estructura narrativa casual, de las contradicciones de sus vínculos morales y católicos, y de algunos tardíos homenajes puntuales, tal vez, la máscara de Hitchcock se esconde tras el referente velo intelectual del cineasta francés... Quién sabe.

Cartelería

     Con esto, la figura de Rohmer como defensor de la política de autor es mucho más que evidente; y la honestidad del francés, latente en cada uno de sus planos de su extensa filmografía.
Rohmer, posiblemente sea uno de los cineastas más nobles que haya dado la Historia del Cine; contemplador apasionado, introvertido y esencial cineasta.

     Y es que, si Éric Rohmer es el cineasta, Maurice Schérer es su filmografía. La tentación de la dualidad en el cultivado sentido moralista de Schérer, encontró su expresión en el joven cine de la nueva ola francesa, en su defensa del cine de autor como medio descriptivo. Pero el cine de Rohmer no es tan complicado; todo lo contrario. A lo largo de su filmografía puede observarse una progresiva tendencia hacia lo esencial, hacia la austeridad formal cuyo valor meramente cinematográfico adquiere un tono cada vez más sencillo, más sensible y por lo tanto, paradójicamente, más poético. Digo, paradójicamente, porque curiosamente Rohmer siempre rechazó en sus inicios la retórica visual, la lírica ornamental, defendiendo a ultranza el uso del cine como simple herramienta de comunicación con el espectador, como mero medio. Estas teorías, heredadas del cinematógrafo de Robert Bresson, padre formal de la nueva ola, fueron fundamentadas sin embargo sobre las teorías de otro de los ídolos del joven crítico, Roberto Rossellini; sobre todo, a partir de su parcial ruptura neorrealista, con Stromboli (Stromboli, Terra di Dio, 1950). A través de Rossellini, y sobre todo tambien de Jean Renoir, Rohmer descubre que su búsqueda de la esencialidad en pantalla, pasa inexorablemente por retratar la belleza como única vía de absorción para el espectador de un arte en imágenes como el cinematógrafo.

     Por lo tanto, se puede afirmar que el cine de Rohmer es de mirada heredada de la crítica apasionada de juventud, con el maestro fundador de Cahiers du Cinema, André Bazin a la cabeza; contemporáneo rebelde e innovador junto a sus compañeros de generación de la nueva ola francesa, de Godard a Rivette; de austeridad retórica y dramática educada por el cinematógrafo de Robert Bresson; de un estilo socrático y moderno como el del cine del Rossellini de Posguerra; de sencillez pictórica, alegre como Jean Renoir; de sutil erotismo como sus admirados iconos de la literatura francesa; dinámico en la composición como su admirado Hitchcock; autor total con Stroheim y Welles a la cabeza; juvenil, profundo, intelectual y esencial como el propio Rohmer, cuyo estilo único e inclasificable nos invita a revisitar su obra una y otra vez.

     Es por lo tanto, el conjunto de toda la genial filmografía del cineasta francés, la mejor recomendación para conocer al autor, Éric Rohmer y al hombre, Maurice Schérer, unidos por un delgado medio: el denominado cinematógrafo.

     Sin embargo, El Rayo Verde (Le Rayon Vert), estrenada finalmente en 1986, parece ser finalmente la obra más autobiográfica de su filmografía a medio plazo, corroborado por el propio cineasta francés poco después de su estreno, al afirmar que el personaje principal, Delphine, era él mismo.

     Por lo tanto, hemos escogido entre tantas obras esenciales de Rohmer, El Rayo Verde como nuestro particular homenaje al cineasta y al hombre, a Rohmer y a Schérer.

     A primera vista, El Rayo Verde, penúltimo y quinto episodio de la serie de “Comedias y Proverbios”, es un film algo diferente al resto de los filmados por Rohmer hasta entonces, al menos en su acabado, perfilando un estilo semidocumental que continuaría en sus “Cuentos de las cuatro estaciones”. El Rayo Verde, demuestra a la perfección las teorías de Rohmer sobre el cinematógrafo como medio de comunicación hacia el espectador, cuyo mensaje es la finalidad y no el objeto ornamentado tan característico en el resto de producciones del momento. Sin embargo, conocido es que trabajar sobre lo simple, es muy complicado. El estilo ligero y despreocupado del film, es la clave del reconocimiento histórico y del éxito de una cinta eternamente joven, cuya protagonista, Delphine (Marie Rivière), puede considerarse el personaje mejor retratado por Rohmer en pantalla; y eso es mucho decir.

La Soledad, auténtica protagonista de "El Rayo Verde", perfectamente retratada en su protagonista, Delphine.

     El estilo de Éric Rohmer ha levantado tantas pasiones como detractores; es una simple cuestión de elección de uso cinematográfico. Sin embargo, con su serie de “Comedias y Proverbios”, y particularmente con El Rayo Verde, Rohmer conseguía acercarse a todos los públicos. Tal vez sea por su notable relajación intelectual, por su tono colorido y erótico, por su temática juvenil o por todo el cúmulo de circunstancias que ha conseguido identificar a tantos espectadores con su retrato de las relaciones sentimentales, contradicciones y esperanzas de sus protagonistas. Todo ello, en clave de tragicomedia ligera que se adelanta a muchos cineastas que deben mucho al genial francés. Entre ellos, por ejemplo, Woody Allen, de quién sus habituales comedias ligeras en pantalla beben directamente del cine realizado en los años 80 por Rohmer, cuando Allen aún realizaba un cine mucho más barroco que a finales de los 90 o en los 2000. No es de extrañar pues, que se haya denominado en muchos ámbitos a Rohmer como el “Woody Allen francés”. Sin embargo, tal vez sería más acertado denominar a Woody Allen como el “Rohmer americano”.

     A partir de la esa clave formal, con el sentido documentalista y despreocupado del proceso fílmico desde su gestación hasta su edición, Rohmer, consigue que miles de personas se hayan sentido identificados con alguno de los rasgos perfilados sobre el personaje de Delphine. Como afirmaba Rohmer en la cita inicial tras el estreno, para El Rayo Verde no escribió nada, algo fácilmente deducible, y fue rodada en unas semanas del verano de 1984; fácil, ligero, perfecto. ¿Existe alguna manera mejor de rodar la distracción emocional y la causalidad? La experiencia de Rohmer y su búsqueda, tranquila, de lo esencial a través de su mirada-medio cinematográfico, tuvo su máxima expresión en este peculiar experimento veraniego del 84, punto de escape al temido encasillamiento del autor francés por crítica y público, debido a la pesadez intelectual de su anterior obra.
     Pero no nos equivoquemos; con El Rayo Verde, Rohmer fue perfectamente imperfecto; como la vida misma. Rohmer entendía en su cine, de forma progresiva y, al parecer, cada vez más acertadamente, que la única forma de retratar un estado anímico casual, era mediante lo intangible, lo ligero, lo imperfecto. Pero, contrariamente, Rohmer era un perfeccionista; esto puede resultar bastante paradójico tras contemplar una película como “El Rayo Verde”; el simple dato de su estreno en Agosto de 1986, pasados dos años desde el rodaje del relato en el verano del 84, habla mucho a favor del Rohmer perfeccionista, a su manera, claro está.

     Esta demora fue debida a la complicación del rodaje del fenómeno natural popularmente llamado “rayo verde”, de difícil captura; fenómeno que obsesionaba simbólicamente a un personaje tan contradictorio, profundo y sencillo a la par, como era Éric Rohmer.

Fotograma del momento visible del rayo verde, fenómeno natural finalmente filmado en Las Palmas de Gran Canaria

     Dicho fenómeno natural, el “rayo verde” se produce en circunstancias atmosféricas muy específicas. Es el efecto óptico producto de la refracción y la dispersión de la luz del Sol cuando se encuentra cerca del horizonte.
     La idea de la película es la de la versión de Julio Verne sobre la mística leyenda en su libro homónimo:

"Si ves el rayo verde, serás capaz de comprender tus propios sentimientos y los de los demás".
     En la película Delphine destapa unas cartas en su camino, símbolos del destino y del azar, uno de los temas que más obsesionaban a Rohmer. Todo ello tiene su momento cumbre con la descripción del fenómeno natural y la contemplación en la última escena del film, prácticamente en el último plano.

     El rodaje de esta escena demoró, por lo tanto, notablemente el estreno de la película hasta Agosto de 1986. Finalmente, y tras varios intentos en las costas de Normandía, entre otros lugares, consigue filmar el fenómeno, con su último destello del Sol Poniente, en las Palmas de Gran Canaria en la Navidad de 1985.

Con un peculiar estilo ligero en clave semidocumental, en esta escena Delphine presencia la curiosa explicación casual del fenómeno natural del "rayo verde"


     Como dato, decir que su estreno mundial fue el 29 de Agosto de 1986 en Estados Unidos, y un par de días después en el Festival de Venecia, donde se alzó con el máximo galardón, el León de Oro.

“Todo el mundo ha experimentado la soledad.”

     Con estas palabras Rohmer presentaba el auténtico protagonista de El Rayo Verde ; la soledad. Para describir este estado utilizó un curioso trueque de contrastes entre la comedia ligera y el existencialismo más profundo. Curiosamente, en el grueso de la filmografía de Rohmer, El Rayo Verde contiene los silencios más descriptivos de un personaje protagonista, los diálogos son peculiarmente banales, sólo acelerados impulsiva y puntualmente, y sin intenciones intelectuales; sin embargo, contiene mucho retrato documental, sociológico y moralista. Las decisiones o indecisiones de Delphine, sus manías y sus debilidades dan rienda suelta a todo un interrogatorio de secundarios, sobre los estados anímicos de la sentimental protagonista; a través de estos interrogantes, Rohmer consigue identificarse con el espectador y éstos con el sentimiento de aislamiento e incomprensión social de Delphine.


La romántica y enigmática Delphine, soberbiamente interpretada por Marie Rivière


     Delphine no es una chica triste, pero se siente triste y abandonada a su suerte. Delphine no tiene pareja pero no asume el abandono. Delphine no es antisocial, pero no siente la comodidad de sus compañeros de generación. Delphine es alegre pero no es fácil. Delphine es sentimental, se siente atractiva, joven y madura al tiempo, pero tambien es algo inmadura, es indecisa, es nostálgica, idealista, soñadora y mística… Delphine es exigente, es vegetariana y algo terca… Delphine descubre enigmáticas cartas por las calles, cree en la astrología, en el azar y en el destino… Delphine es pura vitalidad… pero Delphine se siente sola… Delphine se siente diferente…

     El éxito de El Rayo Verde y su creciente popularidad todavía hoy día, demuestra que Delphine no es tan diferente.

Trailer promocional de "El Rayo Verde" en Versión Original

    Rohmer retrató a la perfección el estancamiento emocional, aislamiento, la necesidad de amar y la soledad de Delphine, un personaje tan único como universal.


Delphine no sólo es Éric Rohmer, Delphine somos muchos.


Javier Ballesteros


"El Rayo Verde" Pelicula completa en V.O.
con subtitulos en español e inglés.