Últimamente nos estamos cansando de escuchar aquello de que la realidad supera a la ficción. Cuando en 1939 Lubitsch y Wilder escribieron Ninotchka, aparentemente una comedia romántica con tintes de sátira política, no supondrían que la realidad inmediata imitaría a la película casi como un calco.
Ninotchka, una convencida comunista al servicio del régimen ruso, y el Conde León d’Algout, un aristócrata de la capitalista Francia y amante de la duquesa rusa Swana, se enemistan en torno a unas joyas que fueron requisadas a esta última durante la revolución rusa. Sin embargo, el conde León conquista a Ninotchka y ambos acaban peleando contra los chantajes que sufren por parte de la Duquesa. Se lo diré cáusticamente: una parte rompe una alianza con otra parte para unirse a otra tercera parte teóricamente antagónica. El capitalismo y el comunismo unidos, seducidos, amantes.
En la película hay variedad de gags sobre ambos bandos ideológicos. El estilo de vida cómodo se antoja irresistible para tres bolcheviques que descubren los lujos de un hotel de Paris; los mismos tres bolcheviques que, secreta y definitivamente se convierten al capitalismo más feroz, expulsando de los negocios a un camarada. Un mayordomo prefiere seguir siendo sirviente a que le toquen sus ahorros. Una mujer que hace a la ligera el saludo nazi. Hasta el duque comienza tiene amaneramientos socialistas. Todos estos gags y acercamientos ideológicos no sólo parodian las respectivas ideologías, sino que también hablan de la condición humana de cada uno de los personajes. Pero dejando de lado estos momentos y volviendo a la sinopsis antes descrita, la línea de la película parece predecir nada más y nada menos que la II Guerra Mundial.
El planteamiento se repite: una parte rompe con otra para aliarse con una tercera. Comunistas y nazis rompieron su pacto de no agresión y los primeros fueron a juntarse con los capitalistas por intereses comunes. Lubitsch y Wilder escribieron el delicioso guión de Ninotchka como una crítica política multidireccional disfrazada de comedia romántica. Y mucho se ha dicho que la seducción y el amor son como juegos de guerra, pero seguro que ninguno de los dos cineastas se esperaban que la realidad hiciera una imitación sui generis del romance de su obra. De hecho, el pacto de no agresión entre comunistas y nazis, el Molotov – Von Ribbentrop, se firmó el mismo año del estreno de la película, por lo que en todo caso la relación entre comunistas y capitalistas de Ninotchka pretendía acercarse más a la fábula que a la probabilidad. Pero ya sabemos qué acabó pasando.
Quizás por eso, la introducción que se hace al inicio de la película en la que se asegura que toda la trama está pensada y ubicada antes del comienzo de ningún tipo de enfrentamiento, se torna curiosa, incluso irónica. Dejando aparte los tintes satíricos, Lubitsch y Wilder escribieron una pequeña y simpática guerra política, pero amorosa, de fantasía, pero los poderes de ambos mundos se encargaron de imitar el cuento de hadas para convertirlo en la época más escalofriante de nuestra historia reciente.
Y ya que estamos aquí para hablar de cine, terminaré recomendándoles encarecidamente el visionado de Ninotchka y se lo voy a justificar con un único argumento que también utilizaron los publicistas de la película: ver reír a la Garbo proporciona millones de endorfinas.
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