¡Al fuego, bomberos! de Milos Forman
La calle 42 de Lloyd Bacon
Vídeo introductorio a La calle 42
por Toni Cristóbal.
Lamerica de Gianni Amelio
La mujer de la arena de Hiroshi Teshigahara
“Es la historia de un hombre que, mientras busca insectos, se pregunta cuál es su lugar en la sociedad. Al hacerlo, cae en una trampa. A partir de esta situación, sentí un gran interés en explorar la condición humana”. Hiroshi Teshigahara.
La mujer de la arena (Suna no onna, 1964) de Hiroshi Teshigahara fue la adaptación de la novela homónima del escritor y guionista Kobo Abe. La película fue la segunda cooperación entre Abe y Teshihagara. El escritor ya había firmado el guión del primer largometraje del director, La trampa (Otoshiana, 1962). Tras la derrota de Japón en la II GM ambos fueron parte activa de la corriente de vanguardia llamada “La Sociedad de la Noche”, cuyo objetivo era conseguir una imagen más real del Japón de la epoca a través del marxismo y del surrealismo. El imaginario de la novela encajaba dentro de la práctica vanguardista de la teoría Hanada, un método que debía incluir la yuxtaposición de los opuestos. Tras varios años de militancia pura, el compromiso de Abe se fue deteriorando al comprobar la falta de libertad creativa y las intromisiones artísticas y controladoras del comunismo. La mujer de la arena estaba relacionada directamente con la salida del escritor del Partido Comunista, del que fue expulsado, y con su evolución ideológica del comunismo al individualismo. Alegóricamente la novela recogía el momento de grandes cambios que estaba sufriendo la sociedad japonesa. El boom económico que aupó a Japón a ser una de las primeras potencias ecónomicas del mundo cambió radicalmente a la sociedad. Los valores tradicionales regidos por la familia cambiaron a unos dominados por la empresa, el trabajo y la promoción personal. En el cine, ese cambio se vio reflejado por la Nueva ola japonesa. Directores como Nagisa Oshima, Shohei Imamura o el propio Teshigahara expusieron esa ruptura e inconformismo abordando de frente temas en material social, política o sexual, rodando películas de autor, rupturistas con el pasado y sin miedo a experimentar.
Filosóficamente, La mujer de la arena, se comparaba la historia del protagonista con el El mito de Sísifo (Le Mythe de Sisyphe, 1942) de Albert Camus. La mitología griega contaba que Sísifo fue castigado por los dioses a subir una y otra vez la misma roca hasta la cima de una montaña. Cuando lo conseguía, la roca volvía a bajar ladera abajo y Sísifo debía retomar su labor eternamente. Camus apuntaba con este pretexto al absurdo de la existencia y del ser humano. En el caso que nos ocupa, tanto la mujer como el hombre debían extraer la arena día tras día si no querían quedar sepultados. Por otro lado, el relato planteaba una alegoría del Japón de postguerra y los problemas de poder entre el grupo y el individuo, o la pérdida de libertad. También se podía interpretar como una lectura sobre el trabajo y el sacrificio como vías para que la sociedad no se hundiera. El dualismo existencial del método Hanada que enfrentaba a los polos opuestos, como lo urbano y lo rural, el individuo frente a la comunidad, el hombre contra la naturaleza, lo masculino frente a lo femenino, era representado a la perfección en La mujer de la arena.
Las artes plásticas estuvieron presentes desde el inicio de la carrera del director Teshigahara. Sus primeros cortometrajes documentales estaban dedicados a disciplinas tales comos el ukiyo-e (Hokusai, 1953) o el ikebana (Ikebana, 1957), arte floral del cual era maestro y al que se dedicó toda la vida. Esta afinidad por las artes plásticas cosiguió trasladarla a la gran pantalla mediante una fotografía repleta de texturas a cargo del prodigioso trabajo de Hiroshi Segawa. Se prestaba especial atención a la arena granulada con sus hipnotizantes movimientos y a la porosidad de la piel que conseguía transmitir de manera casi palpable el calor, la fatiga o el deseo de la pareja protagonista que, en ocasiones, se veía agobiada por la cercanía de la cámara. El sentido alegórico del relato de Abe era trasladado al celuloide mediante el poder de la metáfora visual que le ofrecía el montaje intelectual, por el cual y en virtud del teórico Eisenstein, el significado de una imagen cobraba sentido cuando se mostraba a continuación de otras. De esta manera, Teshigahara podía insinuar que la pareja, al igual que los insectos, estaban atrapados. Es más, el emplazamiento de la cabaña de la mujer era similar a la que algunos insectos utilizaban para cazar a sus presas. Otro ejemplo era la metáfora surgida entre la mujer y las dunas, entre las curvas femeninas y las sinuosas montañas de arena. El hombre estaba atrapado por ambas. El conflicto de los opuestos individuo/comunidad se expresaba a través de la angulación de los encuadres y de la composición: planos picados para los aldeanos y planos cenitales y contrapicados para aumentar la sensación de sometimiento e inferioridad de los que estaban en el foso. Otro recurso que tenía especial relevancia para enfatizar la tensión del entomólogo era la composición. Varios planos se realizaban desde fuera de la choza, enmarcándole desde la ventana e incluso tras unos barrotes para realzar su calidad de prisionero. Incluso la luz dramática ejercía su poder en la composición. La oscuridad se usaba para estrechar el plano, reduciendo el espacio dramático, y resaltando así que el hombre había perdido su libertad.
La película, repleta de misterio, se aproximaba en ocasiones al cine de terror, puntualizando los momentos más extraños con la atmosférica banda sonora de Toru Takemitsu. Al igual que el cuento de Kafka, el personaje principal sufría una metamorfosis. La experiencia que vivía le servía para alejarse de la alienación social y le guiaba hacia la búsqueda de una identidad propia. A pesar del constreñimiento de una sociedad tan esquematizada como la japonesa, simbolizada por los aldeanos, el protagonista aspiraba a trascender recuperando de un modo u otro su libertad. Aún así, la interpretación de la historia era ambigua y el espectador podía extraer varias lecturas tras el final de la misma. ¿Merecía la pena vivir de manera conservadora con la tranquilidad que daba aceptar las normas? o ¿Era mejor escapar de una sociedad en descomposición sin saber que aguardaba fuera? Tal vez arenas movedizas o el desierto, o quizá, un propósito en la vida. JMT.
Vídeo introductorio a LA MUJER DE LA ARENA