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Aguirre, La cólera de Dios de Werner Herzog.




“Aquí la naturaleza es violenta y brutal…solo veo fornicación, asfixia, estrangulación, la lucha por la supervivencia, el crecimiento y la putrefacción. Hay mucha miseria, pero es la misma miseria que nos rodea a todos. Los árboles están en la miseria y también los pájaros. No cantan, gritan de dolor. Mirándolo bien hay un tipo de armonía. Es la armonía del asesinato fascinante y colectivo. Lo estoy diciendo lleno de admiración por la selva. No la odio. La quiero. La quiero mucho. Pero la quiero en contra de mi sano juicio.”
Werner Herzog


Basada en los diarios del misionero Gaspar de Carvajal, cuya credibilidad ciertamente podría ser impugnada, Aguirre, la cólera de Dios adapta libremente lo que se conoce de la figura histórica del fanático Lope de Aguirre. Recordada por sus autores por ser construida tras un durísimo y apasionado rodaje en las selvas amazónicas, el enfoque que persigue la película viene a ser, como Werner Herzog reconoció años después del estreno, el de una obra de pura imaginación que explora la psicología militar, la ironía de la revuelta, el colonialismo y la necesidad humana de poder. La aventura resucita los megalómanos sueños de un grupo de conquistadores españoles en el siglo XVI, y de su viaje por un río de la selva de Perú en su intento de encontrar El Dorado: la mítica ciudad de oro. Travesía que aparece en la historia como una extraña nota a pie de página, y cuyo destino irremediable es la extinción.

Para Aguirre, la cólera de Dios, es fundamental la presencia de Klaus Kinski. Herzog era muy joven cuando le conoció en Alemania por primera vez: "En ese momento supe que era mi destino hacer películas y que él las interpretara”. El papel de Lope de Aguirre le viene a Kinski como un guante para desatar toda su ego manía en escena. La actuación se acentúa en el más estricto sentido de la palabra. No sería reconocible con una gesticulación natural, su deber es siempre contrastar con el entorno, resaltar sobre el resto de sus acompañantes, a quienes menosprecia con un continuo desdén. El proyecto de Aguirre es un reinado de terror que perseguirá hasta el fin de su existencia. Pasando de ser un sueño a una incoherente alucinación. Sus ambiciones están por encima de la moral, la cordura o la muerte. Su imagen es la de un loco solitario. Defendiendo su postura, impulsando a sus hombres a eliminar cuantos interfieran en modo alguno en su tarea de destrucción y exploración: “Ese hombre es una cabeza más alto que yo, arréglalo…” ordena a su secuaz Perucho en una de las escenas más cínicas de la película.

La música y el sonido establecen el tono. Su escucha es inquietante y sensible. La banda sonora está compuesta por Florian Fricke, cuya banda Popol Vuh (llamado así por el mito maya de la creación) ha contribuido a las bandas sonoras de muchas de las películas de Herzog.

Hago hincapié en la música porque el sonido en una película de Herzog es, orgánicamente, parte de su efecto. Lo que sentimos, sobre todo, es la inmensidad del río y el bosque circundante. La historia comienza de una manera sencilla, pero su resultado es incalculable, y no se sabe donde se puede llegar: puede que no concluya en un "final'', pero sí en la creación de un estado de ánimo dentro de nosotros, un sentimiento espiritual o visionario. Creo que él quiere que su público se sienta como un observador ajeno, distante, angustiado, triste por la inmensidad del universo, sintiendo el peso sobre los sueños y las ilusiones del hombre.

Lo que Herzog ve en esta historia, es lo que se encuentra en muchas de sus películas: hombres perseguidos por la visión de un gran logro que, por atreverse a alcanzarlo, pecan de orgullo, y son aplastados por un universo implacable. De los cineastas contemporáneos, Werner Herzog es de los más visionarios, y deja patente su obsesión con los grandes temas. No es de extrañar que haya dirigido muchas óperas. No quiere ceñirse a una historia, quiere elevarnos a los reinos de las maravillas. Hay una especie de 'santa locura' en la forma de hablar de su trabajo: “Mientras rodábamos tuve una sensación muy especial y profunda, fue como si la gracia de Dios hubiera caído sobre esa película y también sobre mi, como si estuviera viendo algo muy especial que no volveré a ver jamás” expresa Herzog cuando habla de la filmación de la primera secuencia de la película, donde desde lo alto de la montaña veía como la niebla se disipaba y flotaba al margen de la hilera de figurantes que atravesaban un claro en ese momento.

Herzog prefiere buscar la trascendencia, el sentido metafórico de las imágenes, aunque ni siquiera lo identifique con exactitud. Sobre el barco que cruza una montaña entre las aguas en Fitzcarraldo Herzog dice: “Sé que es una metáfora de algo, pero no se de qué…”.

Aguirre abrió al reconocimiento de la crítica, y desarrolló rápidamente un gran culto a nivel internacional a pesar de su aspecto minimalista. Muchos la han declarado la obra maestra de Herzog, y ha aparecido en numerosos sondeos y listas sobre las películas más importantes de la historia. El estilo visual de Aguirre y los elementos narrativos tienen una fuerte influencia en Apocalypse Now (1979) de Francis Ford Coppola o en gran parte de la obra de Terrence Malick entre otros muchos que también creo que podría citar.

Antonio Cristóbal.