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La carreta fantasma de Victor Sjöström


Ficha técnica y sinopsis. Portada del programa de mano.

«Victor Sjöström había hecho la que, para mí, fue la película de las películas, La carreta fantasma. La vi por primera vez cuando tenía quince años. Ahora la veo por lo menos una vez cada verano, solo o en compañía de otras personas más jóvenes. Veo claramente cómo La carreta fantasma ha influido en mi vida profesional, hasta en los más minuciosos detalles.»

Ingmar Bergman.


No cabe duda de que Victor Sjöström es uno de los cineastas más influyentes de toda la historia del cine. Sin embargo, aún hoy, en 2016, año en el que se cumplirán 95 años del estreno de su obra maestra, La carreta fantasma (Körkarlen, 1921), la figura del director sueco continúa relegada en la retina de la gran mayoría del público a su interpretación del anciano profesor Isak Borg en Fresas salvajes (Smultronstället, 1957), quizá la mejor película de Ingmar Bergman y una de las obras cumbres del cine europeo. La imponente sombra de Isak Borg parece haber oscurecido toda la anterior carrera cinematográfica del que fuera considerado el director sueco más importante de su tiempo, junto a Mauritz Stiller, hasta la llegada del propio Bergman.

Se puede afirmar sin temor al equívoco que Victor Sjöström marcó, definitivamente, el estilo naturalista y poético del cine sueco, en un periodo de gestación del cinematógrafo como verdadero arte —el de los inicios del llamado Modo de Representación Institucional en la segunda década del siglo XX— en el que la industria del cine escandinavo —sueco y danés— llegó a ser la más importante del mundo, gracias a la Nordisk Film Kompagni —la primera productora de la historia del cine—, fundada en 1906 por el danés Ole Olsen y a la productora sueca Svenska Bioteatern, fundada en 1909 por Charles Magnusson. Los primeros años de la década de los 10 significaron la edad de oro del cine danés, mientras que la segunda mitad supuso el dominio del cine sueco con la fusión de la Svenska Bioteatern y otras pequeñas productoras en la Svensk Filmindustri, la gran productora sueca, aún vigente hoy día. Los años comprendidos entre 1916 y 1923 significaron la edad dorada del cine sueco, con los directores Mauritz Stiller y Victor Sjöström a la cabeza, y multitud de actores y actrices de reconocida fama mundial, como la propia Greta Gustafsson, más conocida como Greta Garbo. Hacia 1924 tanto Stiller como Sjöstrom y Garbo ya se habían establecido en los Estados Unidos, significando el éxodo de estas principales figuras del cine sueco el propio declive de su industria, hasta la irrupción, décadas más tarde, de cineastas como Ingmar Bergman.


Cartelería internacional de La carreta fantasma.


La carreta fantasma es, probablemente, la película más importante de la edad de oro del cine mudo sueco. En 1920, antes de comenzar la producción de La carreta fantasma, Victor Sjöström ya había dirigido más de 40 películas, entre las que destacan obras tan relevantes como Ingeborg Holm (1913), Había una vez un hombre (Terje Vigen, 1917), Los proscritos (Berg-Ejvind och hans hustru, 1918) o El monasterio de Sendomir (Klostret i Sendomir, 1920). No es de extrañar que tras una carrera tan prolífica como la de Sjöström en 1921, su dominio de la técnica cinematográfica fuera tan acusado en La carreta fantasma. Si a tal oficio se le incluye la obsesión de Sjöström por la experimentación técnica y narrativa, película tras película, estaba predestinada la llegada del día en el que una de sus obras marcaría un antes y un después en la historia del cine. Esa obra fue, sin lugar a dudas, La carreta fantasma.

A medio camino entre el incipiente expresionismo alemán y el posterior realismo poético francés, La carreta fantasma supuso un punto de inflexión en el uso de los espacios naturales en convergencia con los decorados interiores, y fue pionera en el uso de la sobreimpresión del negativo con efectos dramáticos, entre otras muchas virtudes. Por otra parte, Sjöström ya había mostrado anteriormente su maestría, íntimamente naturalista, en la puesta en escena en exteriores, capaz de dotar a los elementos de la naturaleza de códigos simbólicos y metafóricos, a favor de una narración poética; una maestría que continuaría mostrando en La carreta fantasma y su posterior filmografía en los Estados Unidos.

La carreta fantasma es una adaptación de la novela homónima —publicada en 1912—, de la aclamada escritora sueca Selma Lagerlöf, primera mujer en recibir un Nobel de Literatura en 1909. No era la primera vez que Sjöström adaptaba un texto de Lagerlöf; Sjöström ya había adaptado al cine La Hija de la Turbera (Tösen från Stormyrtorpet, 1917), La Voz de los Antepasados (Ingmarssönerna, 1919) y La Hija de Karim Ingmar (Karin Ingmarsdotter, 1920), basadas, mayormente, en la novela más conocida de Lagerlöf: Jerusalem.

La carreta fantasma es un relato moralista, al más puro estilo del Cuento de Navidad de Charles Dickens, extrapolando la fecha de la Navidad a la víspera de Año Nuevo. La película narra la redención de David Holm —interpretado por el propio Victor Sjöström—, un personaje arrastrado a la perdición por culpa del alcohol, hasta el punto de abandonar a su mujer y sus hijos. La película se sitúa en Nochevieja, a pocos minutos de la llegada del nuevo año; David Holm evoca una vieja leyenda en un cementerio, junto a un par de borrachos, según la cual el último pecador en morir cada año deberá conducir los siguientes doce meses la carreta fantasma, para recoger el alma de todos los muertos durante ese tiempo. Tras relatar la leyenda, segundos antes de que termine el año, David Holm muere accidentalmente tras un forcejeo con los otros borrachos y pronto aparece la carreta fantasma con su conductor, a quien deberá relevar en su oficio.

Es, precisamente, la secuencia de la muerte de David Holm, con la consiguiente marcha del alma de su cuerpo fallecido, la más icónica de la película. La sobreimpresión fotográfica para mostrar el alma translúcida de Holm abandonando su cuerpo —un recurso utilizado hoy día hasta la extenuación—, nació en esta película, gracias a la genialidad de Victor Sjöström y a la de su director de fotografía, Julius Jaenzon. De igual modo, la carreta fantasma y su conductor son mostrados utilizando la misma técnica de la sobreimpresión fotográfica, o doble exposición, dotando a todos de una imagen espectral, jamás vista hasta la fecha que, sin embargo, continúa siendo el recurso más utilizado para la plasmación fotográfica de cualquier ser fantasmagórico. Las secuencias en las que la carreta fantasma recoge las almas de los muertos son, aún hoy, un hito del cine fantástico. En la secuencia en la que la carreta recoge el alma de un ahogado, Sjöström utiliza toda su maestría en la puesta en escena naturalista y poética, mostrando uno de los elementos naturales como es el agua, el mar, embravecido como símbolo de lo inexorable, a la vez que la carreta, sobreimpresionada y translúcida, se introduce en el mismo. Una secuencia memorable, de una obra maestra.


Victor Sjöström interpreta a David Holm en La carreta fantasma. La técnica de la sobreimpresión fotográfica, o doble exposición, para mostrar el alma de David Holm abandonando su cuerpo fallecido, marcó un antes y un después en la historia del arte cinematográfico.


Pero la experimentación fotográfica de Sjöström en La carreta fantasma no es el único motivo pionero de la película; el dominio de Sjöström sobre la narración cinematográfica y, especialmente, el magistral uso del flashback, significó, aún si cabe, un mayor impacto e influencia en los cineastas futuros, hasta hoy día. Toda la película se basa, narrativamente, en el uso de este recurso, del flashback, aún muy poco utilizado en 1921, y mucho menos con tal dominio. Sjöström llega a plantear hasta tres relatos, uno dentro de otro, en un momento de la película: el tiempo presente con David Holm en el cementerio, su narración en flashback sobre cómo su amigo Georges le cuenta la leyenda a Holm y el propio relato, también en flashback, de la leyenda de la carreta fantasma narrado por Georges. Todo un prodigio narrativo, que funciona como una pieza de orfebrería. Por otra parte, Sjöström acentúa hasta lo sublime el montaje en paralelo, también en ciernes aún en aquellos años, y también parece adelantarse al montaje soviético en las secuencias finales de la película. Básicamente, Sjöström hace malabares con la narración a su antojo, adelantándose en el dominio del lenguaje cinematográfico a muchos de los considerados padres del mismo, como Griffith, Eisenstein o Dreyer.

Además de todo lo anteriormente comentado, hay que indicar lo extraordinario de las interpretaciones, más allá de la excepcional de Sjöström como David Holm. Cabe destacar que durante la época dorada del cine mudo sueco, el foco de atención estuvo en muchos de sus actores y actrices, incluso por encima de los directores. Varios de los mejores trabajaron en La carreta fantasma; es el caso de Tore Svennberg que interpreta al antiguo amigo de David Holm, Georges, figura clave del relato por quien cae en la bebida, que significará finalmente el elemento redentor del propio Holm; también, la veterana Hilda Borgström —una de las actrices más importantes de su época— que da vida a la mujer de David Holm, con una interpretación muy cercana al expresionismo, sobrecogedora; por último, destaca la joven Astrid Holm, que interpreta a la voluntaria del Ejército de Salvación, la hermana Edit, un personaje que hará lo posible por reconducir hacia el buen camino a David Holm, poniendo en riesgo su propia vida, a pesar de los múltiples desprecios de Holm hacia su persona.

Cabe destacar la carga de crítica social que esconde el relato. Tanto el padre de Selma Lagerlöf como el de Victor Sjöström eran alcohólicos; un hecho indicador de la convergencia de ambos artistas por plasmar la problemática social que significaba el alcoholismo en la Suecia de aquellos años. El carácter simple y extremadamente moralizante de la película se debe al interés de ambos —que se reunieron en multitud de ocasiones durante la producción— de que la película fuera accesible a todos los públicos y su carga moral fácilmente asumible; para Lagerlöf era lo más importante. Selma Lagerlöf se encontraba entre aquellos intelectuales que todavía no veían en el medio cinematográfico una labor artística, relegando al cine a una mera representación cultural, derivada del Teatro. Sjöström consiguió contentar a Lagerlöf al tiempo que desarrollaba todas sus inquietudes artísticas, experimentando con el medio. El propio Ingmar Bergman plasmó los encuentros de Sjöström y Lagerlöf durante la producción de La carreta fantasma en una de sus últimas obras para la televisión sueca, Creadores de imágenes (Bildmakarna, 2000), una película en la que también aparecen el director de fotografía de la película Julius Jaenzon y la amante de Sjöström en aquel momento, la famosa actriz sueca Tora Teje. Sin duda, toda una declaración de admiración de Bergman por su maestro Sjöström y La carreta fantasma, en el ocaso de su carrera.

La carreta fantasma es una de las películas más influyentes de todos los tiempos. Cineastas como Stanley Kubrick o Quentin Tarantino han afirmado su devoción por la película. Resulta irresistible, por ejemplo, tras ver la secuencia en la que David Holm destroza una puerta con un hacha, recordar la secuencia de El resplandor (The Shining, 1980) de Stanley Kubrick, en la que el personaje de Jack Nicholson parece imitar plano a plano a David Holm.


El cineasta sueco Victor Sjöström
(Silbodal, 20 de septiembre de 1879 – Estocolmo, 3 de enero de 1960)
fue uno de los maestros pioneros del arte cinematográfico.


Tras La carreta fantasma, Victor Sjöström rodaría en territorio norteamericano, bajo el nombre de Victor Seastrom —para facilitar su pronunciación anglosajona— otras obras imprescindibles del periodo silente como El que recibe el bofetón (He Who Gets Slapped, 1924), con el inigualable Lon Chaney como protagonista, pero, sobre todo, la extraordinaria El viento (The Wind, 1928), con Lillian Gish; otra de las obras maestras innegables del cine silente, con la firma del cineasta sueco, en la que volvió a dar muestra de su narración naturalista y poética, volviendo a utilizar las sobreimpresiones para materializar en forma de animal salvaje algo tan etéreo como el viento. También rodó su ansiada película junto a Greta Garbo, La mujer divina (The Divine Woman, 1928), de la que, desgraciadamente, solo se conservan 9 minutos de metraje y a la que muchos historiadores sitúan como una de las obras maestras perdidas del cine mudo.

En definitiva, La carreta fantasma es un clásico a visitar, y revisitar, por todos los amantes de cine, sobre todo, por aquellos con inquietudes sobre sus orígenes. Una película inmortal que reivindica la figura de Victor Sjöström como uno de los grandes pioneros del arte cinematográfico, maestro de maestros.



Javier Ballesteros



Vídeo introductorio a La carreta fantasma
por Javier Ballesteros.