Los remakes llevan haciéndose desde que el cine es cine, y la mayor parte de las veces suelen ser películas innecesarias, porque si algo ya está bien hecho, ¿para qué hacerlo de nuevo? Evidentemente hay excepciones a lo largo y ancho de la historia del séptimo arte, y todas esas excepciones han sido siempre versiones que ofrecían un nuevo enfoque a la historia, y que además aportaban algo distinto a lo ya visto. Éste es el caso de La Invasión de los Ultracuerpos, película que en 1978 revisitó lo que tan bien hizo Don Siegel en su clásico del 56.
La historia ya nos la conocemos todos: una invasión alienígena, en la que poco a poco se va sustituyendo a todo ser humano de la Tierra por personas sin ningún tipo de emoción ni sentimientos. Dicho cambio se produce cuando el ser humano se duerme, por lo que nuestros protagonistas no pueden quedarse dormidos ni un sólo instante si quieren sobrevivir a lo que parece el fin del ser humano.
La Invasión de los Ultracuerpos está dirigida por el artesano Philip Kaufman, que muy probablemente consiguió con esta obra su mejor película. A pesar de partir de una película demasiado conocida y que perdura en el tiempo como una de las obras maestras del fantástico, Kaufman logró rehacerla con suma inteligencia, y sobre todo con sumo respeto hacia el original, del cual tomó todo su argumento al 100%, variándolo simplemente en unos pequeños detalles, que le dan un nuevo enfoque, enriqueciéndola en cierta manera, y por supuesto, adaptándola a los nuevos tiempos. Son ejemplares, los títulos de crédito iniciales que transcurren en el espacio, dejando muy claro de dónde viene la amenaza, ahorrándose así toda explicación posterior; y por supuesto, su inolvidable final, prácticamente en silencio hasta que éste es roto por un escalofriante grito que por derecho propio ya ha pasado a los anales de los momentos más impactantes de toda la historia del cine.
Evidentemente y en consonancia con los tiempos que corren, esta versión tiene más duración que su precedente. El film se para un poco más en darnos a conocer las vidas de cada uno de los personajes centrales, alargando un poco el prólogo, y estirando de más la persecución central y final de la película, momento en el que el ritmo del film se resiente un poco. Y es que en el cine las historias ya no se contaban en menos de hora y media, ahora había que emplear más tiempo, con lo que a veces las películas quedan demasiado largas. Aún así la atmósfera y el clímax están plenamente conseguidos y el agobio sobre el espectador muy bien transmitido, gracias a la identificación con los personajes, y al tratamiento realista de la historia, algo a lo que también ayudan los pocos y excelentes efectos visuales, los cuales cobran cierto protagonismo cuando los personajes se quedan dormidos y están a punto de ser suplantados.
La Invasión de los Ultracuerpos tiene un reparto más conocido que su predecesora, aunque de aquella sólo dos eran estrellas lo suficientemente conocidas: Donald Sutherland, en quien recae el personaje central, y Leonard Nimoy, que no hace falta que diga por qué era conocido por el público, y que aquí da vida a un personaje bastante inquietante. El resto de personajes principales están interpretados por la guapa Brooke Adams, y que durante mucho tiempo un servidor confundía con Karen Allen; Jeff Goldblum, que protagoniza dos momentos bastante logrados, y Veronica Cartwright, que desde que era niña se ha pasado casi todas las películas en las que ha intervenido llorando. Tal vez éste último personaje sea el más descuidado de toda la trama, llegando a desaparecer y aparecer a capricho propio.
En personajes muy secundarios, dos cameos importantes, los de Kevin McCarthy y Don Siegel. El primero, al inicio de la película corriendo por las calles mientras grita que todo se va a acabar y es perseguido por un grupo de personas. Casi se podría decir que dicha secuencia es una continuación del final de la anterior versión. Don Siegel interpreta al conductor de un taxi, con oscuras intenciones. Así pues, tanto el director como el actor dan su visto nuevo a esta nueva versión, marcándose además dos apariciones que hasta resultan simpáticas.
Una espléndida película que no llega a la altura del original, pero que resulta enormemente convincente. Uno de los títulos de terror clave en la década de los 70, y que al igual que la versión de Siegel, influyó poderosamente en el cine posterior. Ciertas persecuciones a toda velocidad de personajes humanos perseguidos por infectados encuentran sus orígenes en el film de Kaufman, donde los personajes centrales no huyen de monstruos horripilantes que los van a despedazar, sino de personas aparentemente iguales que los van a dejar sin emociones para que vivan en un mundo sin sentimientos, lo cual es más terrorífico.