Ficha técnica y sinopsis. Portada del programa de mano. |
“Blanco es una película sobre la Igualdad entendida como contradicción. Entendemos como concepto de “Igualdad” que todos queremos ser iguales. Pero pienso que esto es absolutamente falso. No creo que nadie quiera realmente ser “igual”. Todo el mundo quiere ser “más igual”. Hay un dicho en polaco: Están aquellos que son iguales y aquellos que son “más iguales”.”
Krzysztof Kieslowski, en “Kieslowski on Kieslowski”, ed.Faber and Faber, 1993.
Escéptica. Con Tres Colores: Blanco (Trois Couleurs: Blanc, 1994), segunda película de la trilogía “Tres Colores”, un escéptico Krzysztof Kieslowski lanzaba un dardo envenenado de cinismo respecto a las buenas intenciones occidentales en la formación de una nueva Europa igualitaria. Al igual que en la película anterior de la trilogía, Tres Colores: Azul (Trois Couleurs: Bleu, 1993) y la posterior Tres Colores: Rojo (Trois Couleurs: Rouge, 1994), Kieslowski continua explorando las constantes contradicciones de la sociedad actual expuestas sobre los ideales revolucionarios, Libertad, Igualdad y Fraternidad; ideales que la trilogía “Tres Colores” parece desmontar desde su uso hipócrita como simple base de una unión de culturas, subordinadas siempre por un poder inaccesible, al que todos parecen aspirar.
Desde esta mirada, Blanco es la más cruel de las tres películas de la trilogía con el concepto, en este caso, de la “Igualdad”. Un término contradictorio y controvertido donde los haya, desde cualquier ángulo de visión. Observando Blanco desde los 17 años que separan a la actualidad de su estreno, no se puede más que corroborar las palabras de Kieslowski en la cita inicial, en una Europa donde todo el mundo quiere ser “más igual” que otros, y todos ellos, a su vez, mucho “más iguales”, que el resto del mundo. Tal vez, la mirada escéptica de Kieslowski a principios de los 90, puede parecer demasiado pesimista para algunos y aún optimista para otros. Lo cierto es, que el valor añadido de la propia mirada y elementos contradictorios, tanto en la filmografía como en la figura del propio Kieslowski, es uno de los motivos más característicos de la supervivencia de su discurso; y en el caso de Blanco, no podía ser menos. De nuevo, el azar y la causalidad hacen acto de presencia en el relato de la historia de Karol Karol (Zbigniew Zamachowski), en su caida y renacimiento de las cenizas de la nueva Europa, entre Francia y Polonia. Sin embargo, en el otro eje motor del destino de los protagonistas se encuentra siempre lo trascendental; elementos como la fe o el amor, desde cuyo cruce de caminos con el eje, a priori contradictorio, de lo predestinado naturalmente, surge una paradoja alrededor del ser humano, tan característica de la filmografía de Kieslowski, abierta a especulaciones de todo tipo.
Tres Colores: Blanco es una chaplinesca tragicomedia repleta de analogías contradictorias alrededor del concepto o ideal de Igualdad en la sociedad europea, particularmente, con varios puntos de partida y llegada, a partir de la separación de la pareja protagonista, Karol (Zbigniew Zamachowski) y Dominique (Julie Delpy).
Blanco, comienza contando la historia de Karol, un peluquero polaco afincado en Paris, cuya impotencia sexual, al parecer repentina, desemboca en la petición de divorcio de su mujer, Dominique, alegando que su matrimonio “no se ha consumado”. Tras el fugaz divorcio, y evidente humillación pública de Karol ante la justicia francesa, Karol es de nuevo humillado socialmente al serle embargados sus bienes materiales y económicos tras el divorcio.
La imagen tragicómica de un chaplinesco Karol (Zbigniew Zamachowski) en una estación de metro de Paris. |
De la noche a la mañana, Karol es humillado por todo lo que le rodea y su “sueño americano” a la francesa, aniquilado. El kafkiano y sutil sentido del humor de Kieslowski, es evidente en varias de las primeras escenas de Karol, quien, por ejemplo, incluso antes del juicio ya es cagado encima literalmente por una paloma en las escaleras del Palacio de Justicia de Paris; es simplemente, una simbólica declaración de intenciones. La humillación de Karol no parecerá tener remisión.
Karol Karol es humillado constantemente desde el comienzo de "Blanco", incluso por las palomas del Palacio de Justicia. |
Sin pasaporte, con sólo dos francos y prácticamente sin dignidad, Karol es relegado al metro de Paris como músico ambulante, en una secuencia mucho más alegórica y cómica que dramática. De hecho, la fugacidad con la que se intercalan los conceptos de “nuevo pobre” y “nuevo rico” en la película recuerdan al mejor Charles Chaplin y su “humana” visión de las relaciones sociales. Karol, como su nombre indica, es Charlie, es la figura del vagabundo chaplinesca rescatada para Kieslowski en Blanco. Kieslowski afirmó que para dirigir la interpretación de Zbigniew Zamachowski como Karol, sólo le indicó dos palabras: “Charlie Chaplin”.
Pero, como es habitual en la filmografía de Kieslowski, siempre aparece un elemento que parece tener conexiones de complicada naturaleza, redentores de la fe o del destino. En este caso, el personaje de su compatriota Mikolaj (Janusz Gajos), quien reconoce a Karol como compatriota, tras escuchar la triste melodía polaca que esboza Karol con un peine y un pañuelo como instrumentos. Tras este encuentro “casual” -pues en el cine de Kieslowski nunca sabremos que es casual o que está predestinado-, Mikolaj, que comparte la frustración y tristeza de Karol pero por motivos diferentes, empatiza con su compatriota tras verle en la estación y le propone volver a Polonia para deshacerse de un hombre “cansado de vivir”, bajo una suculenta recompensa.
El encuentro "casual" con el resignado Mikolaj supone la posibilidad de una segunda oportunidad para Karol. |
La clave cómica de la película se torna progresivamente feroz a partir de entonces, en la disociación de polos sociales, políticos, económicos e incluso sexuales, que apalean absolutamente cualquier concepto adquirido de la Igualdad tras estos elementos. Un concepto que tras el velo tragicómico de la cinta, es desmantelado como infantil y estúpido. Y más, tras avanzar la película hasta la definitiva expresión de la idea, la Igualdad de estupidez social a la hora de ser “más igual” que el resto.
En esta segunda parte del relato, Karol acepta la extraña invitación de Mikolaj y decide volver “sea como sea” a su país de origen. Y lo hace de la manera más kafkiana posible, como polizón en una maleta de equipaje, hacia su propio país. Francia no solo lo humilla, sino que le niega la repatriación en una divertida alegoría de los sinsentidos burocráticos de la todavía en construcción Nueva Europa de inicios de los 90.
A la llegada a Polonia, Karol sigue recibiendo más de lo mismo, más humillación si cabe incluso por su propio País. La maleta fue robada y Karol recibe la paliza de unos desgraciados como bienvenida a su “nuevo” país, donde todo parece estar en venta, incluso su propia dignidad y la de los suyos.
Esta es una de las analogías históricas más interesantes de la película. El vacío político y social existente en la apertura económica de la Europa del Este tras la caída del socialismo, significa para Karol, la pérdida de la identidad personal; el último de los resquicios individuales al que aferrarse en la búsqueda de superación personal. Tras la pérdida de identidad, el motor vital de Karol comienza a mostrar su controvertida existencia.
¿Cuál es el motor principal del posterior auge (milagro económico) de Karol? A priori, puede resultar sencillo responder que la identidad de Karol se ha transfigurado; ha mutado finalmente hacia lo que le humilla, incluso superándolos en potencial –elemento con el que se ironiza simbólicamente durante todo el film-, y asimilando la pérdida de valores personales en la reconstrucción de un nuevo ser, dirigido por un motor de intereses absolutamente económicos. Sin embargo, la respuesta puede resultar en todo lo contrario, paradójicamente. Y hay muchos elementos que así lo indican, partiendo del simbólico desprecio a cualquier elemento económico como salvador, sino más bien como medio de supervivencia.
Karol rechaza deshacerse de su compatriota, en una secuencia de “vital” importancia para comprender la analogía entre la pérdida de una identidad anquilosada y el renacimiento de una identidad reforzada. Mikolaj, personaje altamente simbólico y redentor de Karol, admite finalmente la contradicción de los viejos valores, al ser consciente de la especie de purgatorio político y social en el que siempre ha vivido.
A partir de esta tercera parte del relato, la historia se voltea a favor de Karol, cuya nueva identidad parece estar mucho más reforzada tras la humillación anterior. Karol consigue enriquecerse, alegórica y cómicamente de nuevo, tras ser más astuto que los mafiosos personajes con los que entabla relaciones y conseguir venderles un terreno sumamente prolífico económicamente por un valor diez veces superior al que lo compra. Ahora Karol, parece o tener escrúpulos en su obsesión por recuperar la dignidad.
El rostro de Julie Delpy sintoniza perfectamente con el perfil de Dominique. |
Ya en la última parte, la historia parece transfigurar cualquier idea de identidad. El motivo principal de Karol, parece ser entonces la venganza y el orgullo –si no es que lo ha sido durante todo el film-. En la cumbre de lo sardónico respecto al poder del dinero en la apertura económica, Kieslowski muestra una Polonia que parece ser una tierra sin dueño, una mera prostituta de Europa capaz de vender nuevas identidades bajo el síntoma del falsamente “nuevo rico”, de ambición desorganizada. Karol consigue comprar un cuerpo fallecido para falsear su propia muerte y conseguir así una nueva identidad.
La analogía casi freudiana económico-sexual entre Karol y Dominique, Polonia y Francia, la Europa del este y la occidental, es evidente a partir de la impotencia sexual de Karol, desde el comienzo de la película. Desde luego, es una analogía mucho menos sutil que el sentido de “vendido” de la Europa del Este a la nueva Europa.
Dominique viaja a Polonia, tras conocer la “muerte” de Karol, como parte del astuto plan de Karol para atraerla, siempre con el motivo económico de por medio, tras testamentarle a favor todos sus bienes. De nuevo, Kieslowski muestra sutilmente cual es el auténtico motor compulsivo de las situaciones de todo el relato. Karol recupera su potencia sexual y en el reencuentro de la pareja en un hotel, Karol es un nuevo hombre, mucho más atractivo para Dominique.
Tras recuperar su dignidad, o hacer uso de su nueva dignidad, Karol desaparece y Dominique es encarcelada acusada de la muerte de la muerte de Karol.
Sin embargo, a pesar de todo lo anterior, la excepcional secuencia final del film demuestra que Kieslowski sabe contradecirse, siempre dejando puertas abiertas a poderes trascendentales al ser humano. Como en toda la trilogía, es el amor, el que finalmente parece ser el motor principal de cualquier acción, causante de todos los cruces de caminos y predestinación de los personajes. En Blanco, Karol parece recuperar su anterior identidad a partir del momento en el que es consciente de que ama a Dominique, en los últimos planos del film. Un giro inesperado, bruscamente impuesto por una idea capaz de voltear de nuevo cualquier guión sin retorno. De nuevo, el amor es la principal respuesta a todas las acciones en el film. Cabe recordar que Kieslowski, es el cineasta de las segundas oportunidades, y así lo evidencia en Blanco, y lo reforzará en la secuencia final de “Rojo” y de la trilogía, con la breve aparición de la pareja.
Formalmente, Blanco es un film estéticamente menos interesante que “Azul” o “Rojo”. El color blanco, no parece tener las exuberantes connotaciones emotivas de los colores azul y rojo de los otros Films de la trilogía. Al contrario, Kieslowski y el director de fotografía, Edward Klosinski, consiguen una tonalidad neutral acorde con la ironía principal del film. El blanco, o ausencia de color en el método sustractivo, es decir, de ausencia de pigmentación de color, es irónicamente a Blanco, lo que el negro a cualquier película de tintes “noir”. Blanco puede ser el negativo de la misma película en clave dramática, sólo que esta vez, es una comedia, y no hay sombras donde Karol pueda esconderse. Kieslowski parece ironizar con la neutralidad, o la pureza del blanco, sobreexponiendo varias veces la película e incluso utilizando la luz en Karol, como si los focos le iluminaran constantemente. Estas connotaciones irónicas también están presentes en la secuencia sobreexpuesta de la boda, en el rostro de la angelical, pero fría, Dominique, o en el frágil busto que Karol observa constantemente y que le recuerda a Dominique. Sólo hacia el final del film, el tono se torna más oscuro, evidenciando la paradoja del anterior uso del blanco como símbolo de lo neutral, de lo igualitario, y sin embargo, de la ausencia de los mismos.
Trailer de "Tres Colores: Blanco (Trois Couleurs: Blanc, 1994)"
Karol consigue no tan solo ser igual, sino “más igual” que muchos otros de su país y puede ya optar y circular libremente fuera de Polonia. Por lo tanto, una de las ideas principales, y parcial respuesta a la pregunta sobre el motor principal del renacimiento de Karol, es la idea de la falsa teoría de la igualdad en cualquier sistema político. Un sistema político, de naturaleza piramidal, donde ser “igual” significa poder ser humillado por más individuos, e incluso por una sociedad al completo, si hablamos de la base del sistema. O el anterior sistema socialista, donde ser “igual” significaba no aspirar libremente a “no ser igual”. Así pues, la mutación de Karol, viene determinada principalmente por la mutación de su propio país hacia el nuevo sistema económico, en un simil de la contradictoria condición humana, donde, como decía Kieslowski, nadie quiere ser igual a los demás.
Sin embargo, a todos nos gusta hablar de Igualdad.
Javier Ballesteros
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