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Primer de Shane Carruth


Ficha técnica y sinopsis. Portada del programa de mano.

«Mis películas favoritas son aquellas que tras verlas por primera vez, me marcho sabiendo que he visto una historia. He visto la parte central, el núcleo, de la trama. Pero si vuelvo a echarles un vistazo, entonces puedo ver que había aún más información en el relato del que no me di cuenta la primera vez. Así que esa fue la intención en Primer, asegurarme de que la información está allí y que por lo menos temáticamente estaba contando una historia sólida. De modo que si a alguien le interesa lo suficiente tras verla, si le gustó, y desea volver a ella, por todos los medios, la información está ahí.»

Shane Carruth, entrevistado por Wendy Mitchell para la revista IndieWire en abril de 2005.


La historia del progreso en la humanidad está repleta de hallazgos casuales, esto es, de serendipias científicas que sucedieron mientras se investigaba en el desarrollo de cualquier otra cuestión o proceso, derivando en la invención o descubrimiento de algo totalmente nuevo e inesperado. Probablemente, el caso de serendipidad más célebre sea el de Alexander Fleming, quien en su búsqueda por descubrir qué podía destruir el estafilococo áureo —causa de muchas enfermedades tan graves como la neumonía o la meningitis— descubrió la penicilina por azar, cuando los cultivos de estafilococos se contaminaron por el hongo Penicillium y Fleming decidió abandonar unos días el laboratorio olvidándose de destruir los cultivos contaminados —tal y cómo indicaba el protocolo—; cuando Fleming regresó al laboratorio observó que el hongo “contaminante” había producido una sustancia antibiótica —la penicilina—, capaz de destruir al estafilococo gracias a las bajas temperaturas a las que habían estado expuestos los cultivos abandonados. Otros notables casos de serendipias científicas son los de Isaac Newton, con la famosa manzana que cayó sobre su cabeza y su descubrimiento de la Ley de la Gravedad, el de Henning Brand, quien en su búsqueda alquímica para conseguir oro descubrió el fósforo, el de Alexander Graham Bell, quien tratando de construir un aparato que amplificara su voz descubrió el teléfono, o del propio Arquímedes, quien, buscando un modo de medir el volumen de las cosas, se dio cuenta de que el agua aumentaba la misma cantidad que su mismo volumen mientras se encontraba sumergido en un baño público, y gritó su famoso ¡Eureka!

Por supuesto, los casos de serendipias siguen y seguirán produciéndose en la historia del progreso científico y tecnológico. Y, por qué no, quién sabe si uno de esos casos derivará en el descubrimiento de un modo de viajar en el tiempo. La idea de Primer (2004) parte de esta premisa, según ha afirmado en varias ocasiones su creador, el multifacético cineasta estadounidense Shane Carruth.


Cartelería internacional de Primer.


De hecho, realizando en un breve resumen del planteamiento del enigmático y multilineal relato de Primer se pueden esbozar muchas similitudes con varios de los casos serendipicos anteriormente comentados. Primer sitúa el planteamiento del relato en un suburbio de Dallas, donde cuatro ingenieros que trabajan para la misma empresa se dedican a fabricar placas informáticas durante la noche, en el garaje de uno de ellos, para tratar de venderlas a potenciales inversores que financien otros proyectos de investigación en los que están inmersos. Dos de ellos, Aaron y Abe, trabajan independientes a sus otros dos compañeros en el desarrollo de una máquina capaz de reducir el peso de cualquier objeto; es decir, del impacto del campo gravitatorio en estos. Para ello, estos auténticos geeks fabrican una caja con superconductores y circuitos de enfriamiento, entre otros dispositivos, y experimentan con pequeños objetos. La máquina funciona a la perfección pero, sin embargo, observan un curioso efecto secundario en un hongo que aparece en el interior de la caja tras los experimentos. Dicho hongo se ha desarrollado extraordinariamente rápido —como si hubiesen pasado varios años para él— mientras se encontraba en el interior de la caja conectada al sistema eléctrico. Invirtiendo las variables, el hongo vuelve a su estado original. Sin quererlo, Aaron y Abe han descubierto una máquina del tiempo, capaz de viajar tanto al futuro como al pasado.

Shane Carruth, matemático de formación e ingeniero de sistemas informáticos antes de adentrarse en la profesión cinematográfica con Primer, dota a esta primera parte del relato, hasta el descubrimiento de la máquina del tiempo, de una jerga científica e informática que muchos críticos han calificado de excesiva, puesto que el espectador, mayoritariamente ignoto en estas cuestiones, puede perderse muy fácilmente sobre lo que realmente está sucediendo. Sin embargo, es, precisamente, este alto contenido de tecnicismos científicos en estos primeros diálogos lo que impregna de verosimilitud al relato y, finalmente, atrapa al espectador en el momento preciso para captar su atención durante el resto del film. El planteamiento de Shane Carruth en Primer funciona de un modo muy similar al de otras películas de ficción que capturan la atención del espectador a partir de premisas simples pero verosímiles, por muy improbables que puedan parecen en un principio. Es el caso del cine de Christopher Nolan, en películas como Origen (Inception, 2010) o Interstellar (2014), o el de Darren Aronofsky en películas como Pi (1998). Curiosamente, tanto Carruth como Nolan y Aronofsky son a día de hoy tres de los iconos del cine independiente, cuyas tres primeras óperas primas fueron realizadas con un presupuesto ínfimo, dirigidas, escritas y montadas por ellos mismos, y que, sin embargo, lograron gran éxito de crítica y público, consideradas en la actualidad como obras de culto. Todos ellos significan la victoria del talento frente al presupuesto, del valor de un buen relato y de la narración —no de lo que se cuenta, sino cómo se cuenta— frente a la escasez de medios para llevarlo a la gran pantalla.

Sin embargo, el caso de Carruth es más significativo, aún si cabe, que los de Nolan y Aronofsky en sus óperas primas; más particular. Entre otras cosas porque contó con el presupuesto más bajo de entre todos ellos, realizando Primer con tan solo 7.000 dólares, y porque lo hizo absolutamente todo en la película, técnica y artísticamente: la escribió, la dirigió, la produjo —más tarde se retractaría de no haber buscado un productor—, la montó, compuso la música e interpretó el papel de uno de los dos protagonistas, Aaron. El propio Carruth se autodenomina a sí mismo como un freak del control absoluto de sus películas. Su segunda película Upstream Color, estrenada en 2013, casi una década después del estreno de Primer, volvió a contar con un presupuesto amateur e indepediente, de menos de 100.000 dólares; un film que Carruth, de nuevo, escribió, dirigió, montó, compuso la banda sonora y protagonizó.


Aaron (Shane Carruth) y Abe (David Sullivan), los dos protagonistas de Primer, descubren por azar una máquina del tiempo.


Muchos han situado a Primer como una película “seria” científicamente, debido a la formación de Carruth como ingeniero, y, por lo tanto, fallida en su propósito. Nada más lejos, Primer no es una película de hipótesis matemáticas y científicas destinada únicamente a los espectadores más geeks. El propio Shane Carruth se refirió en más de una ocasión a su vocación para contar historias con varios subtextos, cuyos núcleos narrativos y verdaderos motores del relato no tenían que ver en absoluto con motivos científicos; más bien, partía de ellos para centrase en la condición humana y la relaciones entre los personajes, verdaderos motivos de sus historias. En Primer, lo primero que se les ocurre a los dos protagonistas, Aaron y Abe, a partir del descubrimiento de la máquina del tiempo y de la posibilidad de viajar al pasado, es viajar a un pasado reciente cada día para jugar en bolsa y ganar dinero; un motivo egoísta inherente al ser humano. Y a pesar de que el plan trazado para tal motivo es, a priori, perfecto, automático y debería funcionar sin problemas, Aaron y Abe son humanos, no máquinas. Ambos tienen sus propias ambiciones y debilidades emocionales. De este modo, comienzan a romper la simetría entre las diferentes líneas temporales que han van creando, por culpa de las ambiciones personales de cada uno, y la tensión y desconfianza entre ambos fundadores de la máquina del tiempo comienza a quebrarse. Las propias frases promocionales de la película, a modo de primeras hipótesis, son una declaración de principios de Shane Carruth sobre los verdaderos motivos del relato en Primer, mucho más cercanos a la condición humana y la filosofía que al del simple relato de corte fantástico: «¿Qué pasa si realmente funciona? Si siempre deseas lo que no puedes tener, ¿qué querrías si pudieses tener cualquier cosa?».

Sin embargo, Primer conserva ese núcleo del relato de carácter más relacionado con lo filosófico sin dejar de ser una película de género fantástico, sobre viajes en el tiempo. De este modo, Primer contiene muchas de las hipótesis arquetípicas sobre las posibles paradojas que pueden surgir al viajar en el tiempo, comenzando por las múltiples líneas temporales o universos paralelos que se crean y los efectos secundarios o cambios que pueden generar estos viajes, no solo sobre los acontencimientos sino, también, sobre los propios protagonistas. El guion de Primer es una verdadera pieza de orfebrería respecto a este tipo de paradojas, y clave del éxito de la película; un guion que aún continúa siendo analizado y “explicado” por muchos seguidores del film, 12 años después de su estreno. Shane Carruth no ha afirmado ni desmentido ninguna de estas explicaciones, manteniéndose —de forma muy inteligente— al margen de ellas, aunque, sin duda, disfrutando al tiempo de las mismas. Lo que sí ha hecho Carruth es indicar que todo lo que quería contar está en la película y que, por ello, dedicó dos años de su vida a posproducirla, para evitar cualquier tipo de “vacío” narrativo.

Uno de los mayores aciertos del guion de Primer fue la narración en off; un recurso que, al contrario, puede ser la perdición de muchas otras películas, pero que en el caso de Primer resulta vital para no perderse entre tanta línea temporal. A propósito de la voz en off, que parte, lógicamente, del personaje que narra el relato y punto de vista del mismo, Carruth se extrañaba de que muchos espectadores no localizaran al narrador en el relato al primer visionado, pues, según él, fue de lo poco que era sumamente evidente, en una película de la que él mismo era consciente que muy pocos entenderían más allá de un 70% la primera vez que la vieran.

Primer se rodó en Super 16mm, por motivos obvios de presupuesto, en tan solo 5 semanas en las afueras de Dallas y contó con muy poco reparto formado básicamente por familiares y amigos. Las limitaciones fotográficas y cinematográficas no fueron impedimento para Shane Carruth que no tenía más formación académica sobre el medio que las adquiridas durante las dos semanas en las que realizó un curso sobre cine en una universidad privada de Dallas. Carruth decidió continuar su formación de forma autodidacta para aprender lo básico y poder realizar su película e ignoró muchos consejos que le habían dado, entre otros, profesionales en la dirección fotográfica, como, por ejemplo, el de no utilizar luces fluorescentes en interiores. Al contrario, Carruth llenó de luces fluorescentes los interiores —sobre todo en las secuencias en el garaje— y mezcló la luz natural con la artificial por pura intuición, con un resultado muy notable. Del mismo modo, por intuición y sentido común, utilizó los movimientos de cámara y los encuadres para subsanar la falta de medios y para subrayar las emociones de los protagonistas y su relación personal. También, el montaje, con claras elipsis narrativas y cortes al más puro estilo "dogma" o nouvelle vague, dota al film de la dosis de suspense y ritmo necesarios. En definitiva, Shane Carruth demostró tener un talento innato para la cinematografía y, sobre todo, mucho carácter de autor.


Una de las "cajas del tiempo" en las que viajan al pasado los protagonistas de Primer.


Primer ganó el Premio del Jurado en el Festival de Cine de Sundance de 2004, el mayor premio del festival de cine independiente más importante del mundo. Además ganó el prestigioso Premio Alfred P. Sloan del mismo festival, a la mejor película sobre ciencia o tecnología. Muchos críticos de renombre se rindieron ante Primer, alabando su valor ante su bajo coste como en el caso de Rogert Ebert quien afirmó que «la película nunca parece barata porque cada toma luce como debería lucir». Dennis Lim fue mucho más lejos al afirmar que Primer era «lo más fresco en el género de la ciencia ficción desde 2001 de Kubrick». El cineasta americano Steven Soderbergh afirmó, tras ver Primer, que veía a Shane Carruth como «el hijo ilegítimo de David Lynch y James Cameron».

Actualmente Shane Carruth se encuentra inmerso en la producción de su tercera película, The Modern Ocean, para la que contará por primera vez con un presupuesto elevado y con un reparto estelar, y cuyo estreno está previsto para 2018. En la espera, nos conformaremos con acudir las veces que sean necesarias a sus dos anteriores películas, tal y como sería su deseo, para llegar a descubrir toda la información que Carruth promete en sus films.

Primer es la obra de un soñador que demostró que el talento es innato y que las buenas historias y el saber hacer no entiende de presupuestos. Una obra fundamental del subgénero de los viajes en el tiempo que merece más de una visita y que ya es un clásico del cine independiente del siglo XXI.



Javier Ballesteros



Vídeo introductorio a Primer
por Javier Ballesteros.