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Big Fish de Tim Burton


Ficha técnica y sinopsis. Portada del programa de mano.

«Big Fish va sobre lo que es real y lo que es fantástico, lo que es verdad y lo que no es verdad, lo que es parcialmente cierto y de cómo, al final, todo es verdad.»

Tim Burton.


Tim Burton, el director que hiciera Batman (1989), Eduardo Manostijeras (Edward Scissorhands, 1990) o Ed Wood (1994), entre otras, es sin duda uno de los cineastas activos de imaginación más prodigiosa. Sus mejores películas se deslizan cómodamente entre la fantasía y la perversidad estilística, e incluso cuando la narración se tambalea siempre aparece su inimitable sensibilidad visual para seducir al espectador.

En el caso de Big Fish, se incorporan escenas llenas de color, humor y lirismo, con un heroe, el joven Edward Bloom, interpretado por Ewan McGregor, al que podremos ver de paso por una idílica aldea, donde los ciudadanos van descalzos —justo después de encontrarse con una bruja que revela el futuro mediante su ojo de vidrio— o de la aparición de un incomprendido gigante llamado Karl.

Ciertamente, la lista de personajes curiosos se hace innumerable, y todos ellos aprovechan al máximo cada segundo, propiciando una narración de ritmo trepidante, con la habitual estética circense y retorcida a la que Tim Burton nos tiene acostumbrados, aún sin los complementos macabros más reconocibles de su particular universo, que tantos seguidores ha sumado en las últimas décadas.


Cartelería internacional de Big Fish.


Los productores se mantuvieron, primeramente, en negociaciones con Steven Spielberg para que ocupara la dirección, poco tiempo después de que terminase con Minority Report (2002). Spielberg consideró a Jack Nicholson para el papel de Edward Bloom, pero finalmente abandonó el proyecto para centrarse en Atrápame si puedes (Catch Me If You Can, 2002). Fue entonces cuando Tim Burton y Richard D. Zanuck se hicieron cargo del proyecto.

Pero el tema de Big Fish —adaptación de la novela homónima de Daniel Wallace publicada 5 años antes que la película—, es la transformación, a veces desconcertante, que implica el poder de la imaginación, un poder presentado sin ninguna mesura y que, una vez más, y sin excepción, resulta una síntesis de todos los tópicos puramente 'Burtonianos'.

La coralidad, la variedad visual y la bondad e inocencia innata de los personajes es el principal aderezo de una trama cuyo trasfondo dramático, soportado en esta ocasión por unas relaciones más adultas, logra eludir la puerilidad vista otras veces en la filmografía del director californiano.

Albert Finney, que interpreta al Edward Bloom anciano, mantiene su don para contar historias aunque, en la realidad actual de Big Fish, se encuentre confinado en su lecho de muerte. Su hijo Will, un periodista interpretado por Billy Crudup, intentará reconducir las relaciones descifrando el significado, si es que lo tiene, de las historias que rodean la azarosa vida de Edward Bloom.


A pesar de sufrir una enfermedad terminal, Edward Bloom (Albert Finney) se mantiene firme en su papel de cuentista.


Edward personifica la fuerza, el engreimiento y ese espíritu aventurero, libertario, propio de las vidas americanas que 'se hacen a sí mismas'. Dedicado constantemente a embellecer la verdad de su pasado, no cesará a la hora de repetir los mismos cuentos chinos una y otra vez, sin aportar verificación alguna, de modo que su hijo Will acaba exasperándose, dejando de hablar con su padre durante varios años.

Pasado este tiempo, Will ya es un importante periodista instalado en París, y ejerce, por lo tanto, una profesión adecuada al empirismo, lo que le convierte en un rebelde ante las historias que han convivido toda la vida con su padre. La superficie de estas batallitas narradas por Edward aparece sumamente enmelada, con el fin de disimular la vulgaridad propia de quien, posiblemente, no era más que un simple vendedor ambulante del sur de los Estados Unidos.

Una de las cosas más curiosas de esta fábula mágico-realista es que los dos actores que interpretan a Edward Bloom, en su juventud y su posterior vejez, asimilan tan bien al personaje que superan todas las diferencias físicas existentes entre ellos, haciendo creíble en todo momento que el señor McGregor pueda madurar y engordar con el paso de los años hasta verse como un Albert Finney en las últimas. Igualmente agradable es la evolución del personaje de Alison Lohman hacia la veterana y fiel esposa que interpreta Jessica Lange.

Será entonces cuando la reconciliciación entre el padre y el hijo, motivada por el notable deterioro en la salud de Edward, sea de obligado cumplimiento para Will, que debe asumir la responsabilidad de un entendimiento final digno para ambos. Su intención será intentar comprender la realidad en la que su padre vivía, investigando con más profundidad sus cuentos, localizando aquellos personajes y lugares que aparecían en los relatos.

El conflicto mostrado entre el padre y el hijo es, tal vez, el elemento más creíble de la historia, a pesar de que el embrujo de Edward sea tan profundo como obstinado en una negación automática de todo lo real. Y en el afán de celebrar este espíritu tan 'quijotesco', los realizadores no dudan en evitar posibles causas o costes añadidos de esta adicción a la fantasía, arraigada en un amor propio tan acentuado que roza, irremediablemente, la falta de comprensión o afecto hacia el resto de personajes reales.

El tema de la reconciliación tuvo un significado especial para Tim Burton ya que en el año 2000 su padre falleció y, tan solo un mes antes de que firmara dirigir Big Fish, en 2002, perdió también a su madre. Tras superar tan triste noticia, Alabama se convirtio en la localización perfecta para comenzar la producción del film, por lo que allí se reproducirían la mayoría de viñetas de este imponente cuento de hadas.

La evocación y el tono partían de las particularidades de cualquier fantasía gótica sureña, centrando los relatos del padre, básicamente, en una presentación perfectamente ordenada de las estaciones más habituales del ciclo de la vida. La emancipación, el cortejo, la paternidad, todo ello junto a numerosas tropelías propias de una vida llena de picaresca y emociones, bajo el manto de un drama tan brillante como sentimental.


Ewan McGregor interpreta al joven Edward Bloom.
La vida mostrada en Big Fish no sólo burla las limitaciones espaciales, también las temporales.


Se sugiere con insistencia en la narración que las historias de Edward son preferibles a los hechos banales de una vida ordinaria. Por lo tanto, no esperemos encontrar una visión de América, del Sur de EEUU en particular, durante las últimas décadas. No se sugiere ningún tipo de desorden político o social, ya que todo, absolutamente todo, queda pulido y felizmente abrillantado por una fantasía sin limitaciones perceptibles entre el mito y la leyenda.

Durante las muchas observaciones que han surgido acerca de la película, destaca la recurrida comparación con Forrest Gump (1994), otra historia lunática, llena de picaresca y aventura; otra montaña rusa narrativa sostenida, una vez más, por el irreductible orgullo de la vida americana. Para completar las menciones especiales, el éxito de otros cuentos de hadas como La princesa prometida (The Princess Bride, 1987) de Rob Reiner, o algunas de las películas de Terry Gilliam, serían también un arrojo de luz oportuno para entender el papel conciliador, familiar y evasivo que buscan obras como Big Fish, destinadas a gustar a todos los públicos durante generaciones.

Por destacar en diferentes facetas de su producción, la película recibió unas cuantas nominaciones, cuatro de ellas a los Globo de Oro, siete por parte de la Academia Británica de Cine y Televisión, dos nominaciones a los Premios Saturno y, gracias a la espléndida banda sonora original de Danny Elfman, una nominación al Oscar y otra a los Grammy.

Después de una vida despreciando las historias de su padre, finalmente Will, en un acto de estrecha comunión, reúne imágenes y personajes de todas las leyendas que le habían sido inculcadas. La mezcla de realidad y fantasía descrita en el tramo final escenifica la conclusión de que, en realidad, la sustancia de la dimensión en la que se ha movido siempre Edward, es tan genuina y profunda como el resto de experiencias mundanas. Will entiende entonces que su padre, al igual que el resto, es una persona conformada por sus historias, verídicas o no, y que la realidad más contrastada de nuestras vidas puede, de hecho, no ser nuestro verdadero ser.



Toni Cristóbal



Vídeo introductorio a Big Fish
por Toni Cristóbal.