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El tiempo en sus manos de George Pal


Ficha técnica y sinopsis. Portada del programa de mano.

«Todos tenemos nuestra máquina del tiempo, ¿no? Las que nos llevan hacia atrás son recuerdos; las que nos llevan hacia adelante son sueños.»

Über, Morlock interpretado por Jeremy Irons en la adaptación de La máquina del tiempo de 2002.


Acercándose el final de la encorsetada era victoriana apareció en la literatura inglesa un escritor que impulsaría el naciente género de la ciencia ficción. Se considera a Herbert George Wells, junto al francés Julio Verne, el precursor de esta incipiente rama literaria que más tarde saltaría a todo tipo de interpretaciones artísticas. Las teorías evolutivas de Charles Darwin en El origen de las especies (1859) y El origen del hombre (1871), así como el progreso científico, industrial y, sobretodo, tecnológico de finales de siglo XIX favorecieron la aparición del mítico novelista. A diferencia de Julio Verne, H.G. Wells tenía una formación académica relacionada con la ciencia (Biología, Zoología y Geología) y forjó su leyenda escribiendo artículos en revistas especializadas. Más tarde conseguiría el éxito con los relatos de ficción fantástica. La máquina del tiempo (The time machine, 1895), El hombre invisible (The invisible man, 1897), La isla del Dr. Moreau (The Island of Dr. Moreau, 1987), La Guerra de los Mundos (The War of the Worlds, 1898) y Los primeros hombres en la luna (The First Man in the Moon, 1901) son las obras que consolidaron el género. En sus novelas, Wells trató los temas contemporáneos que le preocupaban, como la realidad sociológica del momento con su lucha de clases. H.G. Wells abogaba por el establecimiento de un sistema social más justo, de un socialismo que partía del convencimiento de la sociedad y no de la imposición. Intentó fomentar todas sus convicciones reformistas a través de la literatura, en lo que para muchos eran temas tabúes. Fue uno de los novelistas favoritos de los estudios cinematográficos cuando se decidió adaptar a la gran pantalla el género de la ciencia ficción. Numerosas son las películas que han adaptado su obra. Su relación con el cine le llevó a ser guionista de la película La vida futura (Things to come, 1936) de William Cameron Menzies, en la que abordaba su preocupación por la guerra, la tecnocrácia y el uso del progreso con fines belicistas. Orson Welles lo encumbró todavía más a la fama cuando hizo creer a los estadounidenses que estaban siendo invadidos por extraterrestres en una adaptación radiofónica el 30 de octubre de 1938 de La guerra de los mundos.


Cartelería internacional de El tiempo en sus manos.


Su opera prima, y la que a la postre ha originado ríos de tinta y subgéneros dentro de la propia ciencia ficción, es La máquina del tiempo. Su participación en publicaciones científicas le hizo un conocedor inmediato de cuanta teoría asimilable a sus escritos pudiera aprovechar; es así como utilizó y divulgó el concepto físico y matemático de la 4ª dimensión relacionándolo con el tiempo. Albert Einstein formuló años más tarde su Teoría de la relatividad (Teoría de la relatividad especial, 1905; Teoría de la relatividad general, 1915) y disparó la posibilidad de viajar en el tiempo utilizando conceptos tan complejos como inalcanzables, lo que no impidió hacer las delicias de los géneros fantásticos y de ciencia ficción. Unas teorías que gozan, aún hoy en día, de una popularidad inusitada siendo objeto de célebres series de televisión como la longeva Doctor Who o la española El ministerio del tiempo, de películas de calidad contrastada en la actualidad como Interstellar (2014) de Christopher Nolan, e incluso videojuegos. H.G. Wells fue el impulsor definitivo que se necesitaba y mediante su ciencia especulativa jugó a predecir el futuro creando una distopía basada en la evolución del hombre. Siguiendo las teorías darwinistas, se atrevió a pronosticar el fin de la humanidad tal como se conocía a finales del siglo XIX, debido a la profunda división entre las clases sociales. La novela llevaba a su protagonista al año 802.701, en el que se encontraba con un Londres muy diferente. La vegetación había devorado las pocas ruinas que se mantenían en pie. Allí se encontrará con una humanidad decadente que alcanzaba un socialismo utópico dividido entre los frágiles Eloi y los subterráneos y simiescos Morlocks. La novela de H.G. Wells quedaba abierta a diferentes interpretaciones, aunque la más común es la que ve en esta obra una llamada de atención a la responsabilidad de los hombres en el devenir de la humanidad, o a una sátira de la sociedad capitalista. El escritor quiso moralizar en este asunto llevando al extremo la desembocadura de un conflicto entre la clase obrera y clase dirigente. Al respecto formuló:

«Todos mis libros a partir de La máquina del tiempo denuncian la inseguridad del progreso y la posibilidad de la degeneración y extinción del hombre. Creo que llevamos las de perder, pero vale la pena luchar.»

En 1960, tras una década fabulosa en la que las películas de ciencia ficción florecieron gracias a los avances en el campo de los efectos especiales, por el ambiente de desconfianza creado durante la Guerra Fría y el por el surgimiento de la era nuclear, George Pal decidió llevar a la gran pantalla La máquina del tiempo. El tiempo en sus manos fue la traducción de su título al castellano. George Pal era un director de cortometrajes de animación húngaro que tuvo que salir de Europa tras el alzamiento de los nazis. Su especialidad era la animación de marionetas con la técnica de stop motion. Con el prestigio que consiguió en la televisión americana con su serie infantil Puppertoon dedicó sus beneficios a producir películas de ciencia ficción en los florecientes años 50. Desdobló su labor entre la dirección y la producción, pero incluso desde este último cometido hay que considerar las películas como suyas, ya que el trucaje, factor fundamental en la realización, lo iba a diseñar y efectuar él mismo, además de marcar la línea del filme hasta en sus más pequeños detalles. Sus primeras tentativas estaban encaminadas a obtener la perfección en los movimientos de sus muñecos, a lograr que el espectador olvidase totalmente que se trataba de simples marionetas y las considerase como algo enteramente real, como seres que hablaban, se movían y llegasen a componer complicados bailes, como ocurría en Pulgarcito (Tom Thumb, 1958). Ahora bien, Pal se planteó el problema de combinar esta imagen, conseguida por la filmación fotograma a fotograma, y la imagen real, e inventó un sistema nuevo que, años después, va a ser conocido como Dynamation, y que se siguió utilizando posteriormente con mucho éxito de la mano del creador de efectos visuales Ray Harryhausen en películas como Jasón y los argonautas (Jason and the argonauts, 1963) de Ron Chaffey. Este proceso consistía fundamentalmente en el rodaje de modelos reducidos a través de marionetas que reproducen el movimiento humano y la utilización de maquetas a escala, es decir, ciudades que se hunden, volcanes en erupción, destrucción de edificios, ferrocarriles, etc. Para lograr el efecto deseado se tenía que acondicionar la cámara tomavistas a una velocidad superior a lo normal, a más de 78 fotogramas por segundo. Los personajes reales actuaban ante un fondo blanco. Después, las imágenes de las distintas películas se superponían en el laboratorio. Este tipo de efectos dotan al filme, hoy en día, del encanto añejo de lo hecho a mano, de lo artesanal. Con el prisma de la actualidad, con sus informáticas recreaciones, debemos acercarnos a estas producciones, y a El tiempo en sus manos en concreto, con la advertencia de que se trata de un respetable producto de serie B del año 1960. La recreación de los Morlocks se nos antoja hoy, con sus disfraces, sonrojante y graciosa al mismo tiempo. Mientras, el stop motion ha quedado relegado a las películas de animación en las que sobresalen cineastas como Tim Burton con La novia cadáver (Corpse Bride, 2002), Henry Selick con Pesadilla antes de Navidad (The Nightmare Before Christmas, 1993) o Wes Anderson con Fantástico Sr. Fox (Fantastic Mr. Fox, 2009). Todos ellos son deudores en gran medida del visionario George Pal.


Rod Taylor sentado en la icónica máquina del tiempo da vida al mismísimo H.G.Wells, un personaje que en la novela se llamaba simplemente El Viajero del Tiempo. El papel de Rod Taylor en este filme es, junto al de Los pájaros (Alfred Hitchcock; The Birds, 1963), uno de sus trabajos más recordados.


Tres películas de George Pal ilustran perfectamente el tipo de aportaciones que el cine de ciencia ficción le debe. Reúnen innegable interés y por partida doble, pues sus características son además magníficas representantes del cine de los años 50: filmación en color, producción B, actores poco conocidos, ingenua historia sentimental, diálogos llenos de explicaciones, y un mensaje paternal. Las películas son Con destino a la Luna (Destination Moon, 1950) de Irving Pichel, Cuando los mundos chocan (When Worlds Collide, 1951) de Rudolph Maté y La guerra de los mundos (The War ot the Worlds, 1953) de Byron Haskin, con la que tomaba contacto con la obra de H.G. Wells. En todas estas producciones se hizo con el Óscar a los mejores efectos especiales, por lo que la futura adaptación de La máquina del tiempo y sus retos técnicos no tuvieron mejor responsable, al recaer en las manos de un mago de la ilusión y los efectos especiales. Gracias a su dominio, buscó encontrar mediante su arte la representación de los mundos y aparatos de la ciencia ficción, pero también demostró su gusto por la fantasía clásica de los cuentos de los Hermanos Grimm o el Dr. Seuss en los que derrochaba imaginación visualizando mundos de magia infantil.

Entre los hechos sucedidos en la novela, finales de 1899, y su adaptación cinematográfica existe una diferencia de más de 60 años, comprendiendo más allá de la primera mitad del Siglo XX. George Pal y su guionista, David Duncan, utilizaron ese plus de bagaje histórico para remarcar, todavía más si cabe, el mensaje antibelicista y el miedo nuclear de los años 60. A tal efecto, decidieron que el viajero del tiempo ( H.G. Wells en persona, interpretado por el australiano Rod Taylor), iniciara su viaje desde un Londres inmerso en la Guerra Anglo-Boer en Sudáfrica (1899-1902). Las siguientes paradas corresponden con la Primera Guerra Mundial (1917), la Segunda Guerra Mundial (19 de junio de 1940) durante un bombardeo alemán a la ciudad y, por último, la destrucción de Londres por un satélite nuclear en agosto de 1966, dejando a la humanidad al borde de la extinción. Tres guerras reales y una imaginaria que nos muestran con pesimismo, y en algo más de 40 minutos, lo destructivos que podemos llegar a ser. La película jugaba, pues, con el futuro cercano e inventaba un conflicto que se inspiraba en el miedo al holocausto nuclear latente durante la Guerra Fría. La paranoia catastrofista de aquella época se ha tratado en Filmoteca Sant Joan desde El séptimo sello (Det sjunde inseglet, 1957) del existencialista Ingmar Bergman hasta Teléfono Rojo ¿Volamos hacia Moscú? (Dr. Strangelove, or How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb, 1964) de Stanley Kubrick. El hastío belicista que sugiere la película no estaba presente en el libro, pero sí que actualiza y aprovecha los conceptos respetando el espíritu de la obra original. En cuanto a la división entre los Eloi y los Morlocks, en la novela se justifica como una evolución desigual entre las clases sociales: los Morlocks descendían de la clase proletaria obligada a trabajar con máquinas bajo tierra y los Eloi eran los sucesores de la clase burguesa que vivían sin preocupaciones en la superficie, en lo que el viajero del tiempo piensa que es el paraíso alcanzado por el socialismo. En la película, sin embargo, esta división es fruto de la guerra nuclear. Unos sobrevivieron en la superficie y otros se quedaron bajo tierra en los búnkeres antiaéreos, lo que los hizo evolucionar por separado. Como curiosidad, habría que apuntar que nuestro viajero desembarca en el año 802.701 el día 12 de octubre, la misma fecha en la que Cristóbal Colón llegó al Nuevo Mundo.


Los Eloi, con su flequillo rubio y su vida sin obligaciones, son el vivo reflejo del movimiento hippie de la década de 1960, año de estreno de la película. Los Morlocks, sin embargo, gozaron de unos diseños de personaje más simiescos, con los cabellos y la tez pálida debido a la vida subterránea. Este aspecto se inspiraba en los animales ciegos y sin color de las profundidades abisales.


La máquina del tiempo, como aparato mecánico, es un concepto original de la novela de H.G. Wells. Su uso es sencillo y está exento de toda paradoja temporal atribuida a los viajes temporales en la actualidad. El diseño del artilugio que creara el equipo de George Pal ha causado reverencia entre los diseños futuros. La maquina original, de diseño victoriano, ensamblaba una silla de barbero en una especie de trineo con un gran disco giratorio trasero; éste se accionaba a través de una palanca inserta en un panel mediante el cual se podía fijar una fecha en concreto. Es, por lo tanto, la máquina, un personaje en sí mismo que se ha convertido en todo un icono adorado por los encargados de volver a diseñarla o incluso reutilizarla. Podemos encontrar diseños actualizados de la misma en La máquina del tiempo (The time machine, 2002) de Simon Wells, Los pasajeros del tiempo (Time after time, 1979) de Nicholas Meyer o la japonesa Summer Time Machine Blues (Samâ taimumashin burûsu, 2002) de Katsuyuki Motohiro. El concepto de esta máquina es el germen del futuro Delorean de la trilogía Regreso al futuro (Back to the future, 1985, 1989 y 1990) de Robert Zemeckis, o de la famosa cabina de policía británica Tardis, de la serie Doctor Who (1963 hasta la actualidad).

Pese a los avisos sociales que H.G. Wells pretendía inculcar, la obra también nos habla sobre lo magnético que la aventura y lo desconocido ha causado siempre en el ser humano. La curiosidad ha sido un factor crucial para nuestro desarrollo como especie. Esos altos propósitos de la novela nos son aquí aderezados con grandes dosis de aventura y de romance. El anhelo por alcanzar la montaña más alta y la fosa más profunda no impide a la humanidad buscar los límites de lo conocido. El espacio exterior o la fractura del tiempo son los retos. Como dice la cita inicial, todos tenemos recuerdos y sueños para viajar en el tiempo. En todo caso, la literatura también nos ayuda y H.G. Wells puso su granito de arena estimulando nuestra imaginación.

Dentro de un ciclo cinematográfico dedicado a los viajes temporales, El tiempo en sus manos se nos antoja imprescindible en la Filmoteca Sant Joan d´Alacant, siendo la precursora de un género que llega hasta nuestros días y que todavía suscita un gran interés.



JMT



Vídeo introductorio a El tiempo en sus manos
por JMT.