El Relámpago
“Me ocurrió una vez, en un cruce, en medio de la multitud, de su ir y venir.
Me detuve, parpadeé: no entendía nada. Nada de nada: no entendía las razones de las cosas, de los hombres, todo era insensato, absurdo. Y me eché a reír.
Lo extraño para mí era que nunca antes lo hubiese advertido. Y que hasta ese momento lo hubiese aceptado todo: semáforos, vehículos, carteles, uniformes, monumentos, aquellas cosas tan separadas del sentido del mundo, como si hubiera una necesidad, una consecuencia que las uniese una a otra.
Entonces la risa se me murió en la garganta, enrojecí de vergüenza. Gesticulé para llamar la atención de los transeúntes y « ¡Deteneos un momento!», grité. « ¡Hay algo que no funciona! ¡Todo está equivocado! ¡Hacemos cosas absurdas! ¡Este no puede ser el camino justo! ¿Dónde iremos a parar?»
La gente se detuvo a mi alrededor, me observaba, curiosa. Yo estaba allí en medio, gesticulaba, me volvía loco por explicarme, por hacerles partícipes del relámpago que me había iluminado de golpe: y me quedaba callado. Callado porque en el momento en que alcé los brazos y abrí la boca, fue como si me tragara la gran revelación y las palabras me hubiesen salido así, en un arranque.
-¿Y qué? -preguntó la gente-. ¿Qué quiere decir? Todo está en su sitio. Todo marcha como debe marchar. Cada cosa es consecuencia de otra. ¡Cada cosa está ordenada con las demás! ¡Nosotros no vemos nada de absurdo ni de injustificado!
Yo me quedé allí, perdido, porque ante mi vista todo había vuelto a su lugar y todo me parecía natural, semáforos, monumentos, uniformes, rascacielos, rieles, mendigos, cortejos; y sin embargo aquello no me daba tranquilidad sino tormento.
-Disculpad -respondí-. Tal vez me haya equivocado. Me pareció. Pero todo está en orden. Disculpad -y me abrí paso entre miradas ásperas.
Sin embargo, todavía hoy, cada vez que no entiendo algo (a menudo), instintivamente me asalta la esperanza de que esta vez sea la buena, y que yo vuelva a no entender nada, a adueñarme de aquella sabiduría diferente en un instante encontrada y perdida.”.
Italo Calvino
Relato incluido en el libro La gran bonanza de las Antillas
(Tusquets; Barcelona, 1993)
Nada mejor para esta breve presentación, en esta cuarta temporada en La Filmoteca, que esta permitida licencia literaria de uno de los más influyentes y admirados escritores modernos del siglo XX, Italo Calvino, y que define perfectamente el carácter de esta nueva edición, a partir de Octubre de 2010.
Desde su comienzo, La Filmoteca, ha presentado en su propuesta creativa, de síntesis cinematográfica y en su estudio del séptimo arte, una creciente simbiosis con el resto de las artes, así como con las ciencias humanas y sociales de nuestro tiempo. Pienso, que el estudio de la Historia, a través del joven y centenario arte cinematográfico, es una de las herramientas más precisas y flexibles, para una modesta labor orientativa sobre la condición humana.
Más de 60 películas han sido estudiadas en más de 20 ciclos temáticos durante estas tres últimas ediciones. Desde el principio, una marcada cuestión de estilo y principios caracterizan esta modesta labor. He de decir, que esta propuesta ha madurado hasta convertirse en una forma de expresión personal.
Todo lo estudiado y propuesto en esta Filmoteca nace de un impulso de la actualidad, en su estudio hacia el pasado, presente y el futuro del arte cinematográfico. A su vez, ese impulso tiene una función de síntesis, en su conjunción con la calidad y cantidad del estudio de la condición humana y sociedad. Como un relámpago vigoroso que se plasma en la pantalla con una de las herramientas más poderosas que existen, la imagen en movimiento, y con la ayuda de los mejores artesanos del cinematógrafo.
Nada de lo que sucede en La Filmoteca es fortuito, desde la elección de películas hasta las pequeñas coincidencias. No he encontrado otro medio de expresión mejor que el que asombrosamente descubrí hace tres años, y que reconozco, comienzo a perfilar sutilmente.
Por todo ello, he de destacar que La Filmoteca de Sant Joan no es un evento puramente cinematográfico.
Como un relámpago sobre el agua es, ante todo, una cuestión de rebeldía…
…de asombro y de deseo.
Javier Ballesteros