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Loquilandia de H.C. Potter


Ficha técnica y sinopsis. Portada del programa de mano.

«......Cualquier similitud entre Loquilandia y una película es pura coincidencia.»

Texto de presentación de Loquilandia.


Ciertamente la frase inicial que nos da la bienvenida a esta película es una advertencia verídica. El batiburrillo formado por las imágenes de Loquilandia de H.C. Potter (Hellzapoppin', 1941) se alejan de la comunión fílmica de forma vocacional. Tendríamos que irnos al intento de trasladar los diferentes espectáculos de variedades que triunfaban en los Estados Unidos en los primeros 30 años del siglo XX. El vodevil, la revista, el burlesque, el cabaret... todos ellos se extendieron con gran popularidad, siendo su epicentro la Avenida de Broadway en Nueva York. Estos espectáculos colmaban las ansias de disfrute y escapismos de la sociedad americana en tiempo de entreguerras. El más boyante de todos fue el vodevil, en el se incluían gran variedad de actos sin una relación argumental u orden específico en el que se podía disfrutar indistintamente de espectáculos musicales, shows de comedia, espectáculos de magia, demostraciones atléticas, danza, acrobacia, animales adiestrados e infinidad de performances que buscaban divertir y sorprender a los espectadores. Los productores de cine buscaron rentabilizar en la gran pantalla el éxito de estos espectáculos que desde la aparición del cine sonoro se instalaron cómodamente en los platós. La primera película sonora de la historia, El cantor de Jazz de Alan Crosland (The Jazz Singer, 1927) interpretada por Al Jolson, ejemplifica a la perfección la adaptación exitosa de una obra musical de Broadway, por lo tanto, el nacimiento del cine sonoro se convirtió en reclamo y trampolín de numerosos artistas que a la postre formarían parte del star system. Los grandes cómicos se adaptaban o morían. Harold Lloyd y Buster Keaton (gigantes del cine cómico mudo) desaparecieron; Charles Chaplin y el dúo cómico formado por Oliver Hardy y Stan Laurel aguantaron el tipo. Laurel y Hardy formaron una de las primeras parejas cómicas que configurarían el género, reconocible todavía hoy, de las buddy films o películas de colegas. Surgieron posteriormente otros grupos que explotaban la misma fórmula: Abbot y Costello, Wheeler y Woolsey, o el dueto que nos ocupa, Chic Johnson y Ole Olsen. Sólo faltaba que otro grupo nacido de Broadway dotara de excelencia al género: Los Hermanos Marx.


Cartelería internacional de Loquilandia.


La creación de Loquilandia nace pues de estas dos circunstancias. Por un lado la migración de un exitoso espectáculo de Broadway titulado de igual manera y formado por el dúo Ole Olsen y Chic Johnson.  Y por otro, el seguimiento de la estela marcada por las parejas de cómicos y por los Hermanos Marx, los cuales ya venían incluyendo números musicales en sus películas, diálogos rápidos y un humor absurdo. Así pues, Loquilandia se traspasó al cine con la participación en los guiones de Nat Perrin, guionista de diálogos para Hermanos Marx en Sopa de ganso (Duck Soup, 1933) de Leo McCarey, ni más ni menos.

Rompiendo toda convención de estructura narrativa, Loquilandia pretende guiarse por un único esquema ilógico: la locura. No hay patrón conocido con anterioridad a tal desbarajuste. El director de cine que aparece en la película intenta explicarlo con la siguiente frase: “Haremos un film sobre un film sobre Loquilandia”. Pero previamente, nosotros, como espectadores, ya hemos entrado en la cabina de proyección del Universal Theather, hemos conocido al autoconscientemente filmado proyeccionista, el primo de nadie Looey. Por lo tanto, y sin que sirva de fórmula matemática, lo que vamos a ver es una película sobre una película que se está mostrando en el cine que trata sobre el intento del anterior director mencionado en hacer un film sobre un film sobre un vodevil llamado Loquilandia... ¿Complejo? Pues da absolutamente igual, ya que el metalenguaje utilizado por H.C. Potter se resquebraja sin que nos importe lo más mínimo. La vanguardia anárquica de Loquilandia es parte de la propia ruptura con las convenciones del lenguaje audiovisual clásico.

La película avanza entre chistes y gags visuales, muchos de ellos haciendo uso de efectos especiales fotográficos y trucajes de cámara. Las clásicas retroproyecciones, las exposiciones dobles, la cámara lenta y la siempre cómica cámara rápida son utilizadas para sorprender al espectador deleitándoles con el uso imaginativo de estas herramientas tan asimiladas.


La pareja formada por Ole Olsen y Chic Johnson apenas tuvo éxito en la gran pantalla. Con apenas unas cuantas películas en su haber, sin embargo, sí que triunfaron sobre las tablas de Broadway. Loquilandia es la única película del dúo que se puede encontrar editada en castellano.


El término teatral de la cuarta pared, que hace alusión a la pared imaginaria entre la ficción representada por los actores y el público asistente, se rompe continuamente habiendo una interrelación entre los varios niveles de ficción: nosotros con el proyeccionista, el proyeccionista con Olsen y Johnson o ellos consigo mismos mientras se ven representados en una fotografía que, sobrenaturalmente, se convierte en otra cuarta pared. Esta ruptura viene dada directamente del espectáculo de Loquilandia representado en Broadway, en el que los actores corrían por el patio de butacas y se relacionaban con el público.

Todo este humor es además referencial. Aparecen los nombres del arquero Guillermo Tell, del pionero y colonizador del salvaje oeste Daniel Boone y del reciente fallecido compositor George Gershwin (autor de la pieza Rapsody in Blue). Se nombran, además, a los actores de cine Joel McCrea, protagonista del clásico Los viajes de Sullivan de Preston Sturges (Sullivan´s travels, también de 1941), a la actriz y bailarina Ginger Rogers; aparece el monstruo de la Universal, Frankenstein y, la más cinéfila y desconcertante alusión al cine surgido de aquel año: el trineo Rosebud de Ciudadano Kane de Orson Welles (Citizen Kane, de 1941 nuevamente).

Aunque en su mayoría hablamos de un humor escapista, slapstick y bufonadas “cartoonescas”, también se puede ver entre sus planos cierta crítica al mundo del cine. No parece casual que el director del "film sobre el film sobre Loquilandia" apunte a que una película ha de tener un romance como cursi esqueleto del triunfo. Podemos imaginar perfectamente cuales fueron las condiciones que impusieron los dirigentes de Universal para trasladar el exitoso vodevil a la gran pantalla: exactamente las mismas. Las exigencias pues, se asimilaron para satirizar lo ridículo de este espectáculo de masas. También se ridiculiza a la elitista clase social americana que sin tapujos admite organizar una colecta benéfica a favor de la Cruz Roja solo para tener al verdadero amado cerca. Incluso se vierte algún que otro chiste mofándose del Código Hays por el cual se regulaba la moralidad el espectador censurando las salidas de tono más extravagantes.


La pareja romántica inmersa en un triángulo amoroso. La alta sociedad mezclada con los aspirantes a artistas del espectáculo. Martha Raye y Mischa Auer forman la otra pareja cómica de Loquilandia, una vedette poco agraciada y de sexualidad ligera y un verdadero/falso aristócrata europeo cazafortunas, un Erich von Stroheim de opereta.


Humor absurdo, satírico, pero también musical. Dentro de este género, Loquilandia atrae al espectador con números de verdadero disfrute como la introducción diabólica, el ballet acuático y el recordado intermedio bailongo de los Harlem Congeroos Dancers, el más acrobático de todos ellos. Como ya apuntamos antes, el género musical venía de la tradición de los espectáculos teatrales adaptados al cine de la mano de Fred Astaire con Sombrero de copa (Top Hat, 1935) de Mark Sandrich, En alas de la danza (Swing Time, 1936) de George Stevens. O las películas dirigidas por Bugsy Berkeley y Lloyd Bacon como Vampiresas 1937 (Bugsy Berkeley;Gold Diggers of 1937, 1936) o 42nd Street (Lloyd Bacon; 1933), a las cuales se parodia sin tapujos.

La película se estrenó en 1941, poco después del ataque a Pearl Harbour. El ambiente prebélico contribuyó a que la película fuera un fracaso. Se suprimieron varias escenas que hacían referencia a un acorazado hundido y se obvió las burlas al nazismo. Tal vez por ello Loquilandia se trate de una película desconocida para el gran público. Sus autores apenas gozaron de alguna que otra oportunidad para demostrar lo que valían, pero el horno ya no estaba para bollos. Olsen y Johnson continuaron con sus números cómicos en teatros y televisión pero injustamente quedaron en el limbo de la genialidad olvidada. Es por ello que la Filmoteca de Sant Joan d´Alacant los recupera dentro del ciclo “cine dentro del cine”.



JMT



Vídeo introductorio a Loquilandia
por JMT.