“Con la llegada de la tecnología eléctrica, el hombre ha extendido, o puesto fuera de sí mismo, un modelo de su propio sistema nervioso central”
- Marshall McLuhan, Understanding Media: The Extensions of Man
Mucho antes de que estuviera disponible internet, David Cronenberg predijo los impactos abrumadores que supone ver a la tecnología como profeta. Las imágenes de Videodrome, definida por Andy Warhol como "La naranja mecánica de los años 80", perduran hasta hoy, y actúan como la abstracción una post-realidad causada por el consumo excesivo de medios de comunicación.
Cronenberg fue un pionero en manifestar y explorar las fantasías más oscuras de una persona aparentemente común, pero completamente absorbida por una especie de tecno-epidemia. Derivados del consumo tecnológico, el voyeurismo o la adicción al sexo no han dejado de ser constantes desde el ferviente interés que se produjo en los ochenta por las cintas de vídeo ilícitas y de dudosa procedencia.
Décadas antes de que cualquiera de nosotros viera Netflix en la cama con un portátil encima, Videodrome comenzaba presentando la imaginaria "Civic TV", promocionada como la cadena "que se va a la cama con usted". Escrita y dirigida por David Cronenberg, Videodrome fue consciente de la influencia generalizada de la tecnología en la sociedad, y prevé un mundo en el que el mayor autoritarismo se basa en el entretenimiento y el control ilimitado que este ejerce sobre la audiencia. Esta premisa, que alcanza un plano orgánico y regurgita de una forma absolutamente visceral y exhibicionista, es tan efectiva que se puede aplicar también al pasado.
James Woods, en modo de máxima perturbación, interpreta a Max Renn, un ejecutivo de un canal muy minoritario que se especializa en programación sensacionalista. En busca de algo más difícil y más atrevido que lo que ha estado vendiendo, Renn se encuentra con una misteriosa serie de videos llamada "Videodrome" que contienen desnudez, tortura y asesinato a partes iguales. Mientras Max investiga sobre el origen y la finalidad de Videodrome, comienzan las alucinaciones. La experiencia que alcanza adentrándose en el programa es de un realismo tan potente, que induce a percibir una fusión material entre el espectador y el medio.
El poder de Videodrome reside en las imágenes de las visiones que provoca, una mezcla cronenbergiana de horror corporal y surrealismo. En una de sus escenas más siniestras, una cinta VHS palpita como un corazón latente. Más tarde, mientras Renn está viendo un video, el televisor se ilumina y vibra mientras susurra y gime. Hay más, pero me ahorraré los detalles sobre lo que sucede cuando Renn comience a rascarse una marca que aparece en su abdomen.
Se pueden rastrear las reflexiones de David Cronenberg sobre tecnología, enfermedades, adicciones y mutaciones desde Stereo (1969), Crimes of the Future (1970), Shivers (1975) y Rabid (1977). Al igual que George Romero, las primeras películas de Cronenberg adaptaron el terror tradicional a la vida moderna, rompiendo tabúes y saltando por encima de la barrera del buen gusto, con ideas tan físicas como viscerales que consiguen que lo visible también sea sensorial. Todo se vuelve más nítido y más resonante con el remake de The Fly (La Mosca, 1986), donde se detalla la horrible transformación de un cuerpo humano (hay quien lo vió como una metáfora del SIDA), o con eXistenZ, un juego de realidad virtual que deja de ser virtual.
En el fondo, Videodrome juega con una pregunta perenne: ¿cuánto nos afecta lo que vemos?
Incluso sus películas más recientes se explora el papel que juega la violencia en nuestras mentes y cuerpos. En Una historia de la violencia, el pasado y una historia reprimida de violencia surgen como un virus latente cuando el protagonista se siente amenazado. Una parte esencial del genio de Cronenberg es hacer que sus conceptos sean físicos, viscerales y vivos, lo que hace que sus ideas sean tan poderosas. Su película anterior a Videodrome, Scanners, se había convertido en un éxito menor y en una película de culto, pero era un enfoque bastante simple de la idea de la telepatía como producto de la experimentación genética, con un argumento conspiranoico algo más convencional. Videodrome disuelve definitivamente la línea divisoria entre fantasía y realidad, creando un estímulo artificial tan abrumador que afecta al plano físico. La enfermedad y la mutación evolucionan, y lo hacen respondiendo física y bioquímicamente a los efectos del progreso tecnológico, a la vez que se flirtea con otro tema central en la filmografía de Cronenberg: la fascinación y el miedo al sexo.
Renn es un próspero empresario de la incipiente televisión por cable. Al quedar fascinado con la señal de una televisión pirata, se queda hipnotizado con la brutalidad de las transmisiones. Max busca emociones transgresivas y obtiene una vía directa para alucinar, por lo que se convierte en adicto a una droga virtual subsónica transmitida a través por la señal de Tv. En el interior de la mente, la señal comienza a crear sus propias imágenes violentas e inquietantes, diseñando las mutaciones de la carne que posee.
La experiencia de Max Renn tiene tanto que ver con la percepción como con la mutación, y Cronenberg nunca abandona esa perspectiva. En su superficie, se puede interpretar un subtexto que trata claramente sobre la adicción a las drogas. Aunque nunca podemos saber si Renn está experimentando un verdadero progreso o una pesadilla alucinatoria, no hay duda de que se está convirtiendo en un esclavo de la señal de Videodrome.
Con su estilo de pesadilla, ¿tiene Videodrome algo que decir sobre un posible vínculo entre lo que vemos y cómo actuamos y pensamos? De alguna manera la película sugiere una correlación directa: es el acto literal de ver Videodrome lo que altera el comportamiento de Renn. Todas las frustraciones del protagonista se transforman en manifestaciones de ira y deseo. Los videos actúan como una forma de sometimiento, y convierten todo lo que rodea a Videodrome en una sátira enfermiza.
Las investigaciones de Renn le llevan hasta el conocido como "profeta de los medios" Brian O'Blivion, una versión extravagante de Marshall McLuhan que habla solo a través de monitores de televisión y no tiene pudor alguno en aparecer como el nuevo gurú de los medios. A medio camino aparece también Barry Convex, un empresario óptico que juega a ser tan inexpresivo como espeluznante.
La película representa todo tipo de inquietudes propias de una sociedad de tradición puritana, en contraste con una industria del entretenimiento floreciente que quiere hacer del sexo y a la violencia un activo de rentabilidad ilimitada.
En Videodrome, los efectos alienantes de la televisión y el sentido distorsionado de la realidad causados por ver el mundo a través de la ventana de rayos catódicos, son los elementos centrales de un emocionante thriller conspiranoico, pero en última instancia esta interpretación resulta reductiva. Cronenberg utiliza los temores al mal uso de la televisión para introducir a la audiencia en torno a la exposición de unos temas previamente determinados. La enfermedad, la mutación y la respuesta biológica a la tecnología como evolución son conceptos que se manifiestan como parte de la actuación del propio personaje protagonista. Cronenberg hace que sus visiones se conviertan en carne, desde una boca similar a una vagina que se abre en el estómago de Woods hasta una pistola que se clava en su mano como si fuera la raíz de una planta. Con Videodrome, Cronenberg lleva sus inquietudes un paso más allá que en sus películas anteriores.
Todo en Videodrome era inherente a la esencia de las películas anteriores de Cronenberg, pero sus ideas y sus exploraciones cinematográficas dieron un salto evolutivo y las circunstancias de la producción fomentaron esa transformación. Según Cronenberg, el guión tuvo numerosos problemas de financiación y fue variando durante el rodaje, con respecto a la propuesta original. Su equipo, muchos de ellos veteranos y compañeros de producciones anteriores, "se asustaron" al considerar que era un rodaje muy complicado, según las propias palabras de Cronenberg. Durante la producción, se volvieron a elaborar, ajustar y rehacer muchos elementos de la historia, a veces incluso en mitad de una escena, lo que daba como resultado un tipo de cine más instintivo y un desarrollo más visceral en apariencia. El resultado es una película con un flujo interno y un crecimiento que es más orgánico que narrativo.
Los efectos tan mecánicos del maquillaje, el látex de Rick Baker, la dirección artística del momento o las imágenes borrosas y de baja fidelidad de las transmisiones piratas tienen un aspecto muy anticuado, por lo que es la locura creativa de sus ideas y la resonancia de sus imágenes viscerales lo que consigue una percepción de pesadilla. Woods es a la vez encantador y sórdido, y el intenso nerviosismo o la inteligencia y la astucia que se esconden detrás de su extravagante actitud, hacen que el personaje de Max parezca más real y apasionado que cualquiera de los anteriores protagonistas de la filmografía de Cronenberg. Woods hace que Renn sea inocente de corazón, pero a la vez un hombre fascinado por unas imágenes muy controvertidas, haciendo que el desconcierto se apodere de unas fantasías cada vez más reales. Las intrigas sexuales de la seductora psicóloga que encarna Deborah Harry o las impactantes y brutales alucinaciones hace que el viaje de Renn sea tan convincente a nivel emocional como angustioso y extraño. “¡Muerte a Videodrome! ¡Larga vida a la nueva carne!".
Por supuesto, podría ser que Videodrome no tenga la intención de ofrecer respuesta alguna a lo que vemos. Después de todo, puede que Videodrome sea un producto dedicado únicamente a suscitar curiosidad, jugar con nuestras mentes y replantearnos todo aquello que experimentamos, sea real o ficticio.
Toni Cristóbal