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Tangerine de Sean Baker


Ficha técnica y sinopsis. Portada del programa de mano.

«Todos, ya sean heterosexuales, homosexuales, lesbianas, bisexuales o transgénero, deberían poder mostrar sus verdaderos colores y ser aceptados y queridos por lo que son.»

Cyndi Lauper.


Poco contenido asociable a una idea de lo que significa transgénero nos podemos encontrar en el cine antes de la década de los sesenta, obviamente ignorando clásicos del travestismo cómico como La novia era él (Howard Hawks; I Was a Male War Bride, 1949) o Con faldas y a lo loco (Billy Wilder; Some Like It Hot, 1959). Es algo que extraña viendo como comenzó a tratarse el tema LGTB en la historia del cine, con autores como el alemán Magnus Hirschfeld, que antes de supervisar las primeras operaciones de reasignación de sexo popularizó la palabra "travesti", y coescribió la primera película explícitamente homosexual Diferente a los demás (Anders als die Andern, 1919), haciendo pensar que el tema pudiera desarrollarse a una velocidad meteórica.

Resulta curioso cómo, al parecer, las primeras personas transexuales y abiertamente identificadas como transgénero, que generalmente nacían como hombres, eran ignoradas completamente. El cine, al igual que los periódicos y la televisión, tendió a centrarse en las mujeres con apariencia de hombre, quizás porque la idea de que los hombres renunciaran voluntariamente a sus privilegios masculinos confundía demasiado a aquellos que controlaban los medios de comunicación occidentales.

La llegada del esperpento de Glen o Glenda (Glen or Glenda, 1953) de Ed Wood vino a convertir la historia de Christine Jorgensen, primera mujer transgénero estadounidense, en un sketch semi-autobiográfico sobre un hombre que jugueteaba con los suéteres de angora. Entonces la industria del cine se preguntaría qué serían capaces de hacer directores en condiciones con un argumento que daba de sí para contar historias, pero lo cierto es que en los años venideros costó mucho pasar de un travestismo meramente caricaturesco o extravagante.


Cartelería internacional de Tangerine.


En 1960 llega Psicosis (Psycho) de Alfred Hitchcock, basada en la novela que escribió Robert Bloch sobre Ed Gein, un asesino en serie que se hacía chalecos de piel con las más de una docena de mujeres que mató. Pero el personaje de Norman Bates no fue más allá de la representación de un asesino con trastornos mentales y, en consecuencia, de género. Un prototipo de psicópata travesti que tuvo continuidad con La matanza de Texas (Tobe Hooper; The Texas Chain Saw Massacre, 1974), El silencio de los corderos (Jonathan Demme, The Silence of the Lambs 1991) o Vestida para matar (Dressed to Kill, 1980) de Brian De Palma.

Durante la década de los sesenta, cabe decir que, paralelamente al cine más comercial, hubo directores clandestinos que intentaron una aproximación más cercana al colectivo trans. Jack Smith empleó a Mario Montez, entre otros, para obras como Flaming Creatures (1963) y Normal Love (1963). Por su parte Ron Rice o Andy Warhol, también utilizaron actores que desafiaban la normatividad sexual en sus diferentes obras.

Más tarde, en Europa, Pedro Almodóvar o Rosa von Praunheim eligieron a personas transgénero para interpretar papeles transgénero, algo que incluso a día de hoy sigue siendo inusual: el cine popular no cesa en relacionar papeles trans con personas que no lo son, por ejemplo el recientemente oscarizado Jared Leto, que ganó su estatuilla por hacer de Rayon en Dallas Buyers Club (Jean-Marc Vallée; 2013).

Sin embargo las protagonistas de Tangerine (Sean Baker; 2015), son prostitutas transgénero interpretadas por actrices transgénero, y no es sólo en este punto donde la película que nos ocupa rompe con los moldes del cine actual. Esta curiosa comedia del angelino Sean Baker provocó un gran revuelo en el festival de cine de Sundance después de revelar que se rodó con un iPhone 5s, algo que el cineasta había logrado mantener en secreto hasta su estreno. Un factor que sorprende y vale para atraer la atención de otros cineastas independientes que puedan encontrar una motivación extra al ver lo que Baker ha sido capaz de conseguir con escasos recursos.

Para las personas transgénero, el lanzamiento de Tangerine, en un principio, no parecía tener demasiada influencia. Realmente la película no estaba en el radar de ningún género, salvo en el de los fanáticos de las películas anteriores de Baker, Starlet (2012) o Prince of Broadway (2008). La primera impresión al leer la sinopsis era la de encontrarse con un experimento aventurero que describía lo siguiente: "Una Nochebuena en Tinseltown, en la que Sin-Dee está de regreso, y al enterarse de que su novio no ha sido fiel durante los 28 días de reclusión, la protagonista y su mejor amiga, Alexandra, se embarcan en una misión para llegar hasta el fondo de un rumor escandaloso”. Típico ‘buddy film’ de búsqueda y captura a través de las subculturas de Los Ángeles.

Todo bien, excepto por el hecho de que en Sundance no se mencionó que tanto Sin-Dee como Alexandra son personas trans, y que la principal "subcultura" que explora la película es una cultura trans vista al nivel de la calle. Difícil que podamos encontrar algo similar.

Leída la sinopsis y tomado el primer contacto con el material promocional de la película, Tangerine pasa a ser un producto temerario y valiente en la forma en que presenta a sus dos ardientes heroínas, mujeres trans ferozmente individualistas que intentan sobrevivir en unas calles de Los Ángeles nada confortables.


Las intérpretes transgénero se meten en el papel de los dos principales personajes, una triste anomalía en el cine.


Baker reveló durante una retrospectiva de su trabajo que Tangerine le inspiró a querer mostrar un "distrito no oficial" de Los Ángeles por primera vez en la gran pantalla. "Sabía que allí habría historias que contar", dijo.

Sus anteriores largometrajes se centran de igual modo en culturas ignoradas en la gran pantalla. Take Out (2004) gira alrededor de la vida de un inmigrante chino en Nueva York que intenta pagar una cuantiosa deuda entregando comida para llevar. En Prince of Broadway, dos inmigrantes se ganan la vida comerciando con marcas rebajadas y falsificaciones, mientras que en el estudio de personajes de Starlet también se explora la industria del porno californiana.

Durante ocho meses, Baker salió a la calle con su equipo para conocer la zona a la que comúnmente se refieren como ‘el distrito de la luz roja’ y sus habitantes. Allí se encontró con la aspirante a intérprete trans Mya Taylor, la más reservada de la pareja protagonista y que interpreta a Alexandra en Tangerine.

"Ella era nuestro pasaporte", dijo Baker. A través de Taylor, Baker conoció a Kiki Rodríguez, compañera de reparto que sería elegida como la volátil pero adorable Sin-Dee Rella. Al segundo de verlas juntas, Baker sabía que tenía una película.

Por lo visto en toda su obra, queda claro que Baker tiene preferencia por el uso de actores no profesionales, y en este caso logra que Mya Taylor y Kitana Kiki Rodriguez brillen en un talentoso debut. Se nota que son amigas también en la vida real y no dan la impresión de querer engañar a nadie con la película, se valen por si solas para no parecer mártires o víctimas, sino más bien personas cercanas, cuyos personajes se abren paso a través de los bares, escaparates, gasolineras y moteles más cutres y mugrientos de un Hollywood inhóspito en la víspera de Navidad.

Taylor y Rodríguez ya eran muy amigas de las mujeres trans que trabajan en el distrito, por lo que han sido testigos de todo tipo de situaciones y querían que se contara esta historia. Rodríguez, concretamente, insistió en que Baker mostrara la dura realidad de lo que sucede en las calles con la prostitución, pero a la vez haciéndola divertida y entretenida. El realizador ha admitido en más de una ocasión que su enfoque habría sido más pesimista y dramático si Rodríguez no hubiera pedido que se presentara a estos personajes al público de una manera pop y simpática, con la que la gente pudiera identificarse.

De este modo Tangerine es una comedia vibrante y colorida en la que Sin-Dee, una trabajadora sexual transgénero, se mueve de un lugar a otro un 24 de diciembre, molestando a la gente para obtener información sobre el paradero de su novio, el 'chulo' Chester (James Ransone). El personaje de Alexandra reparte 'flyers' para su actuación en el Hamburger Mary's, un pilar gay en el corazón de West Hollywood, todo sin salir en ningún momento de una concepción cruda e imperfecta de las calles.


En Tangerine el crescendo narrativo se reparte entre lo gracioso, lo doloroso y lo delirante.


Sean Baker saca a relucir las miserias de todo el mundo, sin mostrar una solución fácil para nadie. Sin-Dee anhela el romanticismo, aunque por ello tenga que aferrarse a un perdedor como Chester; mientras, el solitario Razmik (Karren Karagulian), un taxista armenio, se arriesga a perder una familia ya consolidada por culpa de sus devaneos sexuales. En definitiva, y por más que lo intentan, nadie en Tangerine logra el equilibrio, sea del género que sea.

De forma parecida, recuerda a cómo el cineasta turco-alemán Fatih Akin establece sus películas en áreas urbanas tremendamente complicadas, donde la diversidad cultural entra en un choque continuo. La inclinación neorrealista de autores como Baker o Akin capta, sin manipular, lo peor y lo mejor de sus personajes, combinando inteligencia emocional, humor estridente y obscenidad. Un estilo muy personal que Baker, junto a su ayudante de fotografía, Radium Cheung optan por filmar mediante el uso exclusivo de tres iPhone 5s, lo que hace de Tangerine una película aún más exclusiva.

No es la primera película rodada con un teléfono (los precursores Patrick Gilles y Hooman Khalili ya hicieron Olive, película rodada con un Nokia N8 en 2011), pero sin duda es la mejor usando los adaptadores de lentes anamórficas, que en este caso capturan hermosas vistas panorámicas de las calles de Los Ángeles.

A medida que el sol se pone y la caza de Sin-Dee Rella continúa, el iPhone se revela como una opción ideal para captar los naranjas profundos y radiantes de una puesta de sol, o los púrpuras fríos y las formas vibrantes, que solamente son posibles en las navidades de un lugar cálido y seco como Los Ángeles.

Con el adaptador anamórfico Moondog Labs para la grabación en pantalla ancha y la aplicación FiLMIC Pro, se controlan aspectos como el enfoque, la apertura o la temperatura de color. Con estos medios parece difícil establecer una estética tan característica, pero lo cierto es que las imágenes, casuales e imprevisibles de Tangerine, quedan unidas bajo una notable sofisticación técnica.

Las actuaciones deslumbrantes chisporrotean y arden con energía en un relato agridulce respaldado por sentimientos de empatía y afecto perfectamente insertados en su atmósfera. En medio de la artificialidad a la que nos tienen acostumbrados con la ciudad californiana, hay una ternura real y una camaradería que lima los bordes más ásperos de las peores circunstancias que se puedan dar en una ciudad tan complicada y dispar.

Rodríguez y Taylor son pura química en pantalla, y proporcionan una comedia llena tanto de carcajadas como de melancolía. Un enfoque sin prejuicios que se agradece en una era de revisiones, secuelas y filones comerciales interminables, y que en el caso de Mya, se ha visto premiado en varias ocasiones como mejor actriz de reparto, un logro inédito para una mujer trans.

De esta manera el cine indie más humano viene a recordarnos que existen ideas frescas y sorprendentes que sencillamente esperan tener la oportunidad que necesitan.



Toni Cristóbal


Vídeo introductorio a Tangerine
por Toni Cristóbal.