Ficha técnica y sinopsis. Portada del programa de mano. |
«Un verano con Mónica es la película más original del más original de los cineastas. Es al cine de hoy lo que El nacimiento de una nación al cine clásico. […] Bergman es el cineasta del instante. Su cámara busca una sola cosa: atrapar el instante presente en lo que tiene de más fugaz y profundizar en él para otorgarle valor de eternidad. […] Solo Bergman sabe filmar a los hombres tal como los aman y detestan las mujeres, y a las mujeres tal y como las detestan y las aman los hombres.»
Jean-Luc Godard, “Monika”, Arts, n.º 680, 30 de julio de 1958.
Rodada en 1952, Un verano con Mónica (Sommaren med Monika) fue el duodécimo largometraje dirigido por Ingmar Bergman y resultó ser en su tiempo una de sus películas más influyentes, significando una suerte de verso libre en su filmografía. Un verano con Mónica narra el romance de dos adolescentes de clase trabajadora de Estocolmo: Mónica, interpretada por Harriet Andersson, trabaja en un colmado y vive en un piso demasiado pequeño para una familia numerosa, encabezada por su alcohólico padre. Harry, interpretado por Lars Ekborg, es un tímido dependiente en un taller de cristal y porcelana que vive con su padre, un hombre viudo con quien mantiene una relación tensa y silenciosa. Ambos protagonistas son presentados desde el inicio de la película como dos jóvenes desheredados del sistema, no sólo desde su núcleo familiar sino también desde la sociedad que los rodea; especialmente en sus trabajos: Mónica debe soportar a diario los acosos y violentos flirteos de sus compañeros, mientras que Harry es el empleado más infravalorado y ridiculizado por el jefe del taller donde trabaja. Tras conocerse fugazmente, los dos jóvenes pronto se enamoran y deciden abandonar sus trabajos y familias para huir de una sociedad que los rechaza, a bordo de un pequeño bote, hacia las islas del archipiélago de Estocolmo.
Cartelería internacional de Un verano con Mónica. |
Desde su debut como director en 1945 con Crisis (Kris), las primeras películas de Ingmar Bergman ya cuestionaban ciertos códigos éticos vigentes en la sociedad de su tiempo, así como los valores religiosos heredados por su padre Henrik Bergman, un pastor protestante. Esta primera etapa de juventud o impresionista incluye películas como Llueve sobre nuestro amor (Det regnar pä vär kärlek, 1946), Barco a la India (Skepp till Indialand, 1947), Música en la oscuridad (Musik i mörker, 1947) o Ciudad portuaria (Hamnstad, 1948). A finales de los años 40 hizo acto de aparición una incipiente angustia existencial en la filmografía del cineasta sueco, fruto no tan solo de la herencia cultural y religiosa recibida sino también por sus propias vivencias. Un verano con Mónica se enmarca en esta segunda etapa en la que es notable una mayor carga simbólica respecto a su primera etapa de juventud; este segundo periodo en la filmografía de Bergman incluye películas como Prisión (Fängelse, 1949), La sed (Törst, 1949), Hacia la felicidad (Till glädje, 1950), Juegos de verano (Sommarlek, 1951), Tres mujeres (Kvinnors väntan, 1952), Noche de circo (Gycklarnas afton, 1953), Una lección de amor (En lektion i kärlek, 1954), Sueños (Kvinnodröm, 1955) o Sonrisas de una noche de verano (Sommarnattens leende, 1955).
Sin embargo, a principios de los 50 Bergman se encontraba en plena crisis familiar y laboral, con un contrato "de esclavo" en sus propias palabras, con la Svensk Filmindustri, que había congelado sus ingresos, por culpa de una huelga de productores en la compañía. Bergman relata en su libro de memorias Linterna Mágica (1987) cómo se gestó dicho contrato a principios de 1951:
«Fui a Svensk Filmindustri a suplicarles un préstamo. Me lo concedieron, pero, al mismo tiempo, me vi obligado a firmar un contrato de cinco películas en el que aceptaba cobrar por guion y dirección las dos terceras partes de los honorarios normales. Tenía además que amortizar el préstamo en tres años, incluidos los intereses. La cantidad se descontaría de mis ingresos en la empresa. Temporalmente estaba a salvo de la catástrofe económica, pero quedaba atado de pies y manos por un tiempo indefinido.»
La primera película que Bergman dirigió bajo este contrato fue Tres mujeres, una modesta comedia de situación escrita por él mismo. Para sacar adelante a su familia —con 5 hijos que alimentar—, Bergman tuvo que aceptar la dirección de anuncios publicitarios para la marca de jabones desodorantes “Bris”. A principios de 1952, bajo este contexto, se gestó Un verano con Mónica, una producción muy modesta económicamente, con un sencillo argumento a partir de una novela de su amigo Per-Anders Fogelström, con quién elaboró el guion de la película. “Todo iba ser muy pequeño, muy sencillo”, según el propio Bergman, “la película más barata de la historia del cine”. El film se rodó entre julio y octubre de 1952 en medio de un ambiente relajado y festivo. “Para el papel de Mónica se eligió a una actriz joven que hacía revista con medias de malla y elocuentes escotes en el Teatro Scala. Tenía alguna experiencia cinematográfica y era novia formal de un actor”, escribió Bergman en su libro de memorias Linterna mágica para referirse a Harriet Andersson, con quien viviría un tórrido romance durante el rodaje de la película, que derivó en el divorcio de su tercera esposa. Esa pasión por Harriet Andersson se trasladó al rodaje en la isla de Örnö, que fue toda una fiesta. Allí vivían en un albergue y todos los días los llevaban en barcos de pesca a las islas lejanas del archipiélago para filmar ahí utilizando la luz veraniega y los paisajes marítimos naturales. Bergman describió en Linterna Mágica aquellos primeros días de rodaje:
«Pronto me vi envuelto por una eufórica despreocupación. Los problemas profesionales, económicos y matrimoniales desaparecieron en el horizonte. Vivíamos una vida al aire libre relativamente cómoda, trabajábamos de día, de noche, de madrugada, hiciera el tiempo que hiciera. Las noches eran cortas, el tiempo apacible.»
Sin embargo, durante las tres primeras semanas de rodaje el equipo dejó que se apilaran los copiones para evitar así aumentar los costes del transporte de material; cuando los revelaron descubrieron que había un rayón en el negativo en prácticamente todo lo que habían rodado. “Desde Estocolmo recibimos el mensaje de que teníamos que volver a rodar todo de principio a fin, o por lo menos el setenta y cinco por ciento. Ningún equipo de filmación derramó alguna vez lágrimas de cocodrilo más grandes. ¡Estábamos demasiado felices de quedarnos!”, recordaba Bergman en Linterna Mágica.
En Un verano con Mónica, la extraordinaria fotografía de Gunnar Fischer se encarga de realzar la belleza paisajista del mar, de las rocas, del reflejo del sol sobre las superficies, y de los cuerpos de los amantes besándose y acariciándose. "La atmósfera estaba cargada de sexualidad" escribió Bergman en sus memorias. ¡Y tanto que lo estaba! Un verano con Mónica es prácticamente una oda de Bergman al erotismo salvaje de Harriet Andersson, en el abandono por parte del cineasta de cierto dominio del relato en aras de la pura celebración del cuerpo de la joven actriz, cuya sensualidad explosiva y, sobre todo, escandalosa para la época en la gran pantalla, provocaría, sin embargo, el primer gran éxito internacional del cineasta sueco. Estrenada en Suecia el 9 de febrero de 1953, la película potenció la reputación del país sueco como símbolo de liberación sexual en Europa e impactó especialmente entre los jóvenes críticos franceses que pocos años más tarde gestarían la nouvelle vague. En Estados Unidos, el temerario productor de cine de género exploitation Howard “Kroger” Babb supuestamente adquirió por terceras personas los derechos de distribución del filme en 1955, doblándolo al inglés y cortando gran parte del metraje; los 62 minutos restantes fueron remontados para enfatizar los aspectos sexuales de la cinta y la desnudez de Harriet Andersson. Incluso se llegó a rebautizar a la película como ¡Monika, la historia de una chica mala!, utilizando una gran cantidad de material promocional sugestivo, que incluía postales de Andersson desnuda. Svensk Filmindustri demandó a Babb, a quien se le envió una orden de cesación y desistimiento, y que Janus Film era el poseedor legal de los derechos en Norteamérica.
Sin embargo, tras el profundo malentendido inicial del mero escándalo erótico, la película fue ganando de otro interés por parte de la crítica, gracias a la influencia del éxito internacional que Bergman cosechó con sus siguientes películas y a la divulgación progresiva de su cine. En 1958, con ocasión de una retrospectiva de cine escandinavo en la cinemateca francesa Jean-Luc Godard escribió un mítico artículo para la revista Arts íntegramente dedicado a Un verano con Mónica titulado “Monika”, en el que consagraba el reestreno de la película como “el acontecimiento cinematográfico del año, la película más original del más original de los cineastas”. En este artículo, Godard se recreó especialmente en elogiar las virtudes de un plano concreto de la película que terminaría marcando por completo su carrera cinematográfica, así como las de muchos otros cineastas hasta hoy día. En este plano, tras mostrar un acto de crueldad por parte de Mónica, Bergman clava de repente la mirada de ésta en el espectador y acerca lentamente la cámara a su rostro mientras la luz se desvanece tras ella; Mónica está retando al público a tirar la primera piedra sobre su rostro, al tiempo que los hace testigos del desprecio que siente por sí misma. El propio Ingmar Bergman se refirió en su libro de apuntes de trabajo y diarios Imágenes (1990) a la naturaleza pionera en el cine de este plano:
«Así se estableció de repente y por primea vez en la historia del cine un descarado contacto directo con el espectador.»
Un plano que marcó gran parte de la filmografía de Jean-Luc Godard y cuya influencia es prácticamente explícita en películas como La encajera (La dentellière, 1977) de Claude Goretta, Closer (2004) de Mike Nichols o Perdida (Gone Girl, 2014) de David Fincher.
El cariño de Ingmar Bergman por Un verano con Mónica nunca cesó. “Está cerca de mi corazón y es una de las películas que siempre me hace feliz al verla de nuevo” sentenció en una ocasión. Valgan las palabras de Ingmar Bergman en el año de su centenario para motivar la revisión de este verso libre en su filmografía llamado Un verano con Mónica, la historia de dos rebeldes amantes a la fuga que trataron de correr sin tan siquiera haber aprendido a andar, ávidos por vivir en libertad y embriagados por el deseo y la juventud.
Javier Ballesteros
Vídeo introductorio a Un verano con Mónica
por Javier Ballesteros.