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El hombre del brazo de oro de Otto Preminger.

Ficha técnica y sinopsis. Portada del programa de mano.
            La razón por la que El hombre del brazo de oro figura en todos los libros de historia del cine es que fue la primera producción de Hollywood que reflejaba explícitamente una adición a la heroína. Afirmarlo con esta rotundidad puede parecer despectivo respecto a las cualidades artísticas de la película – no es el caso -, pero en ningún caso es erróneo. Cuando se mide la magnitud de esta obra de Preminger se ha de analizar sociológicamente el momento de la historia al que pertenece.
 

Los años cincuenta en Estados Unidos comprendieron el inicio de la guerra fría contra la Unión Soviética y el desarrollo de la paranoia nuclear. A nivel mundial se producía el asentamiento definitivo del capitalismo como modelo económico. La sociedad americana además comenzaba a sacudirse. El descontento racial estaba a punto de hacerse patente. Las nuevas generaciones empezaban a sentir la obsolescencia de la moral contemporánea.

En lo referente al cine, las producciones hollywoodienses seguían siendo vigiladas por el Código Hays. Para el que no lo conozca lo introduzco brevemente: el Código Hays consistía de una serie de reglas con el que la industria cinematográfica se aseguraba de que ninguna película mostrase contenidos moralmente perjudiciales. Es decir, que no se permitiría la inclusión de escenas de sugestión sexual explícita, blasfemas, críticas con el gobierno o el clero, en las que se mostrasen o se alentaran métodos violentos, o se mostrase la muerte. Sin embargo, y en concordancia con el sentimiento de cambio antes descrito, habría una serie de acontecimientos que servirían como principio del fin de este código de producción. Es en este punto hay que destacar la figura de Otto Preminger.
 

EL DIRECTOR: PREMINGER.
Otto Preminger durante el rodaje.
Preminger nació en Viena en 1905. Su aspiración de juventud fue el teatro, por lo que se unió al teatro Josefstadt,dirigido por el gran padrino del cine alemán Max Reinhardt. Alumno aventajado, Reinhardt le proclamó sucesor como director de la compañía. Su primer acercamiento al cine consta de 1932: Die GrosseLiebe (El gran amor), un drama que narra la historia de una señora que confunde a un veterano de la I Guerra Mundial por su hijo perdido. Preminger no quedó satisfecho con la experiencia, pero eso importó poco a la Twentieth Century Fox. En una de las visitas a la zona germanoparlante en busca de nuevos talentos, Joseph Schenck, jefe de los estudios Fox, quedó impresionado con el trabajo de Preminger, por lo que le propuso incorporarse a la industria hollywoodiense. Ya en Estados Unidos comenzó a rodar películas de bajo presupuesto y de poca repercusión. La más conocida de esta primera época es Laura (1944), considerada por los críticos como una de las mejores piezas de cine negro. También cabe resaltar las comedias románticas La zarina (A royal scandal, 1945) y La dama del armiño (That Lady in Ermine, 1948), en las que compartiría créditos con el maestro Ernst Lubitsch.

Es a partir de los cincuenta cuando su carrera comienza a adquirir una solidez regular. Al borde del peligro (Where the Sidewalk Ends, 1950) y Cara de ángel (Angel Face, 1952) son dos obras muy bien estimadas por los amantes del cine negro. Es también la época en la que empieza a introducirse en temas incómodos. El musical Carmen Jones (1953) era una adaptación de Carmen de Georges Bizet, esta vez situada durante la II Guerra Mundial y realizada con actores negros. No dejaba de resultar inusual que un director austriaco y judío tuviese la valentía de extrapolar el universo de Carmena un contexto, el de los afroamericanos, que todavía era una cuestión tabú para el gran público. Pero aun así esto no daba al traste con ninguna línea del código de producción. Este primer choque con la el Código Hays y la MPAA (Motion Picture Association of America) llegaría en 1953.

Ese mismo año había decidido no renovar su contrato con la Fox y se declaró cineasta independiente. Desligarse de las exigencias de una major le permitía libertad absoluta en cuestiones técnicas, artísticas, temáticas y de discurso, algo que demostró en su siguiente largometraje La luna es azul (The Moon is blue, 1953) protagonizada por William Holden, David Niven y MaggieMcNamara. Una comedia romántica y desenfadada a la que los censores, a priori, no tendrían por qué ponerle pegas. Sin embargo, en la película se hablaba explícitamente de temas sexuales, como el acto en sí, la virginidad o la seducción. Conceptos que el ser humano asimiló desde que tuvo capacidad intelectual plena, pero que daban al traste con los preceptos morales de la época. Preminger, en una decisión que establecía un precedente, decidió lanzar la película en los circuitos comerciales pese a no contar con la aprobación oficial del aparato censor de la MPAA. Para sorpresa de todo el mundo – especialmente para los exhibidores, que se habían arriesgado al dar cabida en sus salas a una película que no tenía el sello del Código de Producción – La luna es azul recaudó más de cuatro millones de dólares en su estreno. Seguramente alentado por este éxito inesperado, Preminger se permitió el lujo de abordar sin complejos su siguiente historia.


LA OBRA.
El hombre del brazo de oro, basada en el libro homónimo de Nelson Algren, reflejaba la historia de Frankie Machine, un muchacho que peleaba contra su adicción a la heroína mientras buscaba una salida que le alejara del gueto polaco de Chicago en el que vivía. Preminger escogía este tema, consciente de que sería rizar el rizo ante el Código de Producción y el público general. Las pocas películas que hasta el momento habían tratado el consumo de heroína como Narcotic (Dwain Esper, 1934) eran rarezas cuyo valor para aquel entonces ya era anecdótico. Esta producción, que contaría con personalidades como Frank Sinatra, Kim Novak o Eleanor Parker, llegaría al gran público de manera más que probable. Es por esto por lo que la MPAA comenzó a lidiar con Preminger. Una batalla perdida de antemano, puesto que Preminger podía jactarse de ser un director independiente y, por si esto fuera poco, ya había contratado con la UnitedArtist la distribución de la cinta resultante. El proceso fue el lógico y esperado. En primer lugar la MPAA aconsejó reiteradamente a Preminger que rectificara el guion o que no siguiera adelante con el proyecto. Preminger rodó la película y entonces la MPAA le recomendó que recortara ciertas escenas – concretamente, aquellas en las que se muestra o se intuye cómo el protagonista obtiene una dosis. Al final, negó a El hombre del brazo de oro el sello del Código de Producción. Y esto, obviamente – y más tras el éxito de La luna es azul – tampoco detuvo al tándem Preminger – UA, que distribuyó su filme a los exhibidores. Aún quedaba otro revés para la MPAA: la Legión de la Decencia, mecanismo ultraconservador, dio su aprobación a la obra alegando que no contenía nada – o poco – que pudiera ser considerado inmoral.

 De hecho, no es una película que aliente el consumo de drogas. Esto se hace obvio en la película, pero merece argumentos. El planteamiento de la película es el siguiente. Frankie Machine (Frank Sinatra) vuelve su barrio, un gueto de polacos en Chicago. Acaba de cumplir una condena en prisión durante la cual se ha desenganchado de la heroína y ha comenzado a tocar la batería, con la esperanza de prosperar en la música y poder dejar el mundo de las timbas de póker. En el barrio le espera Zosh (Eleanor Parker), mujer posesiva que finge una minusvalía para atar a Frankie a su vida; le espera Schwiefka (Robert Strauss), que ostenta el poder en el barrio gracias a las timbas de póker que Frankie gana por habilidad; Louie (DarrenMcGavin), traficante de drogas que tienta a Frank para que vuelva al hábito; y por último, Molly (Kim Novak), una antigua amanteque sigue enamorada de Frankie. Aunque en la puesta en escena no quede patente, estamos hablando de un barrio decadente, marginal, damnificado por esa especie de selección natural económica impuesta por la gran ciudad.

Hablando en términos básicos, una adicción es el desarrollo de una dependencia física y psíquica a algo, sea una sustancia, una emoción o una situación. La dependencia se provoca como respuesta a unas necesidades. Y en el universo de El hombre del brazo de oro, existe todo un círculo de necesidades alrededor de la figura principal de Frankie.

El condicionante común a todos los personajes es el propio gueto. Un suburbio oprimido en el que la prosperidad es una ilusión. Sparrow, fiel amigo de Frankie, no tiene oficio ninguno y sobrevive en base a la picaresca. Molly, a falta de algo mejor, trabaja en un club para hombres. No ha sido capaz de esperar a que Frankie saliera de la cárcel y le ha sustituido por otro adicto, un borracho de medio pelo. Louie es una de las personas mejor acomodadas del barrio gracias a su negocio con drogas, por lo que necesita volver a enganchar a Frankie, su mejor cliente. Schwiefka busca mantener su estatus de amo del barrio mediante el talento de Frankie en el póker, por lo que le arrastra de nuevo a trabajar con él. Zosh vive encerrada en su piso de mala muerte, intentando que nadie descubra su discapacidad. En caso contrario, no podría chantajear a Frankie, que se siente culpable por haber provocado el accidente de tráfico que supuestamente la postró en una silla de ruedas. Si Frankie no sufriera esta culpabilidad, abandonaría a Zosh, con lo que esta quedaría en la más absoluta soledad, pudriéndose en el gueto.

Frankie quiere abandonar el gueto. Su intención es ganarse el pan como baterista. Pero está aprisionado por las circunstancias que le rodean. La secuencia en la que es encarcelado junto con Sparrow por robar un traje es absolutamente simbólica. Comparten celda con otro adicto a la heroína en pleno síndrome de abstinencia. El preso acaba enloqueciendo y Frank acaba desolado, conocedor de que su escapatoria es improbable. Es el mayor perjudicado de la red de necesidades antes descrita. Sus ganas de evadirse de esta problemática se manifiestan en tres opciones. La primera es Molly, de perfil antagónico al de Zosh. No es posesiva, sino dedicada. Durante el desarrollo de la película, ayuda varias veces a Frankie de forma desinteresada. Al contrario que Zosh, no es – si se me permite la expresión – una inútil. Mujer independiente, pues tiene un trabajo propio, y además rubia despampanante y sexualmente apetecible. En cambio, al carácter arisco y manipulador de Zosh hay que añadir la probabilidad de que, en la escenificación de su discapacidad, las relaciones sexuales con Frankie se hayan reducido a la nada. Pero resulta que Frankie se somete a Zosh y además Molly sale con otro hombre, por lo que esta vía queda cerrada. La segunda opción que se plantea Frank es la música, pero Zosh trata de impedir que salga bien, impidiéndole ensayar en su piso e insistiendo en que vuelva al póker. La tercera opción es la heroína, y en esta se encargarán Schwiefka y Louie de dar coba en pos de mantener su poder.

Porque El hombre del brazo de oro configura este gueto polaco como una jungla en la que se negocia con las necesidades y los intereses, y donde prevalece la ley del más fuerte. Poco se sabe de la adicción previa de Frankie. Él asegura que comenzó a inyectarse “por diversión”, pero está claro que son estas circunstancias las que le empujaron entonces y le volverán a abocar a una dependencia a la heroína. La batalla de Frankie contra estos obstáculos constituye la columna vertebral de la película. Cuando la Legión de la Decencia dio su visto bueno a la película, probablemente señaló que el retrato que se hace sobre el uso de las drogas no es apologético, sino que la drogadicción es mostrada como fruto de la desesperación emocional y social.

EL HOMBRE DEL BRAZO DE ORO Y SU PROYECCIÓN EN LA HISTORIA. 
Dejando a los organismos aparte, fue Nelson Algren, autor de la novela, el más descontento con el resultado de la película. Preminger modificó el relato original, cambiando tramas, eliminando personajes y restando protagonismo a otros. Para Algren, que ya sentía resquemor por no haber visto un duro por la nueva compra de derechos de su novela –Preminger los compró a otra persona que previamente los había obtenido del autor -, sintió que esto era la gota que colmaba el vaso. Es cierto que en la adaptación cinematográfica se disolvió el tema del libro. En la novela, Algren hacia hincapié en la problemática social. Personajes como el de Sparrow tenían más profundidad y acercaban al lector a identificarse con las penurias de los habitantes del gueto. La discapacidad de Zosh era real y psicosomática, lo que cambiaba por completo su personaje. La historia, además, acababa de una forma más sórdida: Frankie acaba suicidándose, incapaz de manejar los distintos focos de presión que se abalanzaban sobre él. Algren estaba molesto con el hecho de que Preminger hubiera convertido este drama sobre la problemática social en una típica historia hollywoodiense de superación individual. El libro de Algren era un alegato en contra de los abusos de la ciudad capitalista, reflejados a pequeña escala en el propio gueto. La película de Preminger trata sobre la movilidad social ascendente - hacia estratos más acaudalados - como el ideal a seguir. El hecho de que, en la película, la única interacción entre el gueto y la gran ciudad se de cuando Frankie vaya a un rascacielos a hacer la audición para incorporarse a una orquesta, es más que significativa. Preminger da a entender que los habitantes del gueto aspiran a convertirse en las personas que Algren denuncia como culpables de su situación. Por supuesto, Algre hizo público su desprecio por la adaptación, acusando a Preminger de haber convertido la historia en un vehículo para el lucimiento de Sinatra.

Pero la realidad es que El hombre del brazo de oro es, por los méritos anteriormente descritos, una película absolutamente interesante de ver. Especialmente, como comentaba al principio, por su valor histórico. Recaudó más de cuatro millones de dólares en taquilla, un éxito brutal para una película independiente, exhibida además sin el beneplácito de la MPAA. De hecho, parece que el logro hizo recapacitar a este organismo, que al año siguiente revisó sus reglas, permitiendo la inclusión en las películas de temas como la drogadicción, la prostitución, el aborto y el secuestro, siempre que – textualmente – “se tratasen con el debido cuidado”. Esta apertura, acorde con los tiempos, sería el primero de una serie de cambios que terminarían fructificando una década después en una nueva mirada cinematográfica, una nueva generación de artistas que perpetrarían acercamientos más complejos a temas íntimos y arriesgados, pero muy humanos. Me refiero a la etapa conocida como el Nuevo Hollywood, con figuras como
Peckinpah, Lumet, Friedkin o Scorsese a la cabeza, y cuya influencia se extiende hasta nuestros días. Pero de esto, en la Filmoteca, ya hemos hablado muchas veces.

Antonio Ruzafa. 

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Video introductorio con un breve análisis a cargo del equipo de La Filmoteca.
Película completa en versión original con subtítulos en castellano.

 
Cartelera
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