Ficha técnica y sinopsis. Portada del programa de mano. |
«Siempre he rechazado ser comprendido. Ser comprendido es prostituirse. Prefiero ser tomado en serio por lo que no soy, permaneciendo humanamente desconocido, con la naturalidad y con todo el debido respeto.»
Fernando Pessoa.
Esta ristra de datos nos sirve para enunciar que estamos ante una película más que reconocida. Sería vanidoso presumir de una reivindicación que nunca sería tal. Esta joya es una de las películas más representativas del “Nuevo Hollywood”, la etapa comprendida entre las décadas de los 60 y 70, en la que el celuloide se abrió a la modernidad en estilo y temática. Pero la razón por la que la Filmoteca de Sant Joan la incluye en este ciclo no sólo es por ser una película meritoria sobre la prostitución, sino por su singular pero igualmente destructivo análisis de ese mundo. En este ciclo hemos visto como Cabiria —protagonista de Las noches de Cabiria (Le notti di Cabiria, 1957) de Federico Fellini— se prostituye para buscar un hombre que la haga sentir querida, y cómo las cinco chicas de La calle de la vergüenza (Akasen chitai, 1956) de Kenji Mizoguchi, lo hacen para sobrevivir al presente o para labrarse un futuro. Sin embargo, en Cowboy de medianoche Joe Buck vende su cuerpo por una cuestión cultural.
Cartelería internacional de Cowboy de medianoche. |
La decisión que toma Joe al disfrazarse de cowboy y prostituirse con ricachonas en Nueva York se puede descifrar como si fuese una ecuación. Nuestro protagonista es natural de un pueblo recóndito de Texas, región de origen de la figura del vaquero. A una edad temprana fue abandonado sus padres a merced de su abuela, quien noche tras noche lo deja solo en casa para dedicarse a sus relaciones personales. Joe, como niño curioso, busca la educación donde bien puede. Encuentra compañía en la pantalla del televisor, un hábito que mantiene al crecer. Su gran aliado en la travesía a la “Gran Manzana” es su aparato de radio, con el que incluso llega a abrazarse a la hora de dormir, como un niño se aferra a su peluche. En su primer apartamento neoyorkino podemos observar que ha colocado posters de películas de cowboys, idealizaciones que pretende imitar. Convertirse en vaquero no es una decisión accidental. Es imposible que un niño de la América rural que está solo en el mundo no se sienta identificado con ese símbolo del individualismo y de la virilidad exacerbada que es el vaquero: el forajido que pisa ruidoso, que oculta su mirada bajo el ala de un sombrero, y que está dispuesto a conseguir sus propósitos ante toda circunstancia. Sobre todo, si esta figura está enaltecida por los medios de comunicación, grandes altavoces de la ortodoxia, en los que Joe ha buscado el amparo que no le han dado ni sus padres, ni su abuela, ni el pueblo de mala muerte en el que reside.
La sexualidad de Joe es un terreno más complejo. Sigue habiendo algo de niño desamparado buscando el cariño, aunque sea artificial y efímero, en las mujeres de Nueva York. Cada clienta significaría atrapar otro becerro con un lazo, o domar un potro. La sexualidad del cowboy se ajusta al resto de su personalidad: debe ser férrea y dominante, cualidades de las que Joe tampoco está sobrado. Su única relación, con una chica apodada “Annie la loca”, que ha sido la única persona que le ha hecho sentirse querido, fue perseguida por el resto del pueblo y acabó provocándole un trauma que quiere forzarse a superar. De nuevo, su disfraz de vaquero le servirá de refugio ante las dudas que surgirán en momentos delicados de su experiencia neoyorquina.
En la gran ciudad, Joe conocerá a otro maldito: Enrico Rizzo, apodado “Ratso”. Como Joe, es huérfano y solitario. Hijo de un limpiabotas italiano, “Ratso” parece el negativo fotográfico de Joe. Al contrario que Joe, tiene la picardía callejera suficiente como para moverse por los bajos fondos. O, al menos, para no ser el primer animal en ser eliminado por la selección natural. No tiene la necesidad de agradar a nadie, al menos hasta que se encuentra con que Joe quiere ajustar cuentas. Sin embargo, su fragilidad respecto al entorno se manifiesta en lo físico. Arrastra una pierna a causa de una cojera y padece una tuberculosis galopante.
El director, John Schlesinger, y los actores protagonistas, Jon Voight (Joe Buck) y Dustin Hoffman ("Ratzo"), en el rodaje de Cowboy de medianoche. |
Joe y “Ratso” no sólo comparten la fantasía de un futuro esculpido por el celuloide. Lo que calcifica su relación es que acaban entendiendo que la soledad del otro tiene el mismo diagnóstico que la propia. A partir de este punto, el aspirante a vaquero y la rata de alcantarilla forman una pareja inseparable, la formada por dos niños madurados a la fuerza. Se reconocen el uno en el otro porque nunca tuvieron un hombro en el que llorar. Su relación adquiere tanta fuerza que, aún en sus circunstancias individuales, hacen sacrificios personales en beneficio del otro. Podríamos incluso estar hablando de una buddy film de trasfondo trágico. Su amistad acaba convirtiéndoles en una entidad a la altura de la que forman los bohemios Jules y Jim (François Truffaut, 1962) o el capitán ruso y el aborigen en Dersu Uzala (Akira Kurosawa, 1975).
Es, además, el tiempo presente el momento en el que más se necesitan nuestros protagonistas. Es 1969 y Estados Unidos sufre una revolución sociológica. Surge la contracultura. La juventud se amotina contra la frialdad insolvente de la tecnocracia. Crece la preocupación por la inclusión social. Pero Joe y Buck siguen en fuera de juego. La secuencia en la que asisten a una fiesta a lo Factory de Andy Warhol —en la que aparecen algunos de los colaboradores más estrechos del ídolo pop art— es la confirmación de que, por mucho de que gire el mundo, Joe y Ratso nunca formarán parte de ninguna forma de sociedad. Nadie se molestó en decirles que podían, ni de qué forma podían.
Antonio Ruzafa
Vídeo introductorio a Cowboy de medianoche
por Antonio Ruzafa.
Otras películas del Ciclo "La Prostitución en el Cine":
- LAS NOCHES DE CABIRIA (1957) de Federico Fellini.
- LA CALLE DE LA VERGÜENZA (1956) de Kenji Mizoguchi.
- LILYA FOREVER (2002) de Lukas Moodysson.
- LAS NOCHES DE CABIRIA (1957) de Federico Fellini.
- LA CALLE DE LA VERGÜENZA (1956) de Kenji Mizoguchi.
- LILYA FOREVER (2002) de Lukas Moodysson.