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“Tan simple y tan laberíntica, tan cándida y tan enfadada, tan inocente y tan peligrosa, que usted no puede simplemente mirarla, tiene que absorberla.”
Roger Ebert. Chicago Sun-Times
“Yo aprendí las reglas del juego de La regla del juego”
Robert Altman
Prohibida, censurada, cara y vapuleada en taquilla, parecía condenada al olvido cuando durante la segunda guerra mundial se perdía el negativo original de la película. Tras la restauración conseguida en los sesenta, cuesta darse cuenta de que una película tan liviana, alegre y aparentemente inocente fuera tan maltratada y manipulada cuando se estrenó.
La película toma la forma de una partida de caza en una casa de campo, en la cual mujeres y maridos, amantes y adúlteros, señores y criados, van apareciendo en los diferentes dormitorios y fingen, como si de un baile de máscaras se tratara, que ellos son los representantes idóneos de una sociedad perfectamente ordenada.
1939 esta considerado por muchos como el mejor año en la historia del cine: La diligencia de John Ford, renacimiento y cumbre del cine del oeste, un género que aunque parezca mentira en ese momento se consideraba desfasado. El mago de Oz, la película mas vistosa y fantasiosa que jamás se había visto. Lo que el viento se llevó, un melodrama épico crepuscular de alta alcurnia que nunca antes se pudo concebir. Solo los ángeles tienen alas, una de las cimas incontestables de la filmografía de Howard Hawks. En definitiva, una vorágine que consagró la capacidad narrativa del cine y que todo el mundo anhelaba ver.
La regla del juego supone un salto en el vacío respecto al estallido hoollywoodiense que se proclamaba en aquel momento. Como sátira de las clases altas de un país al borde de la Segunda Guerra Mundial se inspiraba de manera evidente en la obra de teatro de Alfred de Musset Los caprichos de Mariana, popular comedia costumbrista del siglo XIX. Probablemente, el propio Jean Renoir, al igual que le pudiera pasar a Cervantes con su Quijote, no se llegó a hacer una idea de la repercusión de su película como obra de arte universal.
El aspecto alegre y vitalista de la película envuelve un trasfondo triste y pesimista. Todos los personajes se convierten en victimas y jueces, todos se atrincheran en una razón que justifique su destino y su posición, y todos acaban encontrándose con sus males tarde o temprano.
Sin embargo, los contrastes no solo se encuentran en el contenido, sino también en las formas. Encontramos elementos realistas y dramáticos con otros más disparatados, comedia con melodrama, momentos de gran espontaneidad muy al estilo de la posterior 'Nouvelle Vague', cambios de tono u homenajes teatrales... En definitiva una riqueza de estilos que le da ese valor de obra totalmente transgresora.
Renoir admitió que escribió y reescribió la película varias veces, abandonando totalmente sus intenciones originales, habiendo atestiguado reacciones que no había previsto en la interacción con los actores. Da la sensación de que los personajes no hacen lo que se espera que hagan, lo que requería una gran labor de dirección de actores. Generar esa sensación de improvisación queda dentro de unas intenciones ya previstas.
Jean Renoir desdibuja las convenciones narrativas y reinventa el lenguaje cinematográfico en esta película, dando pie a una representación coral, ensamblada con poso y sutileza dentro de una acción que transcurre en múltiples vías. La película sobrepasa muchas veces los límites del propio plano, no se reduce a lo que vemos, sino que mediante la representación de múltiples tramas paralelas se genera una sensación de vida y expectación alrededor de lo que se muestra. La dotación de protagonismo a la profundidad de campo se fortalece durante las situaciones que continúan filmándose en primer plano. El uso de la cámara con respecto al espacio y el tiempo de la acción es fundamental, teniendo en cuenta lo lejos que todavía estaba la aparición del 'steadycam' en los años 70. Por poner un ejemplo de la impresión que causó, resulta realmente sorprendente la ingravidez de la cámara en los elaborados planos-secuencia que hay durante toda la película.
El estilo de Jean Renoir ha tenido un gran impacto sobre numerosos cineastas a nivel universal. No cabe duda de que en Europa su repercusión fue mayor, sobretodo en Italia y Francia, pero grandes cineastas del otro lado del charco como John Ford u Orson Welles tampoco escatimaban en halagos hacia ella. Un ejemplo claro de la influencia de La regla del juego se pudo ver en la era moderna del cine, gracias a Robert Altman, cuya Gosford Park (2001) copia muchos de los elementos de su argumento. Las historias de aristócratas y criados en una determinada cultura y país, mezcladas en una trama con elementos criminales u homicidios, siguen motivando de forma recurrente las ideas de los cineastas modernos.
La regla del juego se suele citar como una de las mayores glorias que nos ha dado la historia del cine. Sin ir más lejos, una encuesta elaborada por el British Film Institute entre críticos, cineastas y académicos de todo el mundo la alineó como la tercera mejor película de la historia, situada justo detrás de Ciudadano Kane (Orson Welles; Citizen Kane, 1941) y Vértigo (Alfred Hitchcock, 1958).
Toni Cristóbal