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El ángel exterminador de Luis Buñuel


Ficha técnica y sinopsis. Portada del programa de mano.

«Si el filme que van a ver les parece enigmático e incoherente, también la vida lo es. Es repetitivo como la vida y, como la vida, sujeto a múltiples interpretaciones. El autor declara no haber querido jugar con los símbolos, al menos conscientemente. Quizás la explicación de El ángel exterminador sea que, racionalmente, no hay ninguna.»

Luis Buñuel.

«No he entendido nada, pero es maravillosa.»

Gustavo Alatriste.


Luis Buñuel no se callaba una, era un provocador nato. Cada una de sus inquietudes las plasmaba de tal manera que tuvo que huir constantemente de su hogar para conseguir la libertad de expresión que tantos problemas le trajo. Perteneciendo al grupo surrealista francés formado en París, rodó con su amigo Salvador Dalí el mediometraje Un perro andaluz (Un chien andalou, 1929), y consiguió que ultraderechistas y practicantes católicos destrozaran el cine donde se proyectaba La edad de oro (L'âge d'or, 1930), consiguiendo que las autoridades francesas prohibieran su exhibición durante más de 50 años; su pecado: meterse con la burguesía y con los estamentos eclesiásticos. Tres años más tarde escandalizó a los dirigentes de la Segunda República Española con el documental Las Hurdes, tierra sin pan (1933) con el que buscaba romper la dejadez con que la política se escaqueaba con aquellas gentes. Hay que decir que Buñuel ya militaba en las filas del Partido Comunista Español y cuando estalló la Guerra Civil Española tuvo que poner pies en polvorosa, destino a Estados Unidos, donde fue respetado como un valeroso antifascista, hasta que la lucha en contra del fascismo se pasó de moda, siendo ahora los relacionados con el comunismo los perseguidos e incluidos en la lista negra de Roosevelt. Sin trabajo, tuvo que emigrar de nuevo, esta vez a México. Allí sobrevivió como pudo viviendo de las rentas maternas hasta que consiguió de nuevo trabajo en la industria cinematográfica mexicana. Durante esta época consiguió la libertad que tanto ansiaba, sin que por ello tuviera que, de nuevo, escandalizar a las autoridades mexicanas con Los olvidados (1950), encolerizando a los nacionalistas e intelectuales mexicanos al evidenciar las insuficiencias sociales que algunos obviaban. Cuando, circunstancialmente, volvió a España para rodar Viridiana (1961) también se las apañó para disimuladamente sortear la censura y escandalizar a la prensa vaticana pidiendo la excomunión de todo el equipo, haciendo rodar la cabeza del Director General de Cine de Franco, Muñoz Fontán. Todos estos enemigos, logrados a base de trabajo libre y provocador, no le impidieron cosechar gran cantidad de admiradores en Hollywood y entre los más prestigiosos festivales de cine europeo, llegando a tener un final de carrera de lo más respetado y galardonado, otorgándole el Oscar a mejor película de habla no inglesa por El discreto encanto de la burguesía (Le charme discret de la bourgeoisie, 1972).

Adonde queremos llegar con este rápido y sucinto resumen de su carrera es a la certeza de que siempre fue una persona comprometida con sus ideales, los cuales le granjearon multitud de inconvenientes sin importarle provocar animadversión a todo dirigente susceptible de ser atacado por el realismo de sus filmes más agrios. Todo esto, apoyado en sus filias y toques surrealistas que, en muchas ocasiones, complementaban de forma magistral una realidad impregnada de desigualdades. Pese a ser de familia adinerada, no dudó en criticar a la burguesía y a las diferencias habidas entre las clases sociales. Su manera de hacer fue siempre la crítica ácida y esperpéntica cuando reflejaba neorrealisticamente el mundo de la pobreza en Las Hurdes, tierra sin pan o en Los olvidados. En cuanto a la otra manera, su mirada crítica a las clases sociales altas, siempre fue en modo de mofa, ridiculizándolas en la mayoría de casos o atacando unas costumbres rígidas y amparadas por la etiqueta, el decoro y un catolicismo amamantado desde la cuna. Desde los amanerados usos de La edad de oro hasta El discreto encanto de la burguesía se observa una constante fijación por este tema.


Cartelería internacional de El ángel exterminador.


En el momento de filmar El ángel exterminador (1962), Buñuel estaba en la cúspide de su periodo mexicano. Regresaba de conseguir el triunfo en Cannes por la polémica Viridiana en 1961. Decidió emprender, no sin cierta dificultad —ya que disponía de prestigio, pero apenas dinero para el proyecto que ansiaba—, el rodaje de El ángel exterminador con la producción, de nuevo, de Gustavo Alatriste y la esposa de este, la actriz Silvia Pinal. La idea base surgió de un cuadro titulado La balsa de la Medusa (Le Radeau de la Méduse, 1819) del romántico francés Théodore Géricault, el cual representaba la escena de un naufragio real sucedido a una fragata francesa en la que los 147 supervivientes construyeron una balsa que quedó a la deriva durante 13 días, consiguiendo sobrevivir tan sólo 15 personas que se enfrentaron al hambre, a la locura y al canibalismo. Inspirándose en esta historia real de supervivencia, Luis Buñuel y Luis Alcoriza escribieron un guión titulado Los Náufragos de la Calle Providencia que consistía en la imposibilidad de un grupo de personas de salir de un par de habitaciones de una mansión, teniendo que ir poco a poco abandonando la humanidad amparada por normas sociales en detrimento, cada vez más, de la supervivencia, al igual que en el cuadro de Géricault.

Su gusto por los toques surrealistas, ya fueran como motivo de expresión o como forma de instigar con intrigas seudosimbólicas al espectador, hacía la delicias de todos aquellos que buscaran una interpretación más o menos justificable. Lo cierto es que El ángel exterminador está repleta de situaciones repetidas (entrada de invitados, brindis, presentaciones), objetos extraños (patas de pollo, una mano amputada, masonería…) y comentarios fuera de lugar, como los dichos por las señoras a su salida de un improvisado retrete. Ante los más variopintos significados que encontraba la crítica, Buñuel respondía con sorna que la mayoría de sucesos estrambóticos eran anécdotas reales que le habían sucedido (un oso en una fiesta, águilas surcado el cielo bajo un urinario acantilado en los montes de Calanda, accidentes ferroviarios…) o simplemente hechos que no tenían explicación alguna. A Buñuel le parecían especialmente graciosas las explicaciones de la crítica más reputada, la cual veía en alguna de estas sinrazones simbología de tipo política (el oso como símbolo de la URSS que acabaría con el capitalismo acomodado), religiosa o pretendidamente psicoanalítica. Al respecto, Luis Buñuel afirmó lo siguiente:

«No he introducido ningún símbolo en la película y aquellos que esperan de mi parte un trabajo de tesis, una obra con un mensaje, pueden seguir esperando.»


A la izquierda, Buñuel durante el rodaje acompañado de un cordero, Silvia Pinal (la valkiria) y Enrique Rambal (Edmundo Nóbile). A la derecha, varios miembros del reparto acompañados por Marilyn Monroe, quien acudió a visitar a Buñuel para conocerle; tal era su popularidad en Hollywood.


Lo que parece evidente es el propósito de Buñuel de criticar a la clase burguesa en El ángel exterminador, nuevamente dando a conocer la insensibilidad e incomprensión ante el sufrimiento de la clase trabajadora, ejemplificado perfectamente por la conversación que se mantiene en la película sobre un accidente ferroviario sucedido en Niza:

«SILVIA: Buenos días, Rita ¿ha dormido usted bien?

RITA: No me lo va a creer, pero no he despertado ni un instante.

ANA: En cambio yo, ¡qué noche! Ni siquiera cuando el descarrilamiento del expreso de Niza me he sentido tan adolorida.

RITA: ¿Pero usted ha descarrilado alguna vez? ¡Qué interesante!

ANA: Yo iba enloquecida de un lado a otro. Un vagón de tercera repleto de gente del pueblo se había aplastado como un enorme acordeón. Y dentro… ¡Qué carnicería! Debo ser insensible, porque no me conmovió el dolor de aquellos infelices.

SILVIA: ¿Insensible, y se desmayó usted al desfilar ante el cuerpo yaciente del Príncipe Lurka?

ANA: ¡Oh, no compare usted! ¿Cómo podía quedar indiferente ante la grandeza de aquel admirable príncipe que fue nuestro amigo? ¡Y aquel nobilísimo perfil!

RITA: Yo creo que la gente del pueblo, la gente baja es menos sensible al dolor. ¿Usted ha visto un toro herido alguna vez? Impasible.»

Esta conversación, que tiene su origen en unas declaraciones similares de Dalí en casa del iniciador del surrealismo, André Breton, acerca de un atentado en el Orient Express por parte de anarquistas en un vagón donde se alojaban los pasajeros más exclusivos —otra vez la anécdota real—, es un claro ejemplo de esta supremacía aristocrática de las clases burguesas.

Frente a los Nóbile y sus invitados, aparece el servicio doméstico que, inexplicablemente, siente la urgencia de salir de la mansión. El individualismo frente al colectivismo. La solución al dilema planteado en la película se resuelve espontáneamente cuando todos y cada uno de los burgueses unen fuerzas para recrear una situación vivida previamente. Ninguna explicación se da a tal abulia. Las causas del encierro son un misterio; tal vez el hermetismo de esa clase social o la imposibilidad de llevar a cabo los deseos de cada uno.

En este sentido, y pese a lo que dijera Buñuel, El ángel exterminador funciona muy bien para aquellos que la hayan querido analizar sociológicamente, siendo un estudio del comportamiento humano en situaciones extremas. Recordemos que Buñuel se había acercado a la interpretación de la supervivencia con la adaptación del más icónico de los náufragos, en Robinson Crusoe (1954). Luis Buñuel indicaría al respecto, sin embargo, lo siguiente:

«Creo que lo que les sucede a los invitados de Nóbile no tiene nada que ver con la clase social a la que pertenecen. Con obreros o campesinos la situación sería muy parecida, con ligeras variaciones en la forma. La agresividad no es un rasgo propio de la burguesía o del proletariado. Es inherente a la condición humana...»

Otros grandes cineastas abordaron parábolas semejantes en películas como El año pasado en Marienbad (L'annèe dernière à Marienbad, 1961) de Alain Resnais —con la que coincide en surrealismo, aislamiento y el lujo burgués europeo, tan ansiado por Buñuel en su escaso presupuesto—, o Náufragos (Lifeboat, 1944) de Alfred Hitchcock. Actualmente el tema del aislamiento y la supervivencia está teniendo un gran auge. La vida de Pi (Life of Pi, 2012) de Ang Lee y las películas de ciencia ficción Gravity (2013) de Alfonso Cuarón, Interstellar (2014) de Christopher Nolan o Marte (The Martian, 2015) de Ridley Scott explotan el tema del náufrago abandonado a su suerte. Buñuel, con El ángel exterminador, formuló uno de los ensayos pretendidamente sociológicos que ha terminado convirtiéndose en éxito del share televisivo de nuestros días, siendo pionero en encerrar a personas en una casa para disfrute del espectador: el nefasto reality show llamado Big Brother, aquí Gran Hermano y toda su retahíla de clones formales. Tampoco nos extrañaría incluir El ángel exterminador dentro del subgénero del terror de las casas encantadas, con el que coincide, en muchas de las películas del mismo, en el hechizo o maldición que impide salir a sus inquilinos de las casas.


El elevado número de personajes no impide que distingamos a los personajes por sus profesiones: directores de orquesta, concertistas de piano, cantantes de ópera, médicos, militares... Todos disponen de una alta educación que se verá comprometida ante la imposibilidad de salir.


La interpretación religiosa tampoco está fuera de lugar, siendo Buñuel un experto del ideario católico. El título hace referencia al ángel de la muerte que gobernará la Tierra tras haber desatado las siete plagas en el Apocalipsis de la Biblia. El nombre de la calle en la que se encuentra la mansión, Providencia, indica la supervisión o intervención de Dios sobre los hombres. El inicio de la película nos muestra una portada abocinada de un templo cristiano y finaliza circularmente de igual manera, con la aparición de los corderos. Se podría pensar que vistos todos esos signos, la imposibilidad de no poder salir de la mansión se trate de un castigo abocado a iniciar una nueva plaga que acabe con la humanidad sobre la Tierra. Aunque de enseñanza cristiana, la iglesia católica siempre fue una de las dianas predilectas para Buñuel y aquí es puesta sobre el tapete en igualdad de condiciones que la masonería o los rituales supersticiosos de repetición que representan algunos invitados. Buñuel se referiría a todo esto con estas palabras:

«En cuanto al final, realmente no hay explicación lógica. El ángel exterminador es como una plaga. Primero comienza con un pequeño grupo de gente, después le sigue toda una iglesia, y más tarde el resto de la sociedad. La revolución es simplemente una explosión masiva de la sociedad que las fuerzas del orden tratan de reprimir. Pero el hecho es que, lo quisiesen o no, la sociedad está establecida. Supongo que debe ser la única interpretación simbólica que se puede hacer.»

La reputación como director de Buñuel hablaba de un técnico muy capacitado y que basaba su trabajo en el guion y en la planificación férrea de este en la preproducción, dejando pocos cabos sueltos a la hora de la filmación, que solía ser rápida. Por ello, estuvo muy bien considerado entre las personas de su profesión, por ser un profesional eficiente. En El ángel exterminador se utiliza una puesta en escena milimetrada, siendo un espacio cerrado repleto de personajes. La cámara salta de conversación en conversación reencuadrando continuamente, sin darle mayor importancia, a un personaje o a otro. La aglutinación coral de la película ayuda a mantener esa sensación de caos en los momentos más extremos. Pese a la anarquía perceptible en las imágenes, ayudada por la ausencia de un tiempo computable, se puede establecer una estructura clásica de prólogo, núcleo y epílogo bien estudiada que nos lleva hasta el final de la historia, subiendo poco a poco en interés. Aquí trabajó también con dos de sus más grandes aliados dentro de su filmografía mexicana: el extremeño exiliado Luis Alcoriza como coguionista —en cuanto Buñuel volvió a trabajar en Europa, Alcoriza se convirtió en un gran relevo como director— y el director de fotografía Gabriel Figueroa, con el que trabajó hasta en ocho ocasiones.

Esta película recibió el premio Fipresci de la crítica internacional y el premio de la Sociedad de Escritores del Cine, en el festival de Cannes de 1962. Con el éxito de El ángel exterminador, Buñuel fue tentado nuevamente a rodar en producciones europeas. El rodaje de la inacabada Simón del desierto (1965) puso fin a su etapa mexicana como cineasta, lo que no le impidió seguir viviendo en México hasta el final de sus días.



JMT



Vídeo introductorio a El ángel exterminador
por JMT.