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El Cine francés de Krzysztof Kieslowski, Marzo 2011


“Todos mis films, desde el primero hasta los más recientes, son acerca de individuos que no pueden encontrar un sentido absoluto a sus actos, que no saben del todo cómo vivir, que no saben realmente dónde está el Bien y el Mal, que están buscando desesperadamente. Buscando respuestas a preguntas tan elementales como ¿para qué es todo esto?, ¿para qué levantarse por la mañana?, ¿para qué acostarse por la noche?, ¿para qué volverse a levantar?”
“Me gustan los encuentros casuales; la vida está llena de ellos. En este momento, en este café, estamos sentados al lado de extraños. Todo el mundo se levantará, se marchará, y seguirá su camino. Y, entonces, nunca más se volverán a encontrar. Y si lo hacen, no se darán cuenta de que no es por primera vez.”

Krzysztof Kieslowski, en “Kieslowski on Kieslowski”, ed.Faber and Faber, Londres, 1993

   Sexto y último ciclo de la IV temporada de La Filmoteca de Sant Joan d’Alacant 2010-2011, dedicado por completo a la figura del cineasta polaco Krzysztof Kieslowski, y particularmente a la última etapa de su filmografía coproducida en Francia entre los años 1991 y 1994.



     Krzysztof Kieslowski (Varsovia; 27 de junio de 1941 – Varsovia; 13 de marzo de 1996) ingresó en la aclamada Escuela de Cinematografía de Łódź en 1964. La misma escuela que formó a otros grandes cineastas polacos como Roman Polanski, Andrzej Munk, Krzysztof Zanussi o el propio Andrzej Wajda. Pocas veces, una escuela de cine puede considerarse cuna de tan grandes profesionales del cine, con tres alumnos ganadores del Oscar, Kieslowski ingresó en ella en un momento artístico relativamente libre, bajo la tutela del régimen comunista polaco y unido a los más veteranos se encontró inmerso en el movimiento llamado del “Cine de la inquietud moral”, al que aportó, notablemente, su reflexión sobre el contexto histórico-político de Polonia, hasta finales de los 80.

     Inicialmente, su labor fue básicamente documentalista, realizando trabajos de corta duración centrados en la descripción de rasgos particulares de la sociedad polaca bajo el régimen comunista. En la mayoría de ellos, como en La Oficina (Urząd 1966), La Fábrica (Fabryka 1970), El Hospital (Szpital 1976), Desde el punto de vista de un portero de noche (Z punktu widzenia nocnego portiera, 1977) o La Estación (Dworzec 1980) retrató a varios individuos a partir de sus relaciones personales y profesionales en su entorno laboral.

     En estos primeros trabajos, Kieslowski enmarcó, fielmente, la vida cotidiana de cualquier ciudadano polaco, de obreros y soldados, En sus primeros largometrajes siguió con la misma tónica, aunque progresivamente comenzó a expresar su desencanto como mero observador documentalista, sobre todo al término de El Aficionado (Amator, 1979), y a sostener una visión menos pragmática de la realidad, iniciándose en el uso de simbolismos y códigos trascendentales como en El Azar (Przypadek, 1981) o en Sin Fín (Bez końca, 1984).

     Sin embargo, la cada vez más contundente carga moralista en su discurso tuvo su punto culminante en la composición del Decálogo, (Dekalog, 1988), una obra colosal, compuesta por diez películas de unos 55 minutos de duración media, a partir de los Diez Mandamientos, que realizó para la televisión polaca en el año 1988. El Decálogo fue una majestuosa obra y un éxito de crítica internacional que finalmente reconoció el nombre de Krzysztof Kieslowski y le abrió las puertas de la producción fuera de Polonia, en un histórico momento, clave, en los albores de la caída del régimen comunista.

     Tras el Decálogo, Kieslowski da por terminada su etapa plenamente polaca, e incluso de inquietud política, y se concentra en la realización de su primera coproducción en Francia con La Doble Vida de Verónica (La Double Vie de Véronique, 1991)Dos años más tarde, continua esta etapa con la impresionante trilogía Tres Colores (Trois Couleurs, 1993-1994), basándose en los ideales de la bandera francesa, Libertad, Igualdad y Fraternidad. La trilogía sería el último trabajo del cineasta polaco, diferenciada en su introversión y poética del resto de su filmografía que, sin embargo, significó un paso más en su particular búsqueda de la verdad. Un último reto personal del gran cineasta que fue Krzysztof Kieslowski.

     A sólo dos meses de los 20 años del estreno de La Doble Vida de Verónica en el Festival de Cannes de 1991, auténtico punto de inflexión en el reconocimiento a nivel internacional sobre la figura de Kieslowski, La Filmoteca revisita sus cuatro últimas obras, que finalmente significaron el último trabajo en su legado fílmico, antes de su repentina desaparición el 13 de Marzo de 1996, con tan sólo 54 años de edad.

                          
Krzysztof Kieslowski, uno de los ilustres alumnos de la Escuela de Cinematografía de Łódź.

     Anteriormente, y nada más terminar su trilogía Tres Colores (Trois Couleurs), con Azul (Bleu, 1993), Blanco (Blanc, 1994), y Rojo (Rouge, 1994), el cineasta había advertido de su retirada del cine. Su inesperada muerte otorgó a Kieslowski y a la trilogía un tono testamentario, mítico, casi profético. Sin embargo, hasta el momento de su fallecimiento, Kieslowski continuó trabajando. Esta vez, en el guión de una nueva trilogía basada ni mas ni menos que en “La Divina Comedia” de Dante, con tres guiones sobre sus cantos, Infierno, Purgatorio y Cielo. Los guiones sobre el Cielo y el Infierno, mas tarde serían llevados a la pantalla, poco acertadamente, por Tom Tykwer y Danis Tanovic, respectivamente.

     Todavía hoy, quince años después de su muerte, la figura del gran cineasta polaco sigue viva gracias a la admiración continua de miles de espectadores, críticos y jóvenes cineastas de todo el mundo, que buscan en la filmografía del cineasta polaco las misteriosas claves de lo verdadero con su sublime evocación de la belleza, el azar, el destino, la justicia o la responsabilidad civil y política, con el medio cinematográfico como interlocutor, abierto múltiples posibilidades y respuestas.

     Todo ello, unido a un sentido espiritual, casi trascendental en cada una de las películas mostradas en este ciclo, con múltiples conexiones implícitas, e incluso explícitas, en varios de los relatos retratados en La Doble Vida de Verónica y Tres Colores, desde los paralelismos narrativos, en los curiosos cameos de los protagonistas de la trilogía Tres Colores, hasta los planos secundarios, sin sentido aparente pero siempre significativos, en La Doble Vida de Verónica. De esta forma, Kieslowski abría las puertas a la imaginación del espectador con sus preguntas sin una única respuesta, su estilo postmoderno sobre la narración no lineal y su mensaje liminal, en el límite de lo subliminal en algunos casos.

     Con su hipnotizador sentido estético y un trascendental sentido de la responsabilidad cinematográfica, Kieslowski fue, tal vez, el último gran apasionado del medio cinematográfico del siglo XX y quizá, también, el último eslabón de una serie de cineastas de un existencialismo puro, que manipularon el medio hasta su máximo exponente para plasmar lo intangible, como Dreyer, Bergman o Tarkovski, entre otros. En el caso de Kieslowski, a través de la representación de la causalidad y responsabilidad, en cada uno de los actos de sus protagonistas y su predestinación.


Krzysztof Kieslowski en el rodaje de su última película, "Rojo (Rouge, 1994)",
 asistiendo a los actores Jean-Louis Trintignant e Irène Jacob

     La idea de un monográfico sobre Krzysztof Kieslowski llegó de repente y sin avisar, tal vez con la constancia, o simple excusa, de los veinte años cumplidos desde el comienzo de su etapa de coproducciones francesas, o, tal vez, como germen de una idea inicial de homenaje a todos grandes cineastas surgidos de la escuela polaca de Łódź. Incluso, tal vez, por un merecido homenaje a cierto cine europeo de los años 90, con sus temores y esperanzas sobre la nueva Europa, en su acercamiento fraternal entre naciones histórica y políticamente separadas. Tal vez, por la magnífica fotografía en la filmografía de Kieslowski, su luz, su color, o por sus excepcionales bandas sonoras, obra de su inseparable compositor, Zbigniew Preisner.

     Debe ser, también, por su introversión, por su atrevimiento, por un merecido reconocimiento de un autor único e incomparable, bastante infravalorado en nuestro país, que La Filmoteca propone revisitar la última etapa del cineasta polaco con las cuatro obras maestras coproducidas en Francia como símbolo del mejor cine europeo.

     Krzysztof Kieslowski, el cineasta de lo íntimo y lo puro, de las interferencias y cruces humanos, del destino, de los paralelismos y las segundas oportunidades, resume absolutamente todo lo acontecido en esta temporada, desde la rebeldía inicial del primer ciclo hasta el homenaje al autor único en el pasado ciclo de Febrero. Mirando atrás, todo lo acontecido parece tener un sentido predestinado, los ciclos propuestos y sus películas, con muchos más cruces de los inicialmente previstos. Quién mejor que Kieslowski para terminar una temporada con tantos paralelismos.

     No sabemos exactamente por qué ahora, y no antes o después, tocaba Kieslowski. Como si se tratara de una de sus películas, simplemente sentimos que debía ser así y estoy seguro de que no defraudará a nadie.

     El último profeta del cine del pasado siglo es, casualmente o no, el director elegido para finalizar la IV temporada en La Filmoteca bajo la misma premisa y principios con la que comenzó en Octubre del año pasado, como una revelación, un símbolo de luz en el tiempo y espacio, un relámpago, cuya imagen breve pero intensa, quedó capturada para siempre en la eterna retina de la Historia del Cine.




CICLO "El Cine francés de Krzysztof Kieslowski"

Día 7 de Marzo, “La Doble Vida de Verónica (La Double Vie de Véronique) de Krzysztof Kieslowski, 1991

Una mirada a través de un espejo translúcido, de colores dorados, hacia el universo particular de dos almas gemelas, a partir del mito del doble, del alter ego, del “Doppelgänger”. Kieslowski realizó un film sobre sentimientos indescriptibles por la palabra, como los sentimientos premonitorios, y sobre sensaciones de difícil reproducción en pantalla. Un film sobre emociones puras. Toda una obra de arte que a sus veinte años sigue conservando todo su misticismo original. A partir de la peculiar estética heredada de su anterior obra para la televisión polaca, el aclamado Decálogo, y libre de pretensiones moralistas, Kieslowski realizó su obra más íntima y arriesgada, por primera vez en coproducción extranjera, en Francia. La Doble Vida de Verónica significó la definitiva inmersión de Kieslowski en el Olimpo de los cineastas de lo trascendental, con narraciones y encuentros a priori inconexos, apostando por lo irracional, la mística o la fe. Kieslowski se impone gracias a la belleza fotográfica del film y a una banda sonora sublime. Un film digno de estudio constante, por su belleza y por su discurso atrevido, plagado de sensibilidad y místicas conexiones de causa-efecto, donde el azar no parece ser una realidad fortuita, sino una realidad regida por una reglas incomprensibles.
La Doble Vida de Verónica se alzó con el Premio del Jurado, el FIPRESCI y el premio a la mejor actriz para Irène Jacob en el Festival de Cannes de 1991.



Día 14 de Marzo, “Tres Colores: Azul (Trois Couleurs: Bleu)” de Krzysztof Kieslowski, 1993

Primera película de la aclamada trilogía Tres Colores de Kieslowski, basada en el principio de la Libertad de la bandera francesa. Con Juliette Binoche en el papel protagonista, Azul es un film oscuro y esperanzador al tiempo, donde Kieslowski retrata libremente su idea de Libertad, unida al tono del resto de la trilogía con temas habituales como la justicia y la responsabilidad, con su particular microcosmos de conexiones paralelas y relaciones predestinadas. Azul evoca el dolor de la pérdida, su duelo junto a la responsabilidad moral de la identificación personal. Un film de carácter existencialista, que parece abordar muy ambiguamente la idea de libertad, con una protagonista que acaba de perder a su marido, un famoso compositor, y a su hija, en un fatal accidente de tráfico. Azul es una película sobre el poder evocador de la música, auténtico motor responsable y narrativo del film, con algunas de las escenas más extraordinarias jamás rodadas sobre la música personificada en una película. Julie (Juliette Binoche) se debate entre el dolor y la nueva vida, cuyo nexo significa la simbólica “Sinfonía para la unificación de Europa”, una obra sin terminar por su fallecido marido, que debe ser símbolo de la idea de Libertad para millones de personas. Con una extraordinaria banda sonora compuesta por Zbigniew Preisner y un magnífico uso del color, Azul es una de las mejores películas europeas de la década de los 90.



Día 21 de Marzo, “Tres Colores: Blanco (Trois Couleurs: Blanc)” de Krzysztof Kieslowski, 1994

Con Blanco, segundo film de la trilogía Tres Colores, Kieslowski se alejó de la temática transcendental que venía retratando desde el Decálogo para acercarse de nuevo a la situación politico-social en clave de ligera, pero mordaz, comedia con un tono ambiguo e incluso desafiante, sobre la idea de la Igualdad en los países occidentales. Es la película con más carácter polaco de toda la trilogía, con un protagonista polaco emigrado a Francia, Karol, interpretado por un genial Zbigniev Zamachowski, relegado al exilio tras la petición de divorcio de su mujer, Dominique, interpretada por Julie Delpy. Tras esto, Kieslowski muestra todo un abanico de irónicas situaciones, casi kafkianas, a traves del personaje de Karol, al tiempo que retrata constantemente, en tono de denuncia, las desigualdades fraternales entre naciones, las complejas entradas y salidas del obligado emigrante-inmigrante, al tiempo que delata el capitalismo feroz que se apoderaba de la patria del romántico Karol tras la caída del telón de acero. Blanco es un film diferente, una película puente entre Azul y Rojo, pero que comparte la misma mirada hacia la posibilidad y el azar. Un film curiosamente romántico y mordazmente realista, que retrataba una nueva Europa donde el poder comenzaba a tener nombre propio en el dinero y donde nada parecía imposible. Con varios giros narrativos sorprendentes, un casi siempre reservado e introvertido Kieslowski mostraba con Blanco, su lado más irónico y un sutil sentido del humor, en una faceta más del genial cineasta polaco.




Día 28 de Marzo, “Tres Colores: Rojo (Trois Couleurs: Rouge)” de Krzysztof Kieslowski, 1994

Ante la finalización de la trilogía Tres Colores y con el anuncio de la retirada cinematográfica del director, Rojo parecía tomar un tono testamentario. Y lo fue mucho más tras la inesperada desaparición de Kieslowski el 13 de Marzo de 1996. En Rojo, Kieslowski volvió a colaborar con Irène Jacob, en el papel de la estudiante y modelo Valentine, y con uno de los mejores actores franceses, Jean-Louis Trintignant, en el papel del atormentado juez retirado, Joseph Kern. Esta vez, la acción transcurre en Ginebra, como punto intermedio para representar la tercera idea basada en la bandera de la revolución francesa, la Fraternidad. Y de nuevo, Kieslowski consigue desfragmentar el idealismo de la fraternidad a través de la experiencia, defectos y virtudes, de un retirado juez, que presiente en la joven y bella Valentine ciertos vínculos con su pasado. En Rojo, Kieslowski vuelve a demostrar su talento para conectar personajes, en el tiempo y el espacio, dando rienda suelta a la causalidad y la predestinación, tan habituales en toda su filmografía. Rojo es un resumen de todas las cavilaciones de Kieslowski, que parecía presentir en ella su última obra y el fin de todas las conexiones entre su filmografía. Y lo consiguió de forma sublime, espectacular. De nuevo la figura del alter ego, esta vez como representación de las segundas oportunidades, y el azar son protagonistas absolutos, al tiempo que retoma ligeramente toda la temática protagonista de las anteriores películas de la trilogía como la soledad, el dolor, el amor y la justicia. Rojo es un film sobre la idea de la responsabilidad fraternal con una mirada esperanzadora que, sin embargo, retrata una realidad actual dura, alrededor de su uso práctico en la sociedad. Rojo finaliza como las dos anteriores películas, con la idea del amor como salvador y redentor, en una escena final que representa la idea de una segunda oportunidad para todos los protagonistas de la trilogía, en un destino tan irracional como poderoso.





Dedicado a todos los encuentros casuales y a las segundas oportunidades…

Javier Ballesteros


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