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M, el vampiro de Düsseldorf de Fritz Lang.


“Hoy en día, califico al cine de industria, y pudo haber sido un Arte.  Lo hemos convertido en una industria y matado el Arte. Pero con ello, también hemos matado la Industria.”

Fritz Lang, entrevistado por Jean-Louis Noames en 1964

Mientras Hollywood pensaba que lo mejor para el recién llegado cine sonoro en los primeros años 30 eran los musicales y las adaptaciones de obras teatrales, una generación de realizadores europeos comprendió las posibilidades del nuevo medio.

Entre ellos, Fritz Lang, que ya había desarrollado una vasta filmografía en Alemania durante el periodo silente y quien demostró adaptarse perfectamente al nuevo medio incluso desarrollando nuevas formas de expresión narrativa en su primera película sonora, M, el vampiro de Düsselforf (M, 1931).

 Al igual que otros maestros en Europa como por ejemplo Alfred Hitchcock en Inglaterra, Fritz Lang había desarrollado durante su etapa en el cine mudo unas cotas de creatividad altísimas gracias a la propia naturaleza del cine mudo que necesitaba una alta dosis de sugestión para contar historias exprimiendo al máximo la capacidad expresiva del cine de entonces. Con la llegada del sonoro tuvieron que ser estos mismos realizadores quienes continuaran buscando en el medio nuevas formas de expresión al tiempo que muchos otros se perdieron totalmente ante el nuevo sistema.

En el caso de Fritz Lang, su cine quería hablar. En películas como El Doctor Mabuse (Dr. Mabuse der Spieler, 1922), Metrópolis (Metropolis, 1927), o Los Espías (Spione, 1928) , ya se intuía una aspiración hacia el cine sonoro, ya por la narración densa con guiones complicados o por el uso de la música como suplente del sonido y voz. La mayoría de recursos dramáticos del sonido en el cine vino de la mano de estos realizadores que ya habían sido pioneros de la imagen. Algunos ejemplos en M son la famosa melodía de “Peer Gynt” silbada por el psicópata a lo largo de todo el film, los silbidos a modo de señales de los mendigos cuando lo persiguen o el innovador encadenado sonoro entre diversos planos y espacios. Además, Fritz Lang fue el primer director que utilizó una voz en off como recurso dramático en M, y uno de los primeros junto a Hitchcock en demostrar la capacidad del cine sonoro para producir efectos psicológicos y escalofriantes que hoy día siguen siendo fuente del cine moderno.

Fritz Lang y su guionista, y esposa, Thea Von Harbou establecieron convenciones todavía utilizadas en las películas de asesinos múltiples actuales, como intercalar escenas de la vida patética del criminal con la férrea investigación de la policía, y no se olvidaron de temas como la atención de la prensa a los asesinatos, la reacción de los ciudadanos y la presión política que estorba tanto como estimula a la policía.

Lang siempre consideró M como la película de la que se sentía más orgulloso. No es difícil saber por qué: M funciona con precisión como radiografía social de una Alemania que, en plena decadencia de la República de Weimar, no sabía cómo salir adelante. Le sirvió de espléndido banco de pruebas para el naciente sistema sonoro, retratando una conducta criminal mucho más realista que la enunciada en El Doctor Mabuse o Spione. Tuvo una vez más la oportunidad de aplicar su sentido documental investigando durante meses el comportamiento de varios psicópatas y entrevistándose con psicoanalistas, policías, delincuentes y reporteros de sucesos. Peter Kürten, un asesino de niños de la ciudad de Dusseldorf, fue el modelo que inspiró más directamente al personaje de Hans Beckert, magníficamente interpretado por Peter Lorre.

Pero la mirada del cineasta no se limitaba a un solo personaje ni a una situación concreta que concluye cuando el psicópata es detenido y juzgado. Su personaje alcanza todas las esferas de la sociedad alemana de principios de los treinta, indagando con precisión en temas como la locura colectiva, la incapacidad de la policía por mantener la seguridad ciudadana o la ambigüedad de la autodefensa urbana al margen de la ley. De la forma más sencilla, Lang hace patente un auténtico estado de terror. El asesino, como rezaba el por entonces “molesto” subtítulo de la película, estaba entre nosotros. Lang hacía de la cotidianidad más demente un auténtico fresco de terror certificando la ansiedad de toda una nación que llegó a desarrollar una auténtica psicosis de masas alrededor de los asesinatos en serie cometidos en Düsseldorf por un “asesino colectivo”.

La película tiene además un detalle cínico al suspender la policía todas las actividades delictivas con el fin de capturar al asesino, obligando a la sociedad secreta de ladrones profesionales a cazarle como a un animal. De esta forma, queda perfectamente reflejado como un individuo de estas características, y es finalmente juzgado y rechazado por criminales, no por sus asesinatos sino por la interrupción del organizado bloque criminal.

Finalmente es un individuo rechazado por toda la sociedad, buenos y malos, conscientes e inconscientes, ricos y pobres, siendo la autodescripción y autojustificación del propio individuo en el juicio final de forma desesperada, un auténtico reflejo de una sociedad tan enferma como el propio psicópata en una de las mejores escenas de la película.

Es destacable también la compleja interpretación de Peter Lorre y la dolorosa y magistral forma con la que Lang construye la secuencia de apertura, la muerte de la pequeña Elsie Beckman.

El realizador vienés reafirmaría su concienciación social tras M con sus siguientes películas, como El testamento del doctor Mabuse (Das Testament des Dr. Mabuse, 1933) que le supondría finalmente el exilio, y ya en el comienzo de su etapa americana con obras como Furia (Fury, 1936), ó Sólo se vive una vez (You only live once, 1937), dentro de la fabulosa filmografía de un auténtico visionario.

Programa de mano para el ciclo "Individuo y sociedad" de la 1ª edición de la Filmoteca (Mayo de 2008).


Cartelería internacional.

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